Esquire (Spain)

MAYA GABEIRA

La brasileña es la mujer que ha surfeado una ola más grande, de 22,4 metros de altura. Fue en 2020 en las aguas portuguesa­s de Nazaré, donde casi pierde la vida en 2013

- POR ALEJANDRO AVILLEIRA

´Creo que la salud mental en cualquier área profesiona­l de la vida

tiene buena parte de culpa de estar bien o no. Conocerte a ti mismo es una herramient­a muy poderosa y creo que solo cuando realmente te enfrentas a tus temores, a tus problemas, a quién eres… es cuando puedes controlar un poquito tu mente. Yo pienso, medito, eso me ayuda mucho, pero fui diagnostic­ada con un desorden de ansiedad hace años y tomo medicación. Estoy siendo honesta contigo y eso me hace sentir bien.

´Cuando estás surfeando una ola de más de veinte metros de altura

estás muy presente y muy concentrad­a en lo que estás haciendo: en la ola, en sobrevivir y en aprovechar ese momento, porque no hay muchas olas de 20 metros. Es decir, no estoy pensando en mi jardín o en mi perro o en esas cosas, ya sabes, que igual piensas cuando estás montando en bici.

´El mar es muy ruidoso. No hay nada de silencio ahí arriba.

Yo estoy muy conectada con ese ruido, me encanta el sonido del océano y es muy intenso. Cuando surfeas una ola, esta está rompiendo y suena como una bomba y hay explosione­s en lo alto, además del viento… Hay mucho movimiento en esa agua.

´En una ola gigante la energía es única.

Te ves de repente encima de esa enorme masa de agua que ha llegado viajando por todo el Atlántico o el Pacífico, y te llena de energía. Es difícil compararlo con cualquier otra cosa. Es una fuerza única que solo existe en ese preciso instante y tú eres la única que está ahí.

´Después del accidente de 2013

[que estuvo cerca de costarle la vida en la playa de Nazaré al intentar surfear una ola gigante] soy una Maya más madura y con más perspectiv­a. Estar tan cerca de perderlo todo… Desde ese momento, un café, comer sushi, un abrazo... se convierten en cosas muy valiosas. Recuerdo abrir los ojos en la playa, después del rescate, darme cuenta de que estaba viva y pensar: “No podría estar más feliz por poder volver a tomarme un café”. Sí, claro, piensas en tu familia y esas cosas, pero donde encuentras el mayor placer cuando crees que vas a morir es en esas pequeñas cosas. Y te das cuenta de que estar en este mundo es un gran privilegio.

´¿Si he sentido discrimina­ción por ser mujer? Sí, mucha.

¿No crees que las mujeres hemos tenido siempre más dificultad­es para prosperar en los deportes que los hombres? Pero tenemos que aprender a navegar en esas diferencia­s y conseguir lo mejor de cada uno. Yo trabajo con hombres y siempre lo he hecho y creo que yo me quedo con lo mejor de ellos y ellos se quedan con lo mejor de mí, y formamos un equipo perfecto. Somos diferentes, pero hemos aprendido a compensar esas diferencia­s. Creo que las mujeres somos más resiliente­s.

´Claro que hemos avanzado.

Recuerdo que en 2013, cuando tuve el accidente, me criticaron muchísimo por ser mujer y eso es algo que no pasaría hoy en día, ni en un millón de años. Nadie diría ahora: “Ese no es sitio para una mujer”. Puede que lo piensen, pero desde luego ya no lo expresan en voz alta.

´Es difícil describir Nazaré en una sola palabra… “Poder”, diría.

Es un sitio muy poderoso. Tener la oportunida­d de ir allí e instalarme, en un lugar donde hablo mi lengua y estoy más cerca de mi familia y de mis raíces. Tener un segundo cumpleaños. Me siento una local más, es el primer sitio en el que tengo mis propias cosas y mis perros, y eso hace que lo sienta como mi hogar. Yo siempre había viajado mucho y nunca había tenido una vida estable, ni animales ni nada. Cuando encontré Nazaré fue como: “Vale, aquí estaré bien. Aquí es donde voy a batir el récord del mundo”.

´La naturaleza es mucho más poderosa que nosotros y el daño que le estamos haciendo es irreparabl­e.

En Nazaré, por ejemplo, la temperatur­a del mar es ahora dos grados mayor que hace una década, hay más basura y más plástico. Y muchos menos delfines de los que había hace 20 años. Lo que antes eran grupos de 200 delfines, ahora son de 20.

´Déjame que piense… no, creo que no he surfeado nunca en España

[sonríe mientras piensa] Creo que me acordaría… ¿Sabes? Soy muy ‘portuguesa’ y no me veo conduciend­o cinco horas desde mi casa para ir a surfear… Pero todos mis amigos me hablan de las maravillos­as playas de España, así que creo que algún día debería probar.

´ Cuando tuve el accidente me criticaron mucho por ser mujer, dijeron que no debería estar ahí. Eso no pasaría hoy en día, hemos avanzado”

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