La Razón (Madrid) - Especiales

Tajo Alto

UN ENCLAVE EN EL QUE PERDERSE

- POR GONZALO PÉREZ MATA Guadalajar­a

ElEl peor de los tiempos es quizá un buen momento para buscar lugares per-didos per-didos en los que volver a encontrars­e con la naturaleza y reconcilia­rnos con la vida más salvaje. El polvo de un ca-mino ca-mino flanqueado por enormes pinos me persigue cada vez que paro la moto para asomarme a una ladera desde la que ob-servo ob-servo un río esmeralda que salta sobre peñascos, creando curvas y márgenes. Es el Alto Tajo a la altura de Poveda de la Sierra, en la provincia de Guadalaja-ra. Guadalaja-ra. Un camino errante que nunca se de-tiene de-tiene y que, por algún motivo geográfi-co, geográfi-co, decidió ir a parar al Atlántico en lugar del Mediterrán­eo. Este río ha lle-vado lle-vado durante siglos a los gancheros con sus troncos de madera hasta escupirlos en Aranjuez. Es una de las aguas más limpias de la Europa occidental, que impulsa a todo aquel que se acerca a zambullirs­e en ellas.

De madrugada, un cielo sin luna en-vuelve en-vuelve mis pasos desde la ruta que em-pieza em-pieza en la pasarela de los pescadores hasta el salto de Poveda. Con una lin-terna, lin-terna, ilumino el agua y dejo que la luz de las estrellas y mi cámara hagan el resto. Recostado sobre una gran piedra, el ruido de la cascada me acompaña hasta el amanecer y durante el camino de regreso me desoriento y me siento felizmente felizmente perdido en el oscuro bosque. Al día siguiente, en el sendero que conduce conduce al puente verde colgante, una pareja pareja de italianos se pregunta cómo es posible que no haya nadie. No tengo respuestas. He venido llamado por un impulso. Por el color del agua, su claridad. claridad. Y es que debajo de ese puente podemos podemos encontrar una playa de arena amarilla que nada tiene que envidiar a las postales más llamativas. Una vez allí, uno descubre todo lo demás. La inmensidad inmensidad del valle vista desde los cortados cortados de piedra, la tranquilid­ad del pueblo pueblo y la amabilidad de su gente. Andrea y Parri me ofrecen su mesa e incluso la gasolina de su generador para llenar el depósito y poder volver durante la noche noche por carreteras que parecen olvidadas. olvidadas. Varios ciervos se cruzan en el camino camino durante el trayecto de vuelta, lo que me obliga a parar. En el peor de los tiempos lugares como este nos devuelven devuelven al mejor de los tiempos.

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