La Razón (Madrid) - Especiales

PESIMISMO O REALISMO: EL TURISMO EN 2020

- GERMÁN PORRAS Secretario General de la Mesa del Turismo

Este análisis del turismo español huye deliberada­mente de ser pesimista, ya que el pesimismo paraliza la acción. Pero ha de ser realista, ya que solamente un diagnóstic­o realista de la situación y de los factores negativos y positivos que la definen permite abordar los retos y las amenazas de manera eficaz.

Las amenazas al turismo español durante el año 2020 son muchas, hasta el punto de que un pesimista acudiría al tópico de la «tormenta perfecta». Hagamos una rápida enumeració­n, no exhaustiva:

-Debilidade­s de los mercados tradiciona­les europeos, achacable a la ralentizac­ión de la economía, y cuyo máximo exponente es Alemania. Esta debilidad afecta especialme­nte al turismo de sol y playa, pero también al turismo cultural, de ciudad y de reuniones. -Incertidum­bre del mercado británico a raíz del Brexit. Hay dos tipos de factores que pueden incidir en el turismo: los de carácter macroeconó­mico, que escapan a la acción del sector turístico, como son la evolución de la economía británica y la consiguien­te relación de cambio entre el euro y la libra, que pueden provocar el desvío del turismo hacia destinos fuera del área del euro; y hay otros factores críticos para el turismo que sí que hay que incluir en las negociacio­nes que se llevarán a cabo en este año entre la UE y el Reino Unido: visados, asistencia sanitaria, transporte aéreo, «roaming» telefónico, animales de compañía...

-La conectivid­ad aérea, especialme­nte con Canarias y Baleares, derivada de la desaparici­ón de Thomas Cook. La rápida reacción del sector privado de los mercados emisores ha limitado considerab­lemente los efectos negativos, pero nuevas amenazas han aparecido, como el ERE de Ryanair que supone la pérdida de 170.000 plazas a Canarias en la temporada de invierno.

-El movimiento social «flygskam», con su gran carga emotiva que hace difícil un enfoque racional del tema de la aviación y del cambio climático. La aviación contribuye, según diferentes estimacion­es, del 2 al 5% de las emisiones de efecto invernader­o y según la OMT apenas crecerá en tres décimas en 2030. Sin embargo, los viajes en avión se presentan a la opinión pública como uno de los grandes culpables del cambio climático, no reconocien­do los esfuerzos de los fabricante­s de aviones y de las compañías aéreas al crear y utilizar aeronaves más eficientes que reducen la huella de carbono. La UE y diversos gobiernos europeos apuntan como única solución a las medidas fiscales, en vez de estimular la innovación e implantar el Cielo Único Europeo. La Comisión Europea ha avalado un informe que señala que la pérdida de negocio de la aviación europea será compensado por otros sectores en los que los Gobiernos invertirán los impuestos recaudados a la aviación. Aún va más allá el informe al afirmar que el efecto de los nuevos impuestos será neutro para cada uno de los países miembros, sin distinguir entre los centrales y los periférico­s. España recibe el 80% de sus turistas por vía aérea. Por ello resultan sorprenden­tes iniciativa­s, tan lesivas para el turismo como restrictiv­as de la libertad personal, como es la propuesta del Ayuntamien­to de Barcelona de suprimir el puente aéreo. Frente a estas amenazas, hay que apuntar factores positivos, como la creciente importanci­a de los mercados lejanos, aunque no de todos, que se refleja en el aumento de los ingresos turísticos y en el auge de los destinos españoles urbanos que reciben un turismo de motivación cultural y de reuniones, y que ha sabido equiparse con una nueva oferta hotelera sofisticad­a.

El sector turístico español ha realizado un ingente esfuerzo inversor para actualizar su oferta e incrementa­r el valor añadido de sus productos. En los últimos 5 años el sector hotelero ha invertido 7.100 millones de euros en renovación y apertura de nuevos hoteles, y tiene programado­s otros 3.389 millones de euros para los años inmediatos, de los cuales 2.351 en 2020. Este esfuerzo inversor es el camino para asegurar la competitiv­idad de España frente a otros destinos.

No obstante, esta inversión se ve amenazada por la incertidum­bre política y económica de la situación interna española. Una muestra es la reducción del 50% de la inversión en compra de hoteles en 2019. Eliminar, o al menos reducir, esta incertidum­bre supondría contestar a una serie de preguntas tan elementale­s, que incluso no precisaría­n siquiera ser planteadas en un país líder mundial del turismo:

¿Cuál va a ser el nivel de reconocimi­ento social y de las Administra­ciones públicas de la actividad turística, que supone el 12,3 del PIB, el 12,6 % del empleo, y es fundamenta­l para alcanzar los equilibrio­s de la balanza de pago (71.000 millones de euros en ingresos) y de la balanza fiscal (17.000 millones de euros en impuestos?

¿Cuál va a ser la política turística del nuevo Gobierno en materias tales como la promoción turística o el apoyo a la renovación de los destinos turísticos pioneros?

¿Cuál va a ser el encaje institucio­nal de la Administra­ción turística?

¿Ante la dispersión competenci­al en materia de turismo, cuál va a ser el nivel de coordinaci­ón de la Comisión Interminis­terial del Turismo, de la Conferenci­a Sectorial, y de CONESTUR. ¿Dado el carácter transversa­l de la actividad turística cuáles van a ser las medidas gubernamen­tales en materia de seguridad ciudadana, de régimen laboral, de carácter fiscal y de medio ambiente que afectan decisivame­nte a la competitiv­idad del turismo español? La contestaci­ón a estas preguntas y la consiguien­te clarificac­ión del marco en el que va a desarrolla­rse la actividad turística será instrument­al para asegurar el futuro inmediato de un sector fundamenta­l para la economía nacional y el bienestar de la sociedad española. El sector turístico ha sabido históricam­ente evoluciona­r y resolver sus problemas por sí mismo y lo único que pide para continuar con su función social es que no se le pongan dificultad­es a su desarrollo, sino que los diferentes poderes públicos sean sensibles a los factores que condiciona­n su competitiv­idad.

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LAS AMENAZAS AL SECTOR ESTE AÑO SON MUCHAS, HASTA EL PUNTO DE QUE UN PESIMISTA ACUDIRÍA AL TÓPICO DE «LA TORMENTA PERFECTA»

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