Josep María Lloreda, presidente de KH LLOREDA SA (KH-7)
Hoy KH Lloreda es líder en el mercado español de desengrasantes y desinfectantes domésticos, pero cuando la compañía arrancó en 1949, de la mano de Jaume Lloreda, estaba más vinculada a los recubrimientos metálicos y las joyas. El sueño del fundador era ser joyero y a eso empezó dedicándose en la masía familiar. Luego se trasladó a Barcelona, donde arrancó haciendo recubrimientos de las soldaduras de joyas para acabar especializándose en recubrimientos metálicos de todo tipo. La empresa fue creciendo y, a mediados de los 70, en su búsqueda por desarrollar productos que eliminaran la grasa que quedaba en las joyas en los procesos de recubrimiento, dio con el que iba a ser su producto estrella: el KH-7. El éxito fue tal que aquel producto que nació para resolver un problema propio se convirtió en el germen de un cambio empresarial. Una reinvención que realizó la siguiente generación,
Josep María Lloreda. Hoy están en 14 países, ocupan a 86 personas y en 2019 facturaron casi 44 millones de euros. En su opinión, la mejor forma de gestionar el legado de los fundadores es algo tan básico como “vivir la empresa y saber disfrutarla. Para mí, el error más grande en transiciones familiares es dejar de invertir en futuro y asumir responsabilidades antes de estar preparados”. Está convencido de que se puede y se debe apostar por la innovación a partir de una empresa exitosa: “siempre se puede dar un paso más. Si la cultura de la empresa es de mejora, no hay límite. Yo utilizo una expresión que es “poner un faro como objetivo que marca el camino”. Por ejemplo, hace 13 años decidimos conseguir que en todo el proceso nadie toque nada con las manos y hoy es una realidad”. Está convencido de que las claves del éxito de KH Lloreda en el cambio generacional ha sido “el haber sabido mantener en los detergentes la cultura de alta calidad de la joyería: la filosofía de calidad total”. Un legado que la segunda generación debe ser capaz de transmitir a las siguientes: “los sucesores deben tener la ilusión para mantener viva la empresa y pensar que detrás viene otra generación”. En su caso, su hija Elisenda Lloreda, que ya está preparándose para asumir los mandos.
“Un error en los relevos generacionales es dejar de invertir en el futuro”