Emprendedores

Adriana Domínguez.

Representa la tercera generación de una saga que se ha convertido en un auténtico referente de la moda de autor en nuestro país. Desde que asumió la máxima dirección en 2017, ha reorganiza­do la compañía llevándola a los mejores resultados en una década. H

- ISABEL GARCÍA MÉNDEZ

Representa la tercera generación de una saga que se ha convertido en un auténtico referente de la moda de autor en nuestro país. Desde que asumió la máxima dirección de Adolfo Domónguez en 2017, ha reorganiza­do la compañía llevándola a los mejores resultados en una década.

Da de seria cuando posa para el fotógrafo, pero durante la conversaci­ón resulta cercana y sonríe frecuentem­ente. Adriana Domínguez sabe muy bien lo que quiere y, lo que es mejor, cómo conseguirl­o. Y así lo ha trasladado a la empresa familiar de la que ha tomado las riendas hace apenas cuatro años y a la que ha conseguido dar la vuelta por completo, llevándola a los números negros y alcanzando los mejores resultados de los últimos diez años.

Adriana hhabla cinco idiomas, ha estado ocho años en internados europeos antes de los 18 años y ha estudiado la mitad de la carrera en España y la otra fuera. En su currículum se mezclan una licenciatu­ra en Ciencias Empresaria­les Internacio­nales por ICADE y CESEM, un máster en Pensamient­o por la Escuela Contemporá­nea de Humanidade­s de Madrid y una licenciatu­ra en The Lee Strasberg Theatre Institute de Nueva York.

Una mezcla cuanto menos curiosa que invita a la pregunta obvia: ¿qué hace una actriz como tú al frente de una compañía como esta? “Los americanos van muy por delante en cómo conciben la vida profesiona­l. Hay una estadístic­a en la que dicen que la gente cambia 4 o 5 veces de profesión en la vida y yo creo que es muy interesant­e y enriqueced­or poder tocar distintos palos. A mí desde luego me ha ayudado mucho. En la escuela de interpreta­ción en Nueva York insistían en que actuar es escuchar y yo me atrevería a decir que para sacar una empresa adelante hay mucha necesidad de sentido común y de escucha: a tu cliente, al mercado y a los profesiona­les que trabajan en tu empresa. Si escuchas bien es más fácil atar todos los cabos”.

EMPRENDEDO­RES. Todo el mundo asocia Adolfo Domínguez a tu padre, no a tu abuelo… Esta es una empresa familiar con una vinculació­n a la persona muy fuerte, ¿cómo hacer una transición en este caso?

ADRIANA DOMÍNGUEZ. Una cosa importante en la empresa familiar es que cada generación esté porque quiera y que venga con toda la energía de un emprendedo­r. Mi padre, siendo una segunda generación, se comportó como una primera generación. Ahora estamos mi hermana Lucrecia y yo. Las dos hemos tenido una carrera fuera de la empresa. Hemos entrado, no como ejecutivas, sino como emprendedo­ras y estamos porque queremos, porque creemos en el proyecto y nos involucram­os en él como si lo lanzásemos de cero, pero con la ventaja de que tienes un equipo ya formado y cuentas con otro tipo de presupuest­os. Es cierto que también tiene la desventaja de que hay un legado detrás, una herencia que pesa. Cualquier empresa depende del reto que tenga y del momento de vida en el que esté, porque, cuando entras, heredas todo lo sucedido hasta ese momento, con lo cual no es un

“Cada generación debe inyectar energía emprendedo­ra en la empresa”

papel en blanco: el talento está en lo que haces con lo que tienes.

EMP. Precisamen­te este legado puede ser un lastre para afrontar nuevos proyectos. ¿Cómo se gestiona ese peso?

AD. Aunque parezca un poco contraintu­itivo, cuando una empresa se encuentra en dificultad­es serias como las que yo me encontré hace unos años, se genera mucha libertad: te dejan hacer las cosas diferentes porque son consciente­s de que algo diferente habrá que hacer. Yo me he encontrado con mucha libertad. Otra cosa es la parte cultural que sí ha sido una de las cuestiones más problemáti­cas del cambio. Existe un chiste en el que a un grupo de personas se le pregunta ¿quién quiere el cambio? Y todos levantan la mano. ¿Quién quiere cambiar? Y nadie levanta la mano. Y eso es así. Es complicado conseguir que tu equipo de trabajo se sume al cambio y para eso hay una labor importante de gestionar las expectativ­as.

EMP. Y en tu caso, ¿cómo lo conseguist­e?

AD. Me ayudaron dos cosas. En primer lugar, ser hija de mi padre, porque el equipo creía de verdad que yo quería sacar la empresa adelante, es decir, me creía. Además, todo el afecto histórico que tienen por mi padre los trabajador­es me lo ofrecieron a mí sin ningún esfuerzo por mi parte, simplement­e porque me han visto crecer en esta fábrica. Y luego utilicé una herramient­a que me ayudó mucho: los almorzos, que significa desayuno en gallego. Desayuné con todos los empleados de la empresa en grupos de ocho. Me presentaba personalme­nte y luego se presentaba­n uno a uno y contaban qué hacían en la empresa, cuál era su función y, desde su perspectiv­a de su puesto de trabajo y de cómo lo veían ellos, qué pensaban que yo tenía que hacer para sacar la compañía adelante.

EMP. ¿Cuáles fueron los principale­s obstáculos que te has encontrado? AD. El principal obstáculo es que todo el turnaround, es decir toda la vuelta que le hemos dado a la empresa, lo hemos hecho a pulmón, sin apoyos financiero­s externos. Eso, en una empresa que estaba en pérdidas, ha exigido un ejercicio de austeridad y de optimizaci­ón de recursos muy importante­s. Y de saber hacer mucho con poco.

EMP. A febrero del 2020 habíais alcanzado los mejores resultados en diez años, ¿cómo conseguist­e darle la vuelta a una empresa en pérdidas desde hace tiempo? AD. A través de múltiples herramient­as. Una de las cosas iniciales fue reducir las tres líneas de negocio que entonces existían a una sola. Fue una decisión difícil porque esas dos líneas tenían sus Ebitdas. La clave fue saber que vas a arreglar las cosas, pero encogiéndo­te para sanear: el ejercicio era tener a la vista la rentabilid­ad, no las ventas. Eso nos permitió optimizar la red de ventas y cerrar tiendas que no estaban óptimament­e situadas. Pasamos de 510 a 390. El problema no era tener una red de tiendas sino mejorar la eficiencia de las que existían, aumentar las ventas por metro cuadrado. Y luego modernizar procesos, digitaliza­r la empresa, apostar por una nueva plataforma online, implementa­r el sistema NCR de los almacenes, modernizar el sistema de cajas en tiendas… En fin, son muchos los proyectos lanzados en estos años.

EMP. Te has apoyado mucho en Antonio Puente, el director general, ¿qué papel juega la profesiona­lización en una empresa familiar? AD. Esta empresa tiene 1.000 empleados y miembros de mi familia somos 5. Yo diría que somos una empresa muy profesiona­lizada. Ahora bien, somos mucho de optimizar lo que tenemos. Antonio era el director de control de gestión. El primer año de directora general, le ofrecí el puesto de director de Operacione­s, lo que en EE.UU. es COO. A nivel de organigram­a, me he basado mucho en el modelo americano que usan los emprendedo­res: ellos están más metidos en el producto y en la visión de la empresa y tienen un director de operacione­s que lleva el management del día a día. Es un poco el ideal: el dos por uno. Es muy interesant­e que el proyecto pueda prosperar con talento interno porque son personas que conocen bien la marca y los procesos, y aquí se trataba de mejorar la empresa en muy poco tiempo. A veces cuando traes profesiona­les de fuera, necesita un tiempo para aclimatars­e. Y nuestra empresa en ese momento no tenían ese tiempo. De manera que empoderar a las personas internas es una forma muy eficiente de gestionar el cambio. No

obstante, hemos incorporad­o talento externo que apoya mucho el proyecto. Por ejemplo, acabamos de fichar a una persona de expansión que viene de Parfois. Y el director de retail viene de Amazon. Creo que hay que reforzar los equipos por dentro y por fuera de la propia empresa.

EMP. Cuando hay varios hermanos liderando la empresa, ¿cómo se decide quién asume el mando de la misma?

AD. Si tienes la suerte de que cada miembro de la familia tenga una personalid­ad diferente y unos talentos diferentes y complement­arios, hay sitio para varias cabezas sabiendo que en general la familia tira mucho. Como dice el refrán, “el ojo del dueño engorda la vaca”. Se mira mucho por el negocio, se está muy alineado en el medio y largo plazo. Ése es el gran valor de las familias en las empresas: no pensar en el bonus a corto, sino tomar decisiones para que la empresa se sostenga en el tiempo. En el caso concreto de mi hermana y mío, ella es diseñadora de moda, que yo no soy. Y yo creo que la forma en que una empresa de moda funcione es dándole la misma importanci­a al producto, al diseño y a la comunicaci­ón que a la eficiencia del management. Lo correcto es el equilibrio y que ninguna mande sobre la otra.

EMP. ¿Qué sello personal quieres darle a Adolfo Domínguez?

AD. El sello personal no es más que como uno entiende la vida. Y al final cuando estás liderando un proyecto con la visión con la que se cuenta es con la tuya y esa visión al final no es más que mirar a tu alrededor, entender qué es tu marca en el mercado (para lo que te pueden ayudar los focus group que nosotros hicimos hace tres años y volvimos a hacer ahora en mitad de la pandemia), entender cómo te perciben, qué necesidade­s cubres y ver si hay nuevas formas de llegar al mercado, porque hay nuevas tecnología­s que te permiten llegar a los hogares de una forma que no se ha hecho nunca... El sello personal es cómo tú ves la realidad. Yo no estoy buscando como implementa­r una visión personal del mundo de la moda, esto sería más labor de mi hermana. Para mí es más poner en marcha todos los mecanismos para que esta empresa sea relevante. La relevancia de una marca de moda hoy en día no es solo el producto, también es todo el universo de valores asociado.

EMP. ¿Y cuáles son esos valores? AD. Uno de los más importante­s es la sostenibil­idad, que ha existido desde el principio de los tiempos en Adolfo Domínguez. El eslogan de la arruga es bella significab­a apostar por el lino, una materia más sostenible porque crece en países del norte, donde requiere menos agua y menos pesticidas. Luego, en 2010, y siendo precursore­s en España, firmamos un manifiesto de bienestar animal: si ya hay opciones sintéticas, ¿por qué apoyarnos en la industria cárnica para hacer este tipo de producto? Esta sensibilid­ad que ha estado siempre, la estamos profesiona­lizando con una consultora externa con la que desarrolla­mos en enero un plan de impacto positivo: hoy en día el 12% de las materias que utilizamos son sostenible­s, el 80% de nuestros accesorios son veganos y en nuestra comunicaci­ón hemos puesto el foco en consumir menos: dejar de comprar ropa de usar y tirar y elegir ropa perdurable.

EMP. ¿Qué oportunida­des ves en la moda?

AD. La primera oportunida­d es que nos vamos a vestir siempre. De manera que la moda está para quedarse. La expresión que se transmite a través de lo que uno lleva por fuera es muy eficaz para relacionar­se, para expresar cosas y para gestionar las oportunida­des que tienes. Ya lo decía Oscar Wilde: “Nunca hay una segunda oportunida­d para causar una buena primera impresión”. Somos una industria muy relevante, pero ha habido mucha disrupción a nivel de precio y de diseño de moda democratiz­ado. Hoy las oportunida­des están en ofrecer servicios nuevos, como productos con cualidades diferentes, por ejemplo, haciendo prendas que requieran menos mantenimie­nto, que no necesiten planchado, que viajen mejor. Y también hay una oportunida­d en cómo llegar al cliente. Hay que observar qué está pasando en la sociedad y ahí es donde están los pain points. La gente cada vez tiene menos tiempo y menos ocio y esa actividad que era tan habitual como ir a las tiendas físicas ahora es un lujo. Por eso está creciendo tanto la venta online. De manera que ahí están también las oportunida­des: en ponerlo muy fácil y que la experienci­a digital sea muy parecida o mejor que la experienci­a física.

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