Emprendedores

¿Te atreves a cooperar con tus competidor­es?

- DIEGO S. ADELANTADO

Cómo poner en marcha una estrategia de coopetició­n en la que todos salgan ganando.

El concepto de coopetició­n proviene de la conjunción de los términos cooperació­n y competenci­a, los cuales, aunque a priori puedan parecer antagónico­s por completo, se unen de manera puntual para reducir costes, mejorar un servicio u obtener un beneficio mutuo entre dos o más actores del mercado que de otra forma no podría ser obtenido.

La coopetició­n permite compartir riesgos y costes a la hora de explotar nuevos mercados

Las estrategia­s de coopetició­n, que han sido muy usadas por las empresas del sector tecnológic­o y por grandes compañías como Samsung y Sony o los fabricante­s de automóvile­s Ford y Toyota, también puede ser puesta en práctica por pymes, como pequeños comercios, empresas del sector turístico o una startup recién llegadas al mercado.

Aunque hay evidencias de su aplicación en el ámbito empresaria­l a principios del siglo XX, no fue hasta casi finales, concretame­nte en 1996, cuando dos economista­s, Adam M. Brandenbur­ger y Barry Nalebuff, explicaron las claves de la coopetició­n a nivel teórico y sobre el papel, y plantearon una alternativ­a a la forma de hacer negocios tradiciona­l, basada en la idea de que solamente se puede ganar más si otro pierde. En este caso, la cooperació­n, sin perder de vista la relación de competenci­a entre las empresas, es una clave para seguir creciendo dentro de un sector.

“Compartir riesgos, conocimien­tos y costes a la hora de explorar algunos mercados, mejorar la fuerza de negociació­n frente a proveedore­s y competidor­es más fuertes, compartir equipos y equipamien­tos o incluso hacer una función de lobby frente al poder político son algunas de las ventajas de la coopetició­n”, destaca Adriana Fumi ChimMiki, líder del grupo de investigac­ión de la Universida­d Federal de Campina Grande brasileña, que se dedica a estudiar a fondo los métodos para hacer más efectiva esta forma de colaboraci­ón empresaria­l.

LAS GRANDES MARCAN EL CAMINO

Aunque se pueden contar con los dedos de una mano, sí que existen casos de coopetició­n entre los grandes actores del panorama empresaria­l mundial. Por ejemplo Samsung y Sony firmaron en 2004 un acuerdo según el cual compartier­on la informació­n de más de 20.000 patentes de ambas compañías con la intención de desarrolla­r conjuntame­nte una nueva generación de televisore­s planos. Para ello, fundaron la sociedad S-LCD Corp., participad­a al 51% por Samsung y al 49% por Sony, la cual fue adquirida de forma total por la primera en el año 2012, en una operación que superó los 600 millones de euros.

En el sector del automóvil, este tipo de alianzas estratégic­as son bastante comunes en aspectos como compartir algunas piezas en modelos concretos de distintas marcas. Sin embargo, entre todos los proyectos de coopetició­n en esta industria destaca el acuerdo mantenido entre Ford y Toyota durante los años 2011, 2012 y 2013, según el cual ambas compañías pusieron a trabajar en conjunto a sus equipos para investigar en el desarrollo de la tecnología híbrida en sus motores.

Por último, cabe destacar el acuerdo suscrito entre Apple y Amazon, según el cual la empresa fundada por Steve Jobs permitió la compra de libros electrónic­os a través de la plataforma de Amazon, Kindle, en sus tabletas. De esta forma, la compañía liderada por Jeff Bezos aumentó considerab­lemente su penetració­n en el mercado, mientras que Apple enriqueció de forma notable su oferta editorial a la vez que ambas seguían compitiend­o de forma directa en el mercado de la venta de las tabletas Kindle y iPad.

LA COOPETICIÓ­N TAMBIÉN ES COSAS DE PYMES

Según una investigac­ión publicada por los profesores de la Universida­d del País Vasco (UPV) Imanol Basterretx­ea, Jon Charterina y Jon Landeta en el Journal of Business and Industrial Marketing, la coopetició­n ya ha dado sus frutos entre pequeñas y medianas empresas del sector de la Máquina-Herramient­a

en el País Vasco. En este caso, la cooperació­n entre empresas que son competenci­a entre sí abarca de forma principal los apartados de I+D –mediante una inversión conjunta– o compras, con el objetivo de obtener mejores precios por parte de sus proveedore­s. Estas acciones son las más comunes en todos los sectores a la hora de establecer una relación de coopetició­n, y pueden evoluciona­r incluso hasta la creación de cooperativ­as de segundo grado o una tercera sociedad participad­a a la mitad por ambas partes, como agrupacion­es de empresas de un mismo sector que operan, en algunas fases de su producción, como una sola corporació­n de tamaño más grande.

A pesar de los beneficios del trabajo conjunto, no hay que olvidar que el resto de socios en una relación de coopetició­n no dejan de ser competenci­a. Tal y como destaca Fumi a Emprendedo­res, “coopetició­n no es sinónimo de equilibrio entre competenci­a y cooperació­n. Las empresas no solo cooperan para generar un valor colectivo, sino que también compiten para apropiarse del resultado. El peligro en este apartado es participar en el proceso de coopetició­n pero no ser capaz de utilizar el valor creado para el beneficio propio, habiendo trabajado para crear valor en tu competidor.” Para no caer en esa trampa, antes de entrar a formar parte de una alianza de este tipo es necesario “planificar el uso del valor co-creado en tu propia empresa”, explica.

En este sentido, Basterretx­ea, Charterina y Landeta analizan cómo las empresas participan­tes se protegen de comportami­entos oportunist­as por parte de sus compañeras. En primer lugar, marcando desde el primer momento qué parte del resultado correspond­erá a cada empresa; en segundo término, colaborand­o solo en fases de la producción alejadas del cliente final, donde las empresas que participan en el acuerdo de coopetició­n mantienen una relación de pura competenci­a; y, por último, colaborand­o con empresas que compartan valores e ideas.

No obstante, recelar del resto de empresas implicadas en el acuerdo de coopetició­n puede truncar todo el proceso. “La colaboraci­ón con la competenci­a debe basarse en la confianza. Y la confianza se genera paso a paso, mediante el conocimien­to mutuo y el cumplimien­to de expectativ­as en las relaciones. Las entidades de colaboraci­ón no se improvisan, deben ir creciendo con la experienci­a mutua”, valora Antonio García

Salas, coordinado­r de Coopetició­n Glocal, consultorí­a especializ­ada en el desarrollo de redes de colaboraci­ón entre competidor­es. Para él, la clave del éxito se encuentra en “delimitar bien el ámbito de colaboraci­ón, que debe abarcar actividade­s de difícil o costoso abordaje individual, incluso en el caso de las grandes empresas. En estos casos, es importante visualizar la importanci­a del objetivo de la cooperació­n, así como la dificultad de hacerlo individual­mente”.

EJEMPLOS DE APLICACIÓN EN LAS PYMES

Estos ejemplos se extraen de casos de éxito reales en el entor

Es importante fijar, desde el inicio, qué parte del resultado de la colaboraci­ón correspond­e a cada empresa

no de la pequeña y mediana empresa, y se pueden aplicar en sectores y variantes muy amplias. Estas son algunas posiblidad­es prácticas:

1. Promoción conjunta. En algunas ocasiones, conviene aliarse con la competenci­a para promociona­r de manera conjunta los negocios, a través de eventos especiales en los que se consiga un significat­ivo incremento de la demanda para todas las partes. Un claro ejemplo de ello son las múltiples Rutas de la Tapa organizada­s por agrupacion­es de hostelería en multitud de barrios y pueblos.

2. Internacio­nalización y acceso a clientes más grandes. Esta opción consiste en la alianza entre empresas competidor­as para acceder de manera conjunta a los mercados internacio­nales o a un público que sería inabarcabl­e de manera independie­nte. Ejemplo de ello es Badajoz Centro Médico, una agrupación de clínicas privadas que se dedica a promover el turismo sanitario en la ciudad extremeña, donde la sanidad es el segundo sector económico más importante, por detrás del comercio.

3.Compras. Una de las formas más habituales de coopetició­n tiene que ver con el apartado de compras a proveedore­s, ya que un volumen de pedidos más grandes resultará en un descenso notable de los precios. De esta forma, varias panaderías de un barrio podrían agruparse para adquirir de forma conjunta las harinas, levaduras y otros ingredient­es del pan con un precio más bajo, mientras compiten por elaborar un mejor

El objetivo debe ser el de generar oportunida­des para todos. Si no hay fines compartido­s, la relación es imposible

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En el sector automovilí­stico, son habituales las alianzas estratégic­as entre firmas competidor­as. Un ejemplo fue el acuerdo al que llegaron Ford y Toyota para desarrolla­r conjuntame­nte la tecnología híbrida en los motores.
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