ANNE HIDALGO
La alcaldesa de la Ciudad de la Luz, que lidera la lucha verde, reúne este mes en Copenhague al C40 en una cita imprescindible para que las mayores ciudades del mundo actúen juntas contra el CAMBIO CLIMÁTICO.
París y su alcaldesa lideran la revolución ‘eco’ de las grandes ciudades.
Las nuevas generaciones que heredarán el planeta están preparadas para acoger el cambio de hábitos que exige el panorama actual, porque no han tenido tiempo de adoptar las malas costumbres
Desde hace algo más de cuatro años, el corazón de París habla en castellano. Anne Hidalgo (San Fernando, Cádiz, 1959) es la primera mujer, la primera inmigrante y la primera española en convertirse en alcaldesa de la capital francesa. Con su eterna sonrisa, su mirada profunda y su característica media melena morena, te la puedes cruzar en bicicleta por las calles de la Ciudad de la Luz o en la estación del metro, al salir de su despacho, en el Hôtel de Ville, para regresar a casa. Porque Anne lidera una nueva revolución eco, sostenible, imparable: ha decidido plantarle cara al calentamiento global, agitar conciencias, fomentar un cambio de mentalidad, de consumo y de estilo de vida y transformar los núcleos urbanos en lugares verdes y solidarios. Su compromiso con el medio ambiente es firme, y pasa por dejar aparcados los coches, apostar por las energías limpias, mimar la calidad del aire y moverse a pedaladas. Ejemplo de superación y determinación, amante de Simone de Beauvoir y defensora de la decisiva exministra gala de Sanidad Simone Veil, nos reserva un hueco en su agenda para hablar –con la cabeza y el corazón– de París, de las mujeres y del mundo en general. Todo, con la mirada puesta en el próximo 9 de octubre, fecha en la que da comienzo en Copenhague la Cumbre de Alcaldes del Grupo de Liderazgo Climático. Dicho organismo, encabezado por la propia Hidalgo y conocido como C40, reúne las 96 grandes capitales del planeta. Sobre la mesa, nuestro futuro y el de quienes vienen detrás de nosotros. Nada más y nada menos.
¿Cuáles serán los ejes y los objetivos de la cumbre del C40?
Abordaremos algunos de los problemas que nos han azotado a lo largo de este verano, como las olas de calor, el deshielo de los glaciares y los incendios que están arrasando la Amazonia. Son dramas que hacen especialmente urgente que actuemos. El C40 concentra el compromiso de más de 90 megalópolis en un asunto donde los estados siguen fallando: el cambio climático. En Copenhague, presentaremos los proyectos que hemos desarrollado desde el primer encuentro del grupo, en México, tres años atrás. Queremos demostrar que, con las medidas adecuadas, es posible respetar el Acuerdo de París y mantener el aumento de la temperatura del planeta en el límite de los 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales. Anunciaremos nuevos planes a favor de la calidad del aire, políticas alimentarias sostenibles y una iniciativa a escala global que dote al resto de las ciudades de recursos que les permitan trabajar en la misma dirección.
El Ayuntamiento de París ha dejado claro en estos años que el cuidado del medio ambiente es prioritario: acaba de presentar un intenso plan de urbanismo para enfriar la ciudad, ha sembrado de huertos urbanos y jardines las azoteas, ha anunciado la ampliación del carril bici en 1.000 kilómetros... ¿El resto de Europa avanza en este sentido?
Es cierto que hemos desplegado unas políticas muy ambiciosas, como la de reducir el lugar que ocupa el coche en la ciudad. Soy consciente de que resulta difícil modificar ciertos hábitos, pero, al final, todos saldremos ganando. Pensemos que este verano la temperatura ha alcanzado los 42 ºC en París. Si queremos que este siga siendo un lugar habitable, necesitamos transformarlo. El espacio que han dejado los automóviles se ha puesto a
disposición de los peatones y ciclistas. Igualmente, hemos querido devolverle el protagonismo a la naturaleza: en las calles, en las plazas, en los patios de los colegios y, efectivamente, en las azoteas de los edificios. Implementar medidas así es nuestra mejor herramienta para impedir que el termómetro se dispare. Y creo que, sobre estas cuestiones, todas las grandes ciudades van progresando, especialmente en Europa. Fijémonos en el caso de Copenhague, sede de la próxima cumbre del C40: pronto prohibirá la circulación de vehículos diésel, en línea con las restricciones que se aplican ya en numerosas zonas de Alemania. También son inspiradores los casos de Bruselas, que tiene en desarrollo un importante plan medioambiental, y Londres, reconocida como la primera National Park City del mundo por el compromiso de sus habitantes con la sostenibilidad. Entiendo que lo importante es que cada país adapte su lucha a sus circunstancias. Exacto. Los desafíos son muy diferentes entre unas zonas y otras: sequías, inundaciones, polución, incendios, deforestación, exceso de residuos, invasiones de especies... Frente a estas catástrofes, las administraciones evolucionan a su ritmo, con su historia y sus obstáculos. París, por ejemplo, es la capital europea con mayor densidad de población; su configuración nos obliga a ajustar nuestras acciones a esa realidad. Prefiero que las ciudades se inspiren las unas a las otras, no que se enzarcen en una competición. Aquí nos hemos interesado en Ámsterdam y Copenhague por el papel que le han concedido a la bicicleta. Y sé que París es una referencia en materia de agricultura urbana, por ejemplo.
Ya que hablamos de inspiración, ¿qué piensas del fenómeno Greta Thunberg? Greta es consciente de que nos encontramos en una situación de urgencia. Lo que ha hecho ha sido mostrarnos el camino que debemos seguir. Siento una gran admiración por ella, por la energía con la que defiende sus convicciones a pesar de los ataques inadmisibles de los que está siendo objeto. La conozco y la apoyo.
¿Crees que, con ella como cabeza visible, ha cambiado la manera de pensar de los adolescentes europeos?
Sí, el discurso de Thunberg ha encontrado un eco formidable en todo el continente. Ella, que todavía no ha cumplido los 17, les ha demostrado que es posible levantar la voz y hacerse escuchar. En París, sin ir más lejos, los estudiantes de secundaria y de las universidades y los trabajadores más jóvenes han marchado por las calles muchos viernes dispuestos a exigirle al gobierno de la República que tome medidas y a concienciar al resto de la población. Yo misma me he manifestado con ellos en varias ocasiones. Son acciones en las que tengo que escuchar lo que tienen que decirme, momentos para sumarme a su llamamiento y para recordarles mi absoluto compromiso con aquello que están reivindicando.
Qué papel juega la educación en esa construcción de un planeta más sostenible? Juega uno primordial. Hace poco anuncié en París la creación de una academia del clima que pronto empezará a formar a jóvenes de entre 12 y 25 años de edad en cuestiones que son cruciales para el futuro. Las nuevas generaciones serán las que hereden mañana el planeta: están preparadas para acoger mejor el cambio de hábitos que exige el panorama actual porque no han tenido tiempo de adoptar las malas costumbres.
¿Alguna vez has considerado emprender una carrera política en España?
Mi vida está en Francia, donde me instalé cuando era muy pequeña. Aquí es donde siempre he trabajado, donde me he dedicado a la política. Cuando me naturalicé francesa, a los 14, perdí la nacionalidad española, que no recuperé hasta 2003. Mi madre todavía reside cerca de donde nací, así que voy a verla con regularidad. Pero insisto: mi vida siempre ha estado en París.
¿Cómo ha cambiado la ciudad desde el incendio de Notre-Dame, el pasado mes de abril?
Los obreros han trabajado muy duro durante el verano para evitar el colapso de la estructura y para proteger los alrededores. París se mantiene en pie. Sí, está herida, como tantas otras veces a lo largo de su historia. Sin embargo, resiste. Lo dice su lema: La baten las olas, pero no se hunde.
Se ha aprobado una ley específica para reconstruir la catedral, pero aún no hay consenso sobre cómo debe ser el nuevo edificio. ¿Qué le gustaría a Anne Hidalgo? Quiero un proyecto que respete la historia del monumento y el savoir-faire que hizo posible su existencia.
París se mantiene en pie después del desastre de la catedral de Notre-Dame. Sí, está herida, como tantas otras veces a lo largo de su historia. Sin embargo, resiste. Lo dice su lema: «Fluctuat nec mergitur». La baten las olas, pero no se hunde «Fluctuat nec mergitur».
«Greta Thunberg nos ha mostrado el camino que debemos seguir. Siento una gran admiración por ella, por la energía con la que defiende sus convicciones. Sin cumplir los 17 años, ha logrado demostrar a los jóvenes que es posible levantar la voz y hacerse escuchar»
A pesar de que la paridad está progresando, aún estamos lejos de lograr la igualdad real. Si yo fuera un hombre, nadie se atrevería a reprocharme que fuese autoritario. Al contrario: ¡se celebraría mi determinación!
Estoy a favor de que se consulte a los ciudadanos, aunque no hay que olvidar que es un lugar que pertenece a parisinos y a no parisinos. Y, por supuesto, la archidiócesis también tendrá algo que decir en este asunto.
¿Se cumplirá el plazo de cinco años fijado por el presidente de la República, Emmanuel Macron?
Se pondrán todos los medios necesarios para que Notre-Dame abra sus puertas al público lo antes posible.
Se ha abordado desde Europa el drama de la inmigración con la actitud y el compromiso necesarios? Los conflictos armados, las catástrofes naturales y las desigualdades económicas invitan a pensar que seguirá viniendo gente en busca de refugio en nuestras calles. En París, esta crisis humanitaria es una crisis de acogida. Me niego a cerrar los ojos ante un fenómeno así. Acudo a campamentos de migrantes cada semana para conocer su situación y para exigirle al gobierno que tome medidas al respecto. Porque, aunque la competencia es del estado, la ciudad se ha movilizado, en sintonía con las localidades vecinas y gracias a las numerosas asociaciones que ofrecen ayuda. Más allá de las primeras necesidades de las personas que requieren atención, estamos sacando adelante iniciativas encaminadas a favorecer la integración de quienes lo deseen, con programas de acceso a cursos de francés, alojamiento, formación y empleo. Para alguien que ha logrado ser un referente en cuanto a política y feminismo, ¿es difícil desenvolverse en un oficio en el que las reglas del juego han sido impuestas por los hombres?
A pesar de que la paridad está progresando –tanto en las empresas como en los parlamentos políticos–, aún nos encontramos lejos de la igualdad real. Ellos cuentan con una presencia mayor en el espacio público, reciben salarios más elevados y son menos propensos que nosotras a sacrificar su carrera profesional para dedicarse a la familia. No se les echa en cara ni su ambición ni su autoridad; tampoco parecen obligados a dar explicaciones por haber llegado hasta donde han llegado. Por lo que a mí respecta, a menudo he sido víctima de insultos y de caricaturas sexistas. Si yo fuera un hombre, nadie se atrevería a reprocharme que fuese autoritario. Al contrario: ¡se celebraría mi determinación!
¿Existe una manera femenina de hacer política?
Hay tantas maneras de hacer política como personas haciendo política. Da la casualidad de que yo soy mujer; en consecuencia, es probable que me muestre particularmente sensible en relación con la situación de las mujeres. Sobre si el poder es un asunto masculino o femenino, creo que el debate es falso. Los hombres y las mujeres somos capaces de gobernar apoyándonos en las cualidades que tenemos como individuos, cualidades que se asocian a la formación, las experiencias y la personalidad de cada uno. Asignarle un género al poder equivale a alimentar los estereotipos más arcaicos, a reproducir lógicas de dominación que prevalecen desde hace demasiado tiempo. Me niego a aceptarlo, lo veo deshonesto y poco inteligente.
¿Aplaudes la fuerza y la visibilidad de mujeres jóvenes como la congresista estadounidense Alexandria OcasioCortez y Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda?
Sólo tengo palabras de elogio para ellas, entre otras cosas porque, como tantas muchas otras mujeres en el mundo, su compromiso en el ámbito del clima es muy grande. Comparto con las dos la convicción de que el medio ambiente es un asunto social y que sólo podemos protegerlo si estamos juntas. Me alegra que hoy en día los medios les concedan más espacio, que las políticas sean más vistas y más escuchadas.
Cuando se es madre de tres hijos y se ocupan distintos cargos en las administraciones públicas, ¿es posible conseguir el equilibrio entre el trabajo y la familia? La búsqueda de la conciliación es perpetua. Lo que yo he tenido que asumir no es diferente de lo que otras mujeres asumen para tener carrera y vidas social, familiar y amorosa. Es la famosa carga mental, que aún pesa más sobre nosotras. En mi caso, siempre he tenido la suerte de poder contar con mi marido.
¿Qué consejo les darías a nuestras lectoras, que ven a Anne Hidalgo como un ejemplo a seguir?
¡Confiad en vosotras mismas! Dejaos guiar por vuestras intuiciones y no permitáis que nadie os distraiga a la hora de conquistar las metas que os marquéis. Eso sí, manteneos abiertas en todo momento, porque es al escuchar a los demás cuando surgen las ideas más bellas. ■