ELLE

Alberto Ammann, talento en serie

Del cártel de Cali al mismísimo Marte, el talento del actor argentino afincado en España no entiende de fronteras. Lo suyo es ir hasta el infinito... y mucho más allá.

- POR AMELIA LARRAÑAGA. FOTOS: JUAN ALDABALDET­RECU. REALIZACIÓ­N: SARA PADILLA

Existe una falta de empatía gradual. Hoy imperan valores que no son nada humanistas, como el éxito a cualquier precio, el poder y la competitiv­idad

Podría decirse que Alberto Ammann –ojo: pronunciad­o con acento en la primera sílaba– es uno de los pocos que han sobrevivid­o a la maldición que persigue al ganador del Goya al Mejor Actor Revelación. Dicen que quien lo recibe apenas vuelve a exclamar eureka después. Su papel de funcionari­o de prisiones novato en Celda 211 (2009) le valió aquella primera alegría de su vida profesiona­l. Y, en su caso, su carrera no se detuvo. Enseguida encadenó personajes de lo más dispar, desde un jovencísim­o Lope de Vega junto a Leonor Watling en Lope (2010) hasta un médico militar español destinado en Irak en Invasor (2012), pasando por un irresistib­le atracador en Combustión (2013). Todo eso sin olvidarnos del fotógrafo de moda que Alberto (Córdoba, Argentina, 1978) encarnaba en un spot para Chanel junto a Keira Knightley, dos de los minutos más planetario­s de su carrera (2011). Sin embargo, no esconde que también pasó su particular minitraves­ía por el desierto. «Fue hace cuatro años. Tuve que decir que no a tres proyectos por apostar por uno propio, y tanto este como una película que esperaba se vinieron abajo. De repente, me enfrenté a la crueldad del oficio y estuve 18 meses sin trabajo», se sincera. Entonces llegó Narcos, la serie de televisión que ha puesto patas arriba la industria del entretenim­iento y que se ha convertido en la reina del prime time y de la plataforma de streaming Netflix. En ella, el actor da vida (y mucho miedo) a Pacho Herrera, uno de los narcotrafi­cantes más inquietant­es del cártel de Cali, apodado por la prensa colombiana el Hombre de las Mil Caras (y por culpa del cual ha debido engordar 15 kilos). «Nadie le había visto y apenas existía informació­n sobre él, así que hicimos una construcci­ón muy personal». Acaba de terminar el rodaje de la tercera temporada, que se estrenará en septiembre. Y, sin haberle dado tiempo a sacudirse el acento colombiano de su personaje, ha volado a los estudios Origo, en Budapest, para la prueba de vestuario que le permitirá volver a encajarse la escafandra (y la piel) de un astronauta que prepara una expedición a Marte en la segunda entrega de la serie documental y de ficción Mars, para National Geographic (el rodaje comienza en unos días). Ahora, como en las buenas cosechas, Ammann se enfrenta a un final de verano lleno de buenos frutos. Porque, además, en septiembre abre en Madrid, junto a su pareja, la intérprete Clara Méndez-Leite, la Escuela para el Arte del Actor, «un proyecto que tiene como columna vertebral el trabajo corporal del artista». Comprometi­do, honesto y fiel a sí mismo, su cadencioso acento natal vuelve hasta su garganta cuando le toca hablar de los sueños y los ideales de un hombre intenso, poliédrico y coherente.

Un latino inmerso a la vez en dos superprodu­cciones estadounid­enses. ¿Cómo lo estás viviendo?

Me siento muy agradecido y trato de sacarle el mayor provecho disfrutand­o de los personajes, dentro de los límites del guión y del montaje, que son bastante severos. Lo bueno es que estoy creciendo como actor y es un reto para mejorar. Narcos ha cosechado un éxito que, quizá, ni vosotros os esperabais. ¿Por qué la maldad ejerce tanta atracción?

Como actor, los personajes malvados te brindan mucha libertad. La psicopatía y la sociopatía te permiten ser expresivo y jugar desde el punto de vista creativo. Y, como espectador, lo que atrae de ellos es lo desconocid­o, lo que no está bien visto, porque, por suerte, se nos educa en la bondad. Eso es sano y constructi­vo para el alma y para la sociedad en general. Lo interesant­e de observar la maldad sería reconocer las zonas oscuras que existen en todos nosotros para asumirlas, trabajarla­s y desarrolla­r más la compasión.

¿No tienes la sensación de que la sociedad tiende a ensalzar a los pillos y a menospreci­ar a los buenos?

Es una falta de empatía creciente. Imperan valores nada humanistas, como la competitiv­idad, el poder y el éxito a cualquier precio, contra los que deberíamos luchar.

Al elenco de la serie se han sumado Javier Cámara, Miguel Ángel Silvestre y Tristán Ulloa. ¿Están de moda los actores españoles?

Le guste a quien le guste –y a quien no también–, Antonio Banderas, Javier Bardem y Penélope Cruz abrieron una puerta al mundo que dio visibilida­d. Con el tiempo, película a película y gracias unas interpreta­ciones que llamaron la atención, se volvió la vista hacia España. Has encarnado a Lope de Vega y a un investigad­or espacial. ¿Qué une a personas con siglos de diferencia?

La curiosidad y ponerse desafíos es lo que mueve a nuestra especie desde que el hombre es hombre. Más grandes o más pequeños, son los que generan en el ser humano ese anhelo de ponerse una meta y llegar a ella, pero siempre descubrien­do, conociendo y aprendiend­o por el camino.

Quiero que mi vida sirva para algo. Construir para otros y con otros. Dentro de toda la bronca que me provoca este mundo, hago un esfuerzo por conectar con el amor y la energía positiva

¿Y cuál es tu desafío? Cuando tenía 20 años, quería hacer mil cosas, pero con el tiempo me voy dando cuenta de que mucho era una fantasía. Ahora estoy en plena limpieza, quedándome con lo más importante, que tiene que ver con construir algo bueno para otros y con otros. Que mi paso por el mundo sirva para algo. Me conmueve el desastre medioambie­ntal y me entristece muchísimo esta sociedad. Así que, dentro de la bronca y el resentimie­nto que tengo, de la violencia que me provoca todo eso, hago un esfuerzo por conectar con el amor y la energía positiva que me generan otras cosas. ¿Por ejemplo? Los niños me conmueven. Son honestos con lo que les sucede y nos miran a los adultos para que los guiemos. Siempre me recuerdan que existe otra manera de observar el mundo, una forma de hacerlo más pura e incluso más profunda. ¿Te has planteado la paternidad? Sí. Algún día me encantaría ser padre.

Ahora que estás inmerso en la segunda temporada de Mars, ¿crees que ahí fuera hay más vida inteligent­e?

No sé si será en Marte, pero estoy convencido de que la hay. El universo es demasiado grande como para pensar que nosotros somos los únicos.

Stephen Hawking dijo hace días que urge abandonar la tierra en 100 años...

No creo que vayamos a dejar este planeta del todo tan pronto, pero sí ocurrirá lo que se plantea en la serie. Mandamos una tripulació­n de robots a Marte para edificar una pequeña base autososten­ible. ¿Alguna vez has llegado a pensar que no eras de este planeta? Me he sentido un marciano en muchas ocasiones, sí. Sobre todo cuando empecé a trabajar como actor y a tener que asistir a un montón de eventos y desfiles de moda. En aquellos compromiso­s sí que me veía a mí mismo como un extraterre­stre total (risas).

Hubo una época en la que, en tu gremio, el prestigio llegaba primero de la mano del teatro y, luego, de la del cine. Ahora lo más cool se encuentra en las series de televisión. ¿Qué opinas del boom mundial que han experiment­ado?

Está muy bien. Lo que me preocupa es que acabe con el cine en pantalla grande. ¡Soy un nostálgico! Creo que va a haber una especie de burbuja de las series de televisión. Hace un par de años tenías que ver House of Cards y Breaking Bad.

¡Hoy, para seguir al día, necesitas estar enganchado a 40! Cada vez más productora­s valoran el número de seguidores que tienen los actores en las redes sociales a la hora de contratarl­os. ¿Te has visto en esa situación? Estoy al tanto, y me da una pereza de muerte. Forma parte de otro proceso business. Cada uno verá cómo hace para mantenerse, pero hay una gran diferencia entre una persona que se prepara y se educa a sí misma para ser artista y alguien que se vende desde un escaparate. Será que ya voy teniendo una edad... Pero no estoy dispuesto a publicar una foto cada día haciendo monerías para conseguir más followers. Yo, en su día, lo que me propuse fue montar una cafetería. Y ahora acabo de abrir un restaurant­e. Todo para que no me falte comida ni casa. Esta profesión no te da una garantía.

Que ya tienes una edad parece un tema recurrente en tu discurso. ¿Te preocupa?

El paso del tiempo me provoca nostalgia, aunque me ayuda a definirme en algunas cuestiones. Siempre asumí que no se puede agradar a todo el mundo; pues ahora, aún más. Tiene que ver con asumir la experienci­a de vivir. ¿Para las actrices es más difícil? Las mujeres no sólo suelen cobrar menos que los hombres, sino que disponen de menos posibilida­des, y, en esta profesión, de menos papeles. Por suerte, cada vez un poquito menos, porque, al ser un asunto que resuena y resuena, no les queda otra a los que manejan el cotarro que dar el paso. Pero es algo muy lento y desolador. Hay que asumirlo y hacerse cargo. Que se pongan ya las pilas para escribir papeles para mujeres mayores, que son interesant­ísimas. Hemos olvidado como sociedad el enorme valor de la experienci­a. Los argentinos tenéis fama de seductores natos. ¿Crees que se te han dado siempre bien los asuntos del corazón?

Para ser sincero, no se me han dado siempre bien (risas),

aunque tampoco he andado mal. ¡ Diría que, en mi caso, todo ha sido una cosa normal! ¿Mejoró este asunto al aterrizar aquí, con ese acento tan exótico que nos encanta en España? ¡Qué va! Llegué aquí cuando vosotras ya habíais descubiert­o que es todo pura mentira (risas). ¿Una película de cabecera? Me encuentro en una etapa un poco más sensible, menos predispues­to a las películas que fueron mi referente... ¿Será que estás llegando a los 40? ¡Puede ser! (risas). ■

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Abrigo de cachemir de Ermenegild­o Zegna y jersey y pantalones de Boss.
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