Tiempo» a los posconvergentes
La negociación entre ERC y Junts parece haber llegado, finalmente, a la fase de resolución. Aunque ello no tiene porque significar que el acuerdo sea inmediato, en las conversaciones entre ambas fuerzas parecen haber nacido algunos brotes verdes. Lo suficiente como para que ERC, quizá deseosa de salirse del marco del ultimátum lanzado hace un par de semanas, señalara ayer que avista «un acuerdo en breve» tras «el cambio de tendencia» observado en Junts.
Huelga decir, para seguir con la tradición de desencuentros entre ambos partidos, que Junts no ve «punto de inflexión alguno» y que el acuerdo puede llegar en «tres o en 23 días», es decir, el mismo 26 de mayo, fecha en el que expira el plazo parlamentario para hallar un president antes de que se convoquen nuevas elecciones. Pero tras este discurso oficial en público, en el partido de Puigdemont se admiten avances y también un cierto desgaste por la falta de un acuerdo en un contexto de crisis social y sanitaria, tras 12 semanas de conversaciones.
Con todo, fuentes de los dos espacios independentistas señalaron que el principal punto de fricción en la mesa negociadora, la que atañe al procés, ha entrado en vías de entendimiento.
Se trata de una doble pata. Por un lado, la definición de la que será la nueva dirección estratégica del independentismo y, por otro, la definición de la hoja de ruta, que debe incluir un plan b por si las negociaciones con el Estado fracasan.
Es en relación a esta hoja de ruta en que, según las fuentes consultadas y pese a las reticencias en el seno del Consell, la sintonía entre ERC y Junts se acerca a lo pactado por los republicanos con la CUP e incluye un margen de negociación con el Estado, que sería de dos años, y, después, seguir las directrices que emanen de la dirección estratégica cara a realizar un nuevo «embate democrático». En paralelo, y en terminología republicana, habría que ir «preparando» este embate. Que para ERC significa multiplicar los apoyos, tanto dentro como fuera de las fronteras. Esta preparación es la que desde hace semanas Junts ha reclamado que se explicitara y concretara cara a un pacto de legislatura. Los sectores más exigentes en la formación de Puigdemont se resisten a dar el visto bueno a lo firmado por ERC y los anticapitalistas si no se deja claro que existe un plan B a la me
Los mimbres de este difícil entendimiento en cuanto a dirección estratégica y hoja de ruta llevó ayer a la portavoz de ERC, Marta Vilalta, a afirmar que su partido había decidido dar «más tiempo» a los convergentes y, por tanto, no ejecutar el ultimátum lanzado en semanas anteriores y que venció el primero de mayo.
Eso significa que ERC no va a explorar, de momento, la posibilidad de constituir un Govern en solitario, o con la CUP, fórmula que por deseo expreso de Esquerra incluía el voto favorable a Aragonès por parte de los puigdemontistas.
Esa no exploración del Govern en solitario, siempre según Vilalta, no significa que se descarte del todo, sino que se aplaza a un futuro si el escenario de pacto dibujado este fin de semana no se concreta en hechos días antes del 26 de mayo, fecha en la que vencen los dos meses preceptivos tras la primera votación antes de que se convoquen otras elecciones. Vino a decir la portavoz que, antes de caer en una repetición electoral, su partido sí formará Govern bajo el esquema propuesto en su día por Junts, vía Sànchez. Es decir, sin los posconvergentes en el Executiu.
Minutos después, Elsa Artadi practicaba la habitual esgrima de cada lunes respecto a ERC acusando a los republicanos de haber usado los medios de comunicación para plantear ultimátums que luego no concreta en las reuniones, asegurando que todavía quedan «carpetas» por abrir y evitando dar detalles sobre los avances citados en cuanto al procés.