La fiebre del patinete eléctrico agota los modelos estrella
Los usuarios valoran que no requiere esfuerzo, la rapidez, que se puede plegar, entrar en casa y también en la oficina Este transporte gana terreno para llevar a los hijos al colegio y ante una bicicleta más propensa a posibles robos
Es chino, pesa 12,5 kilos y corre hasta 25 kilómetros por hora (trucado llega a los 30-35). Se llama Xiaomi y es la sensación de la temporada. No hay quien lo pille. Este, más que el Año del Perro, es el Año del Xiaomi. Del Xiaomi en particular, porque la marca asiática está arrasando; pero también del patinete eléctrico en general, porque está revolucionando la movilidad en muchas ciudades. Los modelos más demandados se han agotado en las principales cadenas comerciales. El nuevo curso escolar y laboral irá rodado. Vayamos a los motivos.
«La gente es vaga, por eso tiene tanto éxito». Es la contundente certeza de Carlos, un vendedor de una tienda de electrodomésticos, que confirma que el producto estrella indiscutible de los últimos meses es el patinete eléctrico. El citado Xiaomi, a un precio de 379 euros, es imbatible por su relación calidad-precio, dicen vendedores y usuarios. «El año pasado triunfó la bici eléctrica y ahora el rey es el patinete», comenta la encargada de otra tienda. El aparato ha convencido a todos: jóvenes, padres, ejecutivos... e intrépidos de la tercera edad.
DOS SOBRE UNO // Una de ellas es Yara, brasileña afincada en Barcelona --«lo compran muchos extranjeros», según los comerciales--, llega a una tienda con su hija, Zoe, de 6 años, dispuesta a adquirir el producto de moda para llevarla al colegio. La pequeña, encantada, presume de destreza con el patinete manual. «Mírame, vas a tener que aprender, tú no tienes equilibrio», le suelta la pequeña. La novata madre se ríe y dice que hará prácticas, aunque no lo ve peligroso. Está habituada a las dos ruedas. «Iba en bici pero me la robaron cinco veces. Por más cadenas que ponga, se la llevan, incluso del garaje».
Para Pablo, argentino de 27 años, es el vehículo ideal para distancias cortas. «Es muy cómodo y no te cansas, te da mucha independencia de horarios», argumenta. Sus amigos, antes muchos ciclistas, van a rebufo. «Lo compré yo, y luego otro, y después otro, como una cadena. Causa furor», dice. Pablo sabe que se debe ir por el carril-bici, aunque confiesa alguna injerencia en territorio prohibido. «A los peatones no les gusta, pero es igual de peligroso que la bici», opina. Y reparte culpabilidades: «También hay peatones peligrosos que no miran por dónde van. Es cuestión de actuar con consciencia».
Las razones a favor se acumulan. Tienen una autonomía de 30 kilómetros, se pueden cargar como si de un móvil se tratara, superan los desniveles sin que el usuario se despeine y entran plegados a todas partes, para fastidio de los amigos de lo ajeno. Los ladrones de bicicletas, sin pretenderlo, se han convertido en los mejores aliados del boom del patinete. Alina lo tuvo claro cuando desapareció la suya: «Es muy ligero y lo puedo subir a casa», aduce, y prosigue su marcha por la acera. «Ya sé que no debo ir, pero…».
No hay freno, ni siquiera la edad, para el patín. Gente mayor ha hallado la solución para subir sin taquicardia el Everest en el que habitan. «Una señora nos pidió poner una cesta», recuerda una vendedora. Y luego están los padres, interesándose por los accesorios para llevar a su prole al cole. «Se pueden poner hasta sillines, plataformas para que se suba el crío y segundos manillares», comenta otra dependienta.
VEHÍCULOS COMPARTIDOS // Han llegado a España con sigilo y alevosía. Aparcados en cualquier acera, con su cuerpo menudo y estilizado a la espera de clientes. Son los patinetes eléctricos compartidos, que funcionan descargándose una aplicación en el móvil. Madrid y València han sido los primeros puertos del desembarco de la todopoderosa firma californiana Lime, participada por Uber, que, tras arrasar en EEUU, cruzó el charco y extendió sus tentáculos por Zúrich y París.
Retirados ya en València a los pocos días de su llegada al no tener licencia; en Madrid siguen operando y a Barcelona, con una reciente normativa restrictiva, la han evitado. «Con él es más fácil y rápido trasladarse y llevaré a la niña a la escuela, aunque comprar uno es caro», comenta un vecino de la capital, pero rectifica: «A la larga es rentable». El precio, no obstante, echa marcha atrás a algunos interesados.
La más saludable bicicleta (incluso la motorizada requiere un mínimo esfuerzo) le lleva lustros de ventaja, pero el tiempo dirá. Se avecinan tiempos difíciles para los peatones españoles si, como es habitual por estos lares, propios y extraños empiezan a saltarse a la torera las normas. H