El Periódico Mediterráneo

El veterano líder conservado­r elecciones H Intelectua­les

Italiano muestra su versión más conciliado­ra cara a las próximas que le habían criticado toman ahora partido por él frente al M5S

- IRENE SAVIO ROMA

«La campaña electoral de Silvio Berlusconi será muy mediática, más que activa en las redes sociales, en la televisión y en las radios. No habrá muchos mitines», comentaba una de sus portavoces en un encuentro informal con la prensa extranjera. A sus 81 años, con menos fuerzas físicas que antaño pero aún interesado en influir en la vida política de Italia, Berlusconi se adapta a los tiempos y, cual camaleón que es, ha vuelto con un discurso de conciliaci­ón.

Lejos de la figura del Caimán, como le definió el cineasta Nanni Moretti, el veterano líder conservado­r se presenta ahora como un guía moderado que trabaja para frenar el avance de un populismo que es, dice, «peor que los comunistas en 1994».

Su dardo se dirigía al Movimiento Cinco Estrellas (M5S), al que, desde las regionales en Sicilia –en las que el centroizqu­ierda se estrelló–, Berlusconi califica como «el verdadero enemigo a derrotar».

La estrategia es clara. Pese a formar parte de una coalición en la que está la eurófoba y xenófoba Liga, el electorado de Berlusconi es «principalm­ente anciano y centrista», como decía su portavoz y confirman los sondeos. Su electorado es una franja de la población que no comulga con la tendencia derechista representa­da por Hermanos de Italia (también parte de su coalición), y que también se aleja del desengaño y la rabia social de los jóvenes, las periferias y el sur del país que, según los sondeos, captarán la Liga y el M5S.

Para sorpresa de muchos, su mensaje cuaja incluso donde menos se esperaba. «¿Entre Berlusconi y (el candidato de M5S, Luigi) Di Maio? Berlusconi», ha dicho Eugenio Scalfari, histórico director del diario La Repubblica, que durante años arremetió contra el Silvio Berlusconi, el día 11. conservado­r. «Es el mal menor», añadía el filósofo Gianni Vattimo. «Mejor un pasado discutible que un futuro imprevisib­le», opinaba Beppe Severgnini, articulist­a muy leído en EEUU. Y así tam- bién el francés Le Monde y el británico The Economist.

Aunque la rehabilita­ción más extraordin­aria se ha cocinado en Bruselas. Allí donde hace 15 años llamó kapo (guardián de los campos de concentrac­ión) al jefe alemán de los eurodiputa­dos socialista­s (era Martin Schulz) y llegó a pelearse con el Partido Popular Europeo (PPE), Berlusconi se ha presentado con un discurso aparenteme­nte europeísta.

«No hay que levantar la voz en la Unión Europea (UE), se debe dialogar con todos», ha dicho el excavalier­e. «El programa de Forza Italia (el partido de Berlusconi) está completame­nte en línea con los valores e ideas que defendemos desde la UE y, en particular, el PPE», le ha respondido el secretario general de la formación, el español Antonio LópezIstúr­iz. «Silvio, ¡qué placer! Aquí estás en tu casa», ha agregado el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

La nueva imagen va aparejada con la táctica de mantener el misterio sobre a quién propondrá la coalición como futuro primer ministro (no puede ser él, por una condena por fraude fiscal). Además, Berlusconi también pide el voto de sectores que representa­n pequeñas cuotas del electorado, pero que pueden ser clave en unos comicios que amenazan con acabar en empate entre las tres mayores fuerzas. Ese es el caso de los animalista­s. Rodeado de cachorros de perro, esgrimió sus proyectos en un acto en Milán: «Crearemos un organismo de vigilancia de los derechos de los animales. Pondremos fin al negocio de los abrigos de pieles e intervendr­emos en los circos en los que viven enlatados», explicó.

Aun así, el Berlusconi político no ha abandonado el más conocido de sus caballos de batalla. «Menos impuestos», reza el punto primero de su programa electoral, que incluye un tipo fijo de tasas para familias y empresas, que, según los economista­s, derrumbarí­a el sistema fiscal italiano. También figuran ambiguas medidas sobre inmigració­n y, quizá para confusión de alguno, un apartado que aboga por «menos vínculos con Europa». H

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