El Periódico Extremadura

Refundar el capitalism­o: deseo o apetencia

La ley de la empresa es ganar dinero, pero ni todos los que ganan dinero son una empresa, ni todas las empresas ganan dinero

- TRIBUNA MANUEL SEVILLANO Manuel Sevillano es director de Reputación de Atrevia

Se oye a menudo aquí y alla que hay que refundar el capitalism­o, que no da más de sí . Lo que se dice menos que es supone refundar al ser humano y eso, claro, es más complejo.

La ley de la empresa es ganar dinero, pero ni todos los que ganan dinero son una empresa, ni todas las empresas ganan dinero. Las empresas ganan dinero satisfacie­ndo necesidade­s humanas. Decía Antonio Vega, «De sol, espiga y deseo, son sus manos en mi pelo». Una necesidad se transforma en deseo cuando identifica el objeto que puede satisfacer­la, dice Kotler, el autoprocla­mado padre del marketing.

Volvamos a la música y pinchemos otro disco, Doctor Deseo, un ochentero grupo de Bilbao. El deseo es la esencia del hombre escribio Baruch Spinoza; las empresas, entonces, intentan satisfacer la esencia del hombre para ganar dinero. Pocas bromas.

Los deseos empujan a la accio n, al consumo; pero satisfacer­los no agota la capacidad de desear. El deseo tiene una parte imaginaria y otra consciente. No es lo mismo sentir hambre que el deseo de cenar en Diverxo con un grupo de buenos amigos; pero tanto el hambre como la cena de Diverxo nos empujan a la accio n y una vez consumida volveremos a desear repetir, o no, que hay amigos muy pesados. Platón habla de los deseos que dan placer al cuerpo y los que dan placer a la mente, estos últimos son inagotable­s. Las empresas buscan ganar dinero satisfacie­ndo necesidade­s y las necesidade­s son interminab­les, inagotable­s, somos un «deseo interminab­le» (Jose Antonio Marina). ¿Y entonces? Nada que objetar a refundar el capitalism­o; pero sabiendo que eso supone refundar el deseo, como apuntó Gastón Bachelard, el hombre es una creación del deseo, no de la necesidad.

No todas las decisiones las tomamos porque realmente deseemos algo, hay decisiones que que no se piensan mucho, son caprichos. Las necesidade­s tienen que ver con los deseos, ya esta dicho; los caprichos, en cambio, con los antojos, con las apetencias. Las personas echamos mano de la educación para aprender a regular nuestros deseos, los maleducado­s son muy consumista­s. La educación evita que los antojos se apoderen de nosotros; pero, tambie n, potencia el disfrute del deseo. Y aquí viene el meollo

Algunas empresas han visto que hay personas superadas por sus caprichos e incapaces de embridar sus deseos, y su ansia de beneficio rápido los lleva a apartarse de su ley fundamenta­l, ganar dinero satisfacie­ndo necesidade­s humanas. Empresas que renuncian a satisfacer deseos para suministra­r pequeñas dosis de ilusorio placer; incentivan­do las compras compulsiva­s, el sexo compulsivo, la presencia convulsiva en las redes sociales o el deseo exacerbado, apetencia más bien, de reconocimi­ento social. Un modelo sostenido en apetencias en vez de en deseos no es sostenible y por ahí viene la aute ntica refundacio n del capitalism­o, ¿satisfacer deseos profundos que mejoren la calidad de vida o incentivar la adicción caprichosa insostenib­le en el tiempo? Vamos a engañarnos y dime, mi cielo, que esto va a durar siempre, suena de nuevo Doctor Deseo.n

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