Refundar el capitalismo: deseo o apetencia
La ley de la empresa es ganar dinero, pero ni todos los que ganan dinero son una empresa, ni todas las empresas ganan dinero
Se oye a menudo aquí y alla que hay que refundar el capitalismo, que no da más de sí . Lo que se dice menos que es supone refundar al ser humano y eso, claro, es más complejo.
La ley de la empresa es ganar dinero, pero ni todos los que ganan dinero son una empresa, ni todas las empresas ganan dinero. Las empresas ganan dinero satisfaciendo necesidades humanas. Decía Antonio Vega, «De sol, espiga y deseo, son sus manos en mi pelo». Una necesidad se transforma en deseo cuando identifica el objeto que puede satisfacerla, dice Kotler, el autoproclamado padre del marketing.
Volvamos a la música y pinchemos otro disco, Doctor Deseo, un ochentero grupo de Bilbao. El deseo es la esencia del hombre escribio Baruch Spinoza; las empresas, entonces, intentan satisfacer la esencia del hombre para ganar dinero. Pocas bromas.
Los deseos empujan a la accio n, al consumo; pero satisfacerlos no agota la capacidad de desear. El deseo tiene una parte imaginaria y otra consciente. No es lo mismo sentir hambre que el deseo de cenar en Diverxo con un grupo de buenos amigos; pero tanto el hambre como la cena de Diverxo nos empujan a la accio n y una vez consumida volveremos a desear repetir, o no, que hay amigos muy pesados. Platón habla de los deseos que dan placer al cuerpo y los que dan placer a la mente, estos últimos son inagotables. Las empresas buscan ganar dinero satisfaciendo necesidades y las necesidades son interminables, inagotables, somos un «deseo interminable» (Jose Antonio Marina). ¿Y entonces? Nada que objetar a refundar el capitalismo; pero sabiendo que eso supone refundar el deseo, como apuntó Gastón Bachelard, el hombre es una creación del deseo, no de la necesidad.
No todas las decisiones las tomamos porque realmente deseemos algo, hay decisiones que que no se piensan mucho, son caprichos. Las necesidades tienen que ver con los deseos, ya esta dicho; los caprichos, en cambio, con los antojos, con las apetencias. Las personas echamos mano de la educación para aprender a regular nuestros deseos, los maleducados son muy consumistas. La educación evita que los antojos se apoderen de nosotros; pero, tambie n, potencia el disfrute del deseo. Y aquí viene el meollo
Algunas empresas han visto que hay personas superadas por sus caprichos e incapaces de embridar sus deseos, y su ansia de beneficio rápido los lleva a apartarse de su ley fundamental, ganar dinero satisfaciendo necesidades humanas. Empresas que renuncian a satisfacer deseos para suministrar pequeñas dosis de ilusorio placer; incentivando las compras compulsivas, el sexo compulsivo, la presencia convulsiva en las redes sociales o el deseo exacerbado, apetencia más bien, de reconocimiento social. Un modelo sostenido en apetencias en vez de en deseos no es sostenible y por ahí viene la aute ntica refundacio n del capitalismo, ¿satisfacer deseos profundos que mejoren la calidad de vida o incentivar la adicción caprichosa insostenible en el tiempo? Vamos a engañarnos y dime, mi cielo, que esto va a durar siempre, suena de nuevo Doctor Deseo.n