“Era el momento de hacer de mí, de mostrar lo que yo soy”
Sara Baras (Cádiz, 1971) evoca a los tótems del flamenco en el espectáculo Voces, que se instala en el Tívoli de Barcelona entre el 6 de abril y el 1 de mayo tras una larga, y muy fructífera, trayectoria por todo el mundo. El espectáculo es un emotivo homenaje de la incansable bailaora al genio de los que considera sus maestros: Paco de Lucía, Carmen Amaya, Camarón, Enrique Morente, Moraíto y, por supuesto, Antonio Gades. –¿Por qué este homenaje a los grandes dioses del flamenco? –En Voces nace de un momento muy triste, que es cuando Paco de Lucía se nos va. Sentí que tenía que dar agradecer a los maestros todo lo que nos han dado y enseñado. Cuando eres jovencita, haces caso a los maestros quizá solo porque son maestros, pero luego lo ves todo de otra manera y te das cuenta de la razón que tenían. Ofrecían consejos con sabiduría, pero de una manera muy honesta, como los que puede dar un padre o un buen amigo. –La muerte de Paco de Lucía le afectó profundamente. –Supe que Paco había muerto dos días antes de que estrenáramos Carmen en Londres. Había una rueda de prensa y por primera vez en mi vida no pude contestar ninguna pregunta. Me derrumbaba. Fue un golpe muy duro, y aún me duele. Ahora pienso en aquel día en Londres y me entran ganas como de llorar. No he podido llenar aún ese hueco. Le adoraba. Ay, me he puesto sensible... –Partiendo del duelo, Voces transmite una energía alegre, de celebración. ¿Está de acuerdo? –Cuando ensayábamos Voces, pensaba que sería un martirio, pero con el tiempo he aprendido a sentir el espectáculo como algo positivo y muy bonito. Buscar a tu maestro y encontrar tu verdad... Termino la farruca y miro hacia arriba y siento que hablo con Paco. Y le digo que esto sí o que esto no, que aquello me ha salido bien o que quizá lo otro me saldrá mejor mañana. ¡He entrado en trance! Yo no creo en cosas raras, pero cuando bailo sé que hay ciertos momentos en los que él me está viendo y que si fallo me dirá: “No importa, Sarita”. –¿Qué le debe usted a cada uno de los maestros a los que rinde homenaje en este espectáculo? –Menos a Carmen Amaya, porque pertenece a una generación anterior, he podido conocerles a todos afortunadamente. Moraíto fue siempre muy especial: compañero y amigo como Dios manda. En cuanto a Antonio Gades... Una vez coincidimos en Tokio. Yo actuaba en una sala pequeñita y él vino a vernos y nos invitó a los ensayos. Verle dirigir y enseñar fue algo para lo que no existen las palabras. Y Morente... fue un hombre que contagió a toda mi generación, que la impulsó a leer poesía. Un tío con un nivel cultura bestial, no solo de flamenco. Lo mismo que Camarón [silencio]. –Usted, de jovencita, actuó mucho con Camarón en San Fernando... –Verlo cantar a tu lado era sentir que tenías un monstruo a tu vera y luego veías que comía contigo lo mismo que tú y no podías entenderlo. ¡Pero esto qué es! Lo mismo que Paco: gente humilde y grande al mismo tiempo, capaz de contagiarte su grandeza, de abrir las puertas del mundo a un arte minoritario como el flamenco. He tenido una vida llena de maestros. –En los últimos tiempos, usted ha sido Carmen, Juana La Loca, Mariana Pineda... ¿Se ha sentido más cómoda sin tener que interpretar ningún personaje en Voces? –Es más difícil hacer de ti que interpretar, porque me daba miedo pensar que no tenía nada que decir. Cuando te metes en el papel de una mujer tan fuerte co- mo son Juana la Loca, Mariana Pineda, Carmen o Medusa, tú solo tienes que soñar cómo bailarían ellas. Sueñas y creces con ellas. Sin embargo, creo que ya era el momento de hacer de mí en el escenario, necesitaba mostrar lo que yo soy, sin más, y ha sido de la manera más sencilla. Voces no es la producción más grande que he hecho. Simplemente era el momento de estar un poco más sola ante el peligro, de ser sincera conmigo misma. En cualquier caso, me gusta mucho estar en ese punto intermedio entre soñar que eres alguien y hacer de ti en un escenario. –Ha actuado en muchas ocasiones fuera de España. ¿Cuál es, en su opinión, la razón del éxito del flamenco en el extranjero? –Como decía Camarón, el flamenco tiene solo una escuela: transmite o no transmite. Sentir o no sentir. Tú vas al teatro y te dejas llevar. Sientes y se acabó. El flamenco no entiende de fronteras ni de lenguas, simplemente va directo al corazón. Aunque culturalmente estés alejado y te pierdas detalles en el camino. Estás en Hong Kong y en un momento del espectáculo se escucha la voz de Paco de Lucía diciendo: “Yo sin el mar no podría vivir”. Y el teatro se cae. Es bestial. –Su compañía está a punto de cumplir 20 años. ¿Ha sido muy difícil llegar hasta aquí? –Mucho... Echas la vista atrás y ves la crisis terrible que hemos superado Bueno, la crisis todavía sigue: la asistencia a los teatros ha bajado mucho. Pero todo hay que agradecérselo al público. –Usted fue madre hace cinco años. ¿De qué manera le ha influido la maternidad en su baile? –Ser madre es lo más grande que me ha pasado en toda mi vida. Jamás habría pensado que la maternidad pudiera influir en mi forma de bailar como lo ha hecho. Pero creo que ahora bailo mejor y, sobre todo, que soy mejor persona. Lo que llevo fatal es separarme del niño cuando tengo que salir de gira. Siento como si me arrancaran un brazo. –Pudiéndoselo permitir, ¿por qué nunca ha querido ser una diva? –Es que soy una persona muy sencilla, aunque viva sensaciones tan fuertes como entregar tu alma a miles de personas en un escenario cada noche. A veces leo cosas de otros artistas, sus excentricidades, y me quedo muy sorprendida. Yo no tengo gustos raros, ni peticiones extrañas, ni tampoco manías. Creo que soy demasiado normal.
El flamenco no entiende de lenguas ni de fronteras, va directo al corazón. Aunque estés alejado culturalmente” Ser madre es lo más grande que me ha pasado. Jamás habría pensado que pudiera influirme, Ahora bailo mejor”