El Periódico - Català - Dominical
La vida sigue igual
El afán confiscatorio de los poderosos se perpetúa. Leo en XLSemanal como, en el siglo XIV, el rey Felipe IV orquestó una campaña de desprestigio de la Orden del Temple para expoliar sus bienes. Hoy, que nos creemos más libres, más iguales y que aceptamos y reconocemos tener unos derechos, seguimos padeciendo los apetitos confiscatorios del poder. Los antiguos recaudadores han evolucionado y se han organizado en entes con ingentes recursos para exigir el cumplimiento de cualquier requisito impositivo, en particular, a todos aquellos que, calificados como clase baja, media o profesionales sin más, se asemejan a los siervos, gremios y vasallos de entonces. A estos profesionales del impuesto les prima el afán recaudatorio, máxime cuando se les asignan objetivos y se los incentiva por ello. En tales circunstancias, interpretan las normas en favor de la recaudación, sin atender razón alguna en favor del administrado. He tratado de cumplir escrupulosamente con la ley. Sin embargo, desde enero de 2015 permanezco sujeto a la arbitrariedad de la Agencia Tributaria, que no presta atención a mis hechos y razones, sintiéndome arrojado a un Tribunal del que no es ajena la Agencia, sin plazo ni esperanza de un trato y solución justa que solo me ha deparado disgustos, gastos y multas. Cualquier consultor fiscal me da la razón, pero la Agencia se limita a negarlo y a remitirme al abismo sideral y oscuro sine die del Tribunal Económico Administrativo. ¿En qué hemos avanzado? Tanto andar para llegar al mismo sitio.