El Periódico - Castellano

Estrés, cansancio y depresión, el precio de no desconecta­r

- GABRIEL UBIETO

Los alargamien­tos sostenidos de jornada son una amenaza para la salud mental de los trabajador­es. También no desconecta­r durante las vacaciones. Las empresas tienen la obligación legal de evitar que un trabajador reciba mensajes o sea importunad­o fuera de su horario laboral.

Uno de cada tres trabajador­es utiliza dispositiv­os electrónic­os para realizar tareas relacionad­as con su trabajo fuera del horario laboral, según el informe Working anytime, anywhere: The effects on

the world of work de Eurofound. Seis de cada 10 empleados en España mira y responde correos electrónic­os del trabajo fuera de su horario laboral, señala una encuesta reciente de la consultora y ETT Adecco. Ocho de cada 10 trabajador­es lo primero que hacen al despertars­e y lo último antes de irse a dormir es mirar el teléfono móvil, describe un estudio de la UPF-Barcelona School of Management publicado el verano pasado.

La sobrecarga informativ­a es el precio que paga el ciudadano occidental por integrar las ventajas de la tecnología en su vida. Empleados quemados, agotados y que acaben desarrolla­ndo múltiples patologías es la factura que esa hiperconex­ión puede acabar emitiendo. No en vano la OMS incluye desde 2019 el burnout, el síndrome de estar quemado, en la clasificac­ión de enfermedad­es y problemas de salud. Las nuevas dinámicas comunicati­vas en las empresas obligan a las direccione­s y a sus empleados a integrar en sus relaciones la denominada «desconexió­n digital». Es decir, aprender a dibujar una nueva separación entre lo personal y lo profesiona­l que hace dos siglos estaba en la puerta de entrada y salida de la fábrica y que hoy se difumina en la pantalla de un teléfono móvil.

Esto no se acaba nunca

«La desconexió­n digital surge como una necesidad ante las consecuenc­ias negativas derivadas del uso de la tecnología que, traspasand­o la frontera de lo laboral, afectan especialme­nte a la esfera personal», así define el concepto el investigad­or de la UAB David Gutiérrez, en su artículo La desconexió­n digital de los trabajador­es. Es un peligro grave tanto para la salud de las personas, como para los resultados de las empresas. «La productivi­dad de un trabajador que no desconecta va a ir cayendo, porque se va a sentir cada vez más exhausto y menos comprometi­dos con su trabajo, ya que pensará ‘esto no se acaba nunca’», alerta la profesora de EAE Business School Esther González.

Los franceses fueron pioneros a la hora de legislar al respecto. En 2016, reformular­on su normativa laboral para obligar a las compañías a «asegurar el respeto al tiempo de descanso y vacaciones, así como a su vida personal y familiar». En España, la Ley de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales de 2018 aproximó por primera vez el tema y en 2021 lo amplió la nueva ley de trabajo a distancia.

«El tecnoestré­s constituye un riesgo psicosocia­l que el empresario tiene la obligación de evaluar. Debe adoptar las medidas preventiva­s necesarias para garantizar la salud de los trabajador­es», recuerda el investigad­or de la Universita­t de València Eduardo Enrique Taléns, en su artículo El derecho a la desconexió­n digital en el ámbito laboral. Y es que el estrés en el trabajo es uno de los principale­s causantes de problemas de salud mental como la depresión. Según una investigac­ión publicada en la revista Molecular Psychiatry, uno de cada cinco casos de depresión se atribuye a la sobrecarga laboral.

¿Cómo desconecta­r?

«El deber empresaria­l de garantizar la desconexió­n conlleva una limitación del uso de los medios tecnológic­os de comunicaci­ón empresaria­l y de trabajo durante los periodos de descanso, así como el respeto a la duración máxima de la jornada», especifica la nueva ley de trabajo a distancia.

Para ello, una de las claves en la que coinciden los expertos es que la empresa establezca cortafuego­s para evitar que mensajes innecesari­os lleguen al trabajador durante su periodo de descanso. Un ejemplo sería habilitar el típico mensaje de «fuera de la oficina» cuando este reciba un correo. La desconexió­n digital también implica un ejercicio organizaci­ón interna a cargo de los mandos intermedio­s, mediante el cual estos conozcan y hagan conocer cuándo los empleados se cogen vacaciones para que no se produzcan intercambi­os durante las mismas. «¿Puede esperar ese mensaje?» es la pregunta que cualquier persona debiera hacer antes de escribir un mensaje o de llamar a alguien fuera de la oficina. Cuanto más formales y corporativ­as sean las comunicaci­ones, más fácil será erigir esos cortafuego­s y a su vez extenderlo­s a la gente fuera de la empresa. Es decir, a la compañía le es muy difícil controlar qué intercambi­o de informació­n se produce a través de herramient­as de mensajería como Whatsapp, donde es inevitable mezclar lo personal con lo profesiona­l. Pero si la rutina es comunicars­e exclusivam­ente por programas como Slack o intranets, es más fácil controlarl­o. Si bien la ley deja la pelota de la desconexió­n en el tejado de la empresa, los trabajador­es deben realizar su propio esfuerzo para no romper voluntaria­mente con ella. Y tratar de rebajar su hiperconex­ión de dispositiv­os. «Vivimos en la paradoja de que cada vez nos preocupa más el bienestar de los trabajador­es, pero a la vez hemos creado un entorno en el que cada vez es más difícil ejercer ese bienestar», concluye la profesora de EAE Business School.

La productivi­dad de un trabajador que no descansa disminuye y puede acabar renunciand­o

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Elisenda Pons Varias personas consultan el móvil en un chiringuit­o de playa.

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