Estrés, cansancio y depresión, el precio de no desconectar
Los alargamientos sostenidos de jornada son una amenaza para la salud mental de los trabajadores. También no desconectar durante las vacaciones. Las empresas tienen la obligación legal de evitar que un trabajador reciba mensajes o sea importunado fuera de su horario laboral.
Uno de cada tres trabajadores utiliza dispositivos electrónicos para realizar tareas relacionadas con su trabajo fuera del horario laboral, según el informe Working anytime, anywhere: The effects on
the world of work de Eurofound. Seis de cada 10 empleados en España mira y responde correos electrónicos del trabajo fuera de su horario laboral, señala una encuesta reciente de la consultora y ETT Adecco. Ocho de cada 10 trabajadores lo primero que hacen al despertarse y lo último antes de irse a dormir es mirar el teléfono móvil, describe un estudio de la UPF-Barcelona School of Management publicado el verano pasado.
La sobrecarga informativa es el precio que paga el ciudadano occidental por integrar las ventajas de la tecnología en su vida. Empleados quemados, agotados y que acaben desarrollando múltiples patologías es la factura que esa hiperconexión puede acabar emitiendo. No en vano la OMS incluye desde 2019 el burnout, el síndrome de estar quemado, en la clasificación de enfermedades y problemas de salud. Las nuevas dinámicas comunicativas en las empresas obligan a las direcciones y a sus empleados a integrar en sus relaciones la denominada «desconexión digital». Es decir, aprender a dibujar una nueva separación entre lo personal y lo profesional que hace dos siglos estaba en la puerta de entrada y salida de la fábrica y que hoy se difumina en la pantalla de un teléfono móvil.
Esto no se acaba nunca
«La desconexión digital surge como una necesidad ante las consecuencias negativas derivadas del uso de la tecnología que, traspasando la frontera de lo laboral, afectan especialmente a la esfera personal», así define el concepto el investigador de la UAB David Gutiérrez, en su artículo La desconexión digital de los trabajadores. Es un peligro grave tanto para la salud de las personas, como para los resultados de las empresas. «La productividad de un trabajador que no desconecta va a ir cayendo, porque se va a sentir cada vez más exhausto y menos comprometidos con su trabajo, ya que pensará ‘esto no se acaba nunca’», alerta la profesora de EAE Business School Esther González.
Los franceses fueron pioneros a la hora de legislar al respecto. En 2016, reformularon su normativa laboral para obligar a las compañías a «asegurar el respeto al tiempo de descanso y vacaciones, así como a su vida personal y familiar». En España, la Ley de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales de 2018 aproximó por primera vez el tema y en 2021 lo amplió la nueva ley de trabajo a distancia.
«El tecnoestrés constituye un riesgo psicosocial que el empresario tiene la obligación de evaluar. Debe adoptar las medidas preventivas necesarias para garantizar la salud de los trabajadores», recuerda el investigador de la Universitat de València Eduardo Enrique Taléns, en su artículo El derecho a la desconexión digital en el ámbito laboral. Y es que el estrés en el trabajo es uno de los principales causantes de problemas de salud mental como la depresión. Según una investigación publicada en la revista Molecular Psychiatry, uno de cada cinco casos de depresión se atribuye a la sobrecarga laboral.
¿Cómo desconectar?
«El deber empresarial de garantizar la desconexión conlleva una limitación del uso de los medios tecnológicos de comunicación empresarial y de trabajo durante los periodos de descanso, así como el respeto a la duración máxima de la jornada», especifica la nueva ley de trabajo a distancia.
Para ello, una de las claves en la que coinciden los expertos es que la empresa establezca cortafuegos para evitar que mensajes innecesarios lleguen al trabajador durante su periodo de descanso. Un ejemplo sería habilitar el típico mensaje de «fuera de la oficina» cuando este reciba un correo. La desconexión digital también implica un ejercicio organización interna a cargo de los mandos intermedios, mediante el cual estos conozcan y hagan conocer cuándo los empleados se cogen vacaciones para que no se produzcan intercambios durante las mismas. «¿Puede esperar ese mensaje?» es la pregunta que cualquier persona debiera hacer antes de escribir un mensaje o de llamar a alguien fuera de la oficina. Cuanto más formales y corporativas sean las comunicaciones, más fácil será erigir esos cortafuegos y a su vez extenderlos a la gente fuera de la empresa. Es decir, a la compañía le es muy difícil controlar qué intercambio de información se produce a través de herramientas de mensajería como Whatsapp, donde es inevitable mezclar lo personal con lo profesional. Pero si la rutina es comunicarse exclusivamente por programas como Slack o intranets, es más fácil controlarlo. Si bien la ley deja la pelota de la desconexión en el tejado de la empresa, los trabajadores deben realizar su propio esfuerzo para no romper voluntariamente con ella. Y tratar de rebajar su hiperconexión de dispositivos. «Vivimos en la paradoja de que cada vez nos preocupa más el bienestar de los trabajadores, pero a la vez hemos creado un entorno en el que cada vez es más difícil ejercer ese bienestar», concluye la profesora de EAE Business School.
La productividad de un trabajador que no descansa disminuye y puede acabar renunciando