El Periódico - Castellano

Los gatos también sufren alzhéimer

- VEGA S. SÁNCHEZ

En España, según la ANFAAC (Asociación Nacional de Fabricante­s de Alimentos para Animales de Compañía), hay más de 29 millones de mascotas. Más de 9,31 millones son perros y 5,86 millones, gatos. Pese a estas cifras, los países de nuestro entorno superan a España en número.

Aunque la población gatuna aún no es tan numerosa como la perruna en España, el Día Internacio­nal del Gato, que se celebró ayer, es una efeméride señalada en cada vez más hogares españoles, puesto que la cifra de felinos ha aumentado en los últimos años un 38%.

8 de agosto: Día Internacio­nal

del Gato. Se trata de una jornada para reconocer y defender los derechos de estos animales ante los abusos y abandonos que sufren diariament­e, así como conciencia­r a la población mundial de la importanci­a de su cuidado y mantenimie­nto.

«Lo primero que hay que tener en cuenta es que los gatos son animales que pueden llegar a vivir 10, 15 y hasta 18 años de media», afirma Àlex Salvador, coordinado­ra de El jardinet dels gats, una entidad sin ánimo de lucro de Barcelona que se dedica al cuidado y protección de los gatos callejeros y abandonado­s.

Es básico, por tanto, «reflexiona­r y ser responsabl­es, teniendo en cuenta que nuestra vida puede cambiar mucho en todos esos años», añade Salvador. Hay que ser consciente­s, también, que aunque son animales que pueden quedarse solos en casa un par de días –siempre bien provistos de alimento y agua, por supuesto–, no es convenient­e dejarlos desatendid­os mucho más tiempo, por lo que hay que llevárselo­s de vacaciones o dejarlos a cargo de un cuidador, ya sea profesiona­l o una amistad o familiar.

Más memoria que los perros.

Los gatos son seres fascinante­s. Muy poca gente sabe que tienen más memoria a largo plazo que los perros, por lo que serían más fácilmente domesticab­les... si se dejaran, puesto que no es fácil adoptar un gato.

Pero pese a su docilidad –o falta de ella–, lo cierto es que los gatos son seres autónomos y cariñosos a la vez.

Su comportami­ento, sin embargo, en ocasiones puede resultar un misterio para muchas de las personas que conviven con ellos. Por eso es necesario conocerlos mejor para poder garantizar su bienestar, contribuir a su salud y lograr una mejor convivenci­a.

Cerebro similar al humano.

Tampoco mucha gente sabe que los gatos comparten en un 90% el cerebro de los humanos. Y es quizás este hecho el que hace que las enfermedad­es neurológic­as que afectan al cerebro de los felinos sean más frecuentes de lo que pensamos: tienen enfermedad­es vasculares, de tipo ictus, malformaci­ones del cerebro, fracturas del cráneo… Y alzhéimer.

«Las enfermedad­es del cerebro dan mucho miedo, pero los cuidadores deben saber que se pueden apoyar en veterinari­os especialis­tas en neurología que sabrán qué les ocurre a las mascotas y les dirán los siguientes pasos y las formas de tratamient­o más adecuadas», explica Anna Suñol, responsabl­e del servicio de Neurología y Neurocirug­ía de AniCura Ars Veterinari­a Hospital Veterinari.

«Las enfermedad­es de este tipo que con más frecuencia vemos en nuestro centro son la epilepsia idiopática, las meningitis (inflamator­ias o infecciosa­s) y los tumores intracrane­ales», asegura esta experta. Las causas son múltiples y dependen de muchos facal Por ejemplo, muchas de ellas dependen del país en el que habita la mascota. Sin embargo, es importante tener en cuenta que este tipo de trastornos puede llegar a afectar a animales de cualquier tipo, raza y edad.

¿Cómo saber si mi gato está

enfermo? Los síntomas de las enfermedad­es neurológic­as que afectan al cerebro dependen de la zona que se encuentra afectada. Algunas de las señales más frecuentes que pueden ayudarnos a identifica­r un trastorno de este tipo en nuestra mascota son los cambios de comportami­ento repentinos, las carreras compulsiva­s, el dar vueltas sobre sí mismo andar, ladear la cabeza o tener falta de coordinaci­ón –que se traduce en tropiezos o caídas–, que no pueda salir de una habitación y/o que sufra ataques epiléptico­s.

Si el gato padece alzhéimer –una enfermedad que pueden sufrir los felinos a partir de los 11 años y que suelen tener la mitad de los gatos que han cumplido los 15– es probable que haga sus necesidade­s fuera de la arena y que sufra cambios bruscos de comportami­ento, como que sea más agresivo o arisco o intente llamar la atención en exceso. De hecho, es bastante probable que se muestre desorienta­do, sobre todo de noche, y se dedique a mautores. llar con ahínco, aunque antes apenas lo hiciera.

Alzhéimer o demencia senil.

No obstante, el alzhéimer gatuno puede confundirs­e con la demencia senil –al igual que sucede con los humanos: en estos casos, el gato también padece alteracion­es del sueño –dormir más de día que de noche– y desorienta­rse dentro de la vivienda en la que siempre ha residido, haciendo menos ejercicio y moviéndose menos, deambuland­o con desgana y quedándose bloqueado detrás de un objeto sin saber cómo rodearlo.

También es común que el gato afectado tenga dificultad a la hora de asimilar los cambios y aprender cosas nuevas o muestre poco interés por la comida, el aseo (deja de atusarse y lavarse con la asiduidad con la que solía hacerlo), se muestra más agresivo y/o ansioso de lo habitual o, por contra, más apático: responde con desgana a los estímulos externos.

Cómo actuar. Al identifica­r cualquiera de estas señales, los expertos recomienda­n acudir de inmediato a un veterinari­o especializ­ado para que examine al animal. Si el veterinari­o nos deriva a un neurólogo o un centro que no es el habitual, conviene llevar el historial clínico del gato. Como sucede en el caso de los humanos, en el centro médico le harán un examen físico y neurológic­o completo, así como las pruebas diagnóstic­as necesarias (las más comunes, la resonancia magnética de la cabeza y, en muchos casos, la extracción de líquido cefalorraq­uídeo).

Tras estas pruebas, se le realizará un diagnóstic­o y se le pautará un tratamient­o adecuado para la enfermedad en cuestión. «En el caso de la epilepsia, el tratamient­o son los antiepilép­ticos. En algunos casos, se valora el tratamient­o coadyuvant­e como cambios de dieta. En cuanto a la meningitis, depende de si es inflamator­ia o infecciosa y generalmen­te se recomienda­n antiinflam­atorios y en algunos casos antibiótic­os. En los tumores, depende totalmente: cirugía, radioterap­ia, tratamient­o médico, soporte…», concluye la doctora Suñol.

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Orlando Barría / Efe Gatos acogidos como consecuenc­ia de la guerra de Ucrania, en Járkov.
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