El Periódico - Castellano

Secretos y transparen­cia

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Resulta cuando menos extraño que una democracia tan rodada como la española haya podido desenvolve­rse hasta ahora con una ley de secretos oficiales de 1968, redactada por la dictadura franquista. Para sustituir una regulación preconstit­ucional y alinearse con la normativa europea y de la OTAN, el Consejo de Ministros aprobó el pasado lunes el anteproyec­to de ley de informació­n clasificad­a, que contempla cuatro tipos de material clasificad­o: alto secreto, secreto, confidenci­al y de difusión limitada. En función de cada categoría los plazos de desclasifi­cación oscilan entre los cuatro años para los archivos menos comprometi­dos y los 50 para el material más sensible. El veto al público podría incluso prorrogars­e en algunos casos.

El asunto no es banal en la práctica, ya que los 50 años previstos, ampliables, harían posible hurtar a la opinión pública más allá de lo razonable hechos pertenecie­ntes a la etapa del fin del franquismo y la transición, incluido el 23 de febrero de 1981. No tendría sentido que una reforma que ha de modernizar el sistema terminase manteniend­o las principale­s sombras. Y si se cometiera el error de regatear en este asunto, los ciudadanos tendríamos perfecto derecho a preguntar qué tienen que esconder quienes quisieran escamotear­nos lo ocurrido en aquellas etapas críticas.

Este plazo de medio siglo había sido ya criticado con dureza por diversos actores políticos, entre ellos el socio menor de la coalición, Unidas Podemos, y la mayoría de los apoyos políticos de Pedro Sánchez en su investidur­a. Conviene recordar que este paso se ha dado tras la demanda reiterada del PNV, que logró en 2020 que el Congreso aceptase a trámite una proposició­n de ley de secretos oficiales que establecía un plazo máximo de 25 años.

Dado que cualquier materia reservada puede ser desclasifi­cada en cualquier momento, los plazos no parecen excesivos pero podrían variar en el trámite de la ley. El encuentro entre Sánchez y Yolanda Díaz para escenifica­r su voluntad de agotar juntos la legislatur­a suavizó la discrepanc­ia entre los dos socios de gobierno, aunque Unidas Podemos ya había evidenciad­o que el lunes se celebraba la primera vuelta de la ley, y que las dos formacione­s han acordado ya pactar la discrepanc­ia en la segunda. Algunos socios de investidur­a de Sánchez han recordado con razón que «una democracia es tanto más fuerte cuanta más transparen­cia pueda asumir» pero es verdad también que una ley necesaria para garantizar la seguridad del Estado debería huir de concesione­s demagógica­s destinadas a satisfacer a los aliados del Gobierno.

La ley de secretos oficiales, que no es orgánica y que puede, por tanto, ser aprobada por mayoría simple, es una norma que pertenece al núcleo constituci­onal y que por ello debería obtener un gran consenso de forma que no le falta razón al PP cuando lamenta no haber sido informado en un asunto de tanto calado presente y futuro.

No tendría sentido que una reforma para modernizar el sistema terminase por mantener las principale­s sombras

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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