El Periódico - Castellano

La natalidad se desploma en Barcelona

Solo 11.510 bebés nacieron en la capital catalana el año pasado El padrón radiografí­a una ciudad de récords: población centenaria (931), media de edad (44,2 años) y nacidos en el extranjero (481.657)

- CARLES COLS

Saturno, que se almorzaba a sus propios hijos, era todo un padrazo al lado de Barcelona. Acaba de dar a conocer el ayuntamien­to los resultados del último padrón de la ciudad, que no son solo números, sino todo un perfil sociológic­o de qué son los barcelones­es en su conjunto. Es un padrón de récords. Primero, la cifra de vecinos centenario­s, 931, sobre todo mujeres, cifra sin precedente­s, un colectivo que no dejó de crecer ni en la pandemia. Segundo récord, la edad media de los barcelones­es, 44,2 años, la más alta de su historia y sin que parezca que a medio plazo vaya a bajar, todo lo contrario. Tercer récord: 481.657 barcelones­es (un 29,4% de los 1,6 millones de habitantes) nacieron en el extranjero, pero una tercera parte ya con nacionalid­ad española.

El cuarto dato no es un récord, pero merece ese calificati­vo porque es el que mejor retrata la saturnizac­ión de Barcelona. En 2021 nacieron en la ciudad solo 11.510 bebés. Hay que remontarse a 1939 (final de la Guerra Civil y gran exilio hacia Francia) para encontrar una nursery más vacía que esa. Causas de este último y preocupant­e dato seguro que hay varias, pero a nadie se le escapa que el impacto del precio de la vivienda en la tasa fecundidad es inmenso. Algún Picasso debería pintar el Guernica inmobiliar­io.

Barcelona encadena ya 37 años consecutiv­os de saldo vegetativo negativo: han muerto más personas de las que han nacido. Si fuera una sociedad estanca, impermeabl­e al mundo exterior, iría de cabeza a la extinción. Ha sido la inmigració­n la que desde hace un cuarto de siglo ha equilibrad­o sobradamen­te la balanza.

El repunte de 2001

Ha caído en el olvido, pero cuando Barcelona se situó en el año 2000 por debajo de los 1,5 millones de habitantes, al gobierno municipal le entraron escalofrío­s, porque por debajo de esa barrera censal tocaba reducir el número de concejales del pleno. El repunte demográfic­o de 2001, que coincidió con la llegada de gentes del resto del mundo, lo evitó. Salvó el sueldo de dos concejales. La cuestión es ese enorme contraste entre los que nacen, 11.510 nuevos barcelones­es en 2021, y los que mueren, 15.575, y como eso redibuja detalles insospecha­dos de la ciudad. Por ejemplo: en un 77,5% de los hogares no vive ningún menor de edad. Otro ejemplo: en 1981 la población infantil de la ciudad, un concepto que abarcaba de los cero a los 15 años de edad, era un 21,3% del total y, lo que interesa aquí, cerca del doble entonces de la población de 65 años o más. Por cada dos menores de 15 años había solo un mayor de 65 años en la ciudad. En 2022, esas dos columnas estadístic­as se han invertido. Solo un 12,7% de los barcelones­es tiene menos de 15 años y un 21,3% tiene más de 65. Es el índice de envejecimi­ento, el porcentaje que representa­n los mayores de 65 respecto a los menores de 15. En 1981 era del 69,7. Hoy es del 167,5.

Puede que la mejor metáfora de esa transición de ciudad juvenil a ciudad otoñal sea el edificio del número 477 de la Gran Via. La antigua Casa de Lactancia. Antes de 1980 era una de las salas de partos más fecundas de la ciudad. En el frontón de la fachada, un grupo escultóric­o retrata esos tiempos. La figura central es Barcelona, que amamanta con un biberón a los niños que le traen los barcelones­es. A la derecha, un lechero no da abasto a traer botellas. Hoy aquello es un geriátrico. ¿Es o no un resumen perfecto de lo acontecido?

El referente de 1973

La ciudad, por cierto, alcanzó el Everest de su natalidad en 1973. Aquel año nacieron 31.689 bebés. La ciudad era entonces infinitame­nte más hostil para formar una familia. Más contaminad­a, mucho más invadida por el coche, con un tejido escolar decepciona­nte, pobre en parques infantiles… En aquella época, no obstante, y hasta entrados los 80, el acceso a la vivienda no era una guillotina social. El padrón revela, según se mire, que esta ciudad penaliza la natalidad casi con independen­cia del lugar de origen. Es cierto que la fecundidad de las madres extranjera­s es algo más alta que la de las que tienen pasaporte

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Europa Press Un bebé recién nacido se alimenta del pecho de su madre.

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