Las catedrales del vino
La inauguración de una bodega para producir vino no parece una noticia demasiado destacable, pero si se tienen en cuenta las características del proyecto es fácil darse cuenta de su trascendencia. Después de 20 años, el Grup Peralada por fin ha podido presentar en sociedad las nuevas instalaciones creadas por el prestigioso despacho RCR. Una obra de 18.200 metros cuadrados que, en palabras del arquitecto Rafael Aranda, es silenciosa, atemporal y, sobre todo, respetuosa con el entorno. Sus propietarios tenían claro que querían construir un espacio que fuera algo más que un edificio funcional. Querían que se convirtiera en un verdadero legado para las tierras ampurdanesas. No es la primera vez que en Catalunya el mundo del vino y la arquitectura más avanzada del momento se dan la mano. Ahora hace precisamente 100 años se vivía el máximo esplendor de lo que se conoce como las catedrales del vino. Un episodio excepcional que vale la pena conocer y reivindicar.
Todo empezó a finales del siglo XIX, cuando Catalunya sufrió una fuerte crisis en el sector por culpa de la llegada de la filoxera. De entrada, aquel voraz insecto había empezado diezmando la producción vinícola francesa, y en consecuencia, durante un cierto periodo de tiempo los viñedos catalanes no tuvieron competencia. La alegría duró poco, porque a ese maldito animalillo le faltó tiempo para saltar los Pirineos y arrasarlo todo. Entonces, atrapados por las deudas, los grandes propietarios empezaron a recortar gastos y a prescindir de mano de obra. A su vez, los pequeños campesinos tuvieron que buscar nuevas formas de organizarse para hacer frente a la grave situación. Así fue como nació el fenómeno del cooperativismo. En 1894 se fundó la pionera Societat Agrícola de Barberà de la Conca y a partir de ahí, poco a poco, surgieron entidades similares en todas partes. Uno de los que más creyó en este sistema organizativo
La nueva bodega del Grup Peralada no es el primer fruto de la alianza entre el vino y la gran arquitectura. Ahora hace precisamente 100 años se vivía el máximo esplendor de lo que se conoce como las catedrales del vino.
económico fue Josep Maria Rendé, de L’Espluga de Francolí. Mediante charlas y publicaciones se dedicó a contar las bondades del cooperativismo.
Esto ocurría cuando se vivía un momento político extraordinario. En 1914, las cuatro diputaciones provinciales consiguieron arrancar el permiso de Madrid para poder trabajar conjuntamente. Así nació la Mancomunitat de Catalunya. Su acción, pese a la limitación de sus competencias por parte del Gobierno central, fue extraordinaria en campos como la sanidad, la cultura, las infraestructuras y la agricultura. En este ámbito nombraron a Rendé como jefe de Acción Social Agraria y su misión fue impulsar el cooperativismo. Aquellas