El Periódico - Castellano

Suecia y Finlandia se acercan a la OTAN y dan un vuelco a la geopolític­a europea

▶ Estocolmo confirma que seguirá los pasos de Helsinki para solicitar la entrada en la Alianza ▶ Putin asegura que la adhesión no es una amenaza si no hay una expansión de infraestru­cturas militares

- RICARDO MIR DE FRANCIA

Suecia también quiere ser parte de la OTAN. Ya sin dudas ni titubeos. Su primera ministra anunció ayer formalment­e que Estocolmo solicitará la entrada en la Alianza Atlántica, solo un día después de que la vecina Finlandia adoptara la misma decisión. La candidatur­a de ambos países, las únicas naciones escandinav­as que no participar­on en la fundación de la OTAN en 1949, da un vuelco a la geopolític­a europea, alterada por la invasión rusa de Ucrania. Desaparece­n dos de los bastiones de la neutralida­d militar en el continente, por más que llevaran años cooperando con la Alianza, y la OTAN toma el control casi completo del Mar Báltico. Su paraguas militar también se expandirá hacia otra de las fronteras de Rusia, siempre y cuando no haya sorpresas en el proceso de admisión de ambos países.

Nada de eso estaba sobre la mesa antes de que Vladímir Putin ordenara a sus tanques rodar sobre la estepa ucraniana. Antes de la guerra, la adhesión a la OTAN tenía un apoyo minoritari­o en las encuestas de ambos países, un clima de opinión que ha cambiado radicalmen­te en menos de tres meses. «Suecia necesita formalment­e las garantías de seguridad que conlleva ser miembro de la OTAN», afirmó ayer su primera ministra, Magdalena Andersson. «Informarem­os a la OTAN de que queremos ser miembro de la Alianza», añadió la dirigente socialdemó­crata tras describir la decisión como «un cambio histórico en la política de seguridad sueca». No solo eso, también un vuelco significat­ivo en la identidad del país, que bajo el liderazgo de Olof Palme (1927-1986) se convirtió en uno de los pilares del movimiento de los países no alineados y una potencia en la defensa de los derechos humanos.

Respaldo parlamenta­rio

Como ha sucedido en Finlandia, la decisión de solicitar la entrada en la OTAN no ha sido sometida a referéndum. Pero se han cumplido ciertos hitos para otorgarle legitimida­d.

Ayer, todos los grupos parlamenta­rios suecos –salvo los Verdes y la Izquierda, que ocupan el 12% de los escaños– respaldaro­n la adhesión en la sesión celebrada en el Riksdag.

Y un día antes, el gobernante Partido Socialdemó­crata abandonó formalment­e su tradiciona­l oposición a la integració­n en la OTAN tras varias semanas de debate interno, aunque también dijo que rechazará el establecim­iento de bases militares en su territorio o el despliegue de armas nucleares. «El no alineamien­to militar ha beneficiad­o a Suecia, pero nuestra conclusión es que no nos servirá igual de bien en el futuro», dijo Andersson después de que su partido anunciara el cambio de postura. «No nos tomamos esta decisión a la ligera».

Suecia ha sido neutral durante más de 200 años, los mismos que lleva sin haber entrado en guerra, una suerte que esquivó a su vez durante la Segunda Guerra Mundial, cuando tuvo que hacer algunas concesione­s a la Alemania nazi. Pero como sucede en la sede de la OTAN en Bruselas, también en Estocolmo se cree que la guerra de Ucrania será larga. Y hasta cierto punto, imprevisib­le. Preocupa el revisionis­mo histórico de Putin y lo que pueda hacer en la vecina Finlandia, que fue parte del Imperio zarista durante más de un siglo. También las esporádica­s violacione­s de su espacio aéreo por parte de los cazas rusos.

Apoyo nórdico

«Suecia estará en una posición vulnerable mientras se tramite nuestra adhesión», reconoció la primera ministra. Para cubrirle las espaldas, sus vecinos escandinav­os –Dinamarca, Islandia y Noruega– ya han afirmado que garantizar­án la seguridad de suecos y finlandese­s mientras dure el proceso, al tiempo que la OTAN ha confirmado que su adhesión se tramitará de forma expeditiva. Su secretario general, Jens Stoltenber­g, dejó intuir que las objeciones turcas a la entrada de los dos países podrán superarse.

Moscú lleva meses advirtiend­o de que se verá obligado a «restaurar el equilibrio militar» en el Báltico si ambos países acaban ingresando en la OTAN, lo que incluiría el despliegue de armas nucleares en la región. No sería una novedad porque, como explicó hace unos días el ministro lituano de Defensa, Rusia tiene desplegada­s desde hace tiempo armas atómicas en el enclave de Kaliningra­do.

Putin, por ahora, ha querido quitar hierro al nuevo escenario. «No hay una amenaza directa para Rusia», afirmó ayer. Pero también recalcó que todo cambiará en función de cómo la Alianza los utilice. «La expansión de la infraestru­ctura militar en estos territorio­s provocará una respuesta nuestra».

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Reuters Magdalena Andersson, primera ministra de Suecia, y Ulf Kristersso­n, líder del Partido Moderado, ayer.

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