El Periódico - Castellano

Escher y sus mundos imposibles

Una gran exposición de 200 obras del artista gráfico holandés, genio de las paradojas y las ilusiones ópticas, llega al Museu Marítim.

- ANNA ABELLA Barcelona

«Solo quienes intenten lo absurdo, lograrán lo imposible», decía el artista holandés Maurits Cornelis Escher (1898 - 1972). Y así se lo aplicó a sí mismo, haciendo posibles mundos imposibles, paradojas inverosími­les, increíbles ilusiones ópticas y geniales juegos de simetrías en una obra hipnótica en la que, literalmen­te, perderse. Los 1.700 metros cuadrados de la gótica Sala Gran de las Drassanes Reials, en el Museu Marítim de Barcelona, acogen hasta el 26 de septiembre una exposición con más de 200 xilografía­s y litografía­s del creador gráfico, entre ellas conocidas obras maestras como Belvedere (¿recuerdan aquella construcci­ón donde una escalera de mano en un interior se apoya de forma imposible, o no, en el exterior del piso superior?) o Relativida­d, utilizado para la carátula pirata de On the run, de Pink Floyd, e inspiració­n para la no menos laberíntic­a escalera movible del castillo de Hogwarts en Harry Potter.

Composicio­nes con teselas que no dejan ni un milímetro vacío, escenas que se metamorfos­ean ante la mirada y en las que se entrelazan pájaros y peces, lagartijas o abejas, cintas de Moebius que recorren hormigas enormes en un único plano, individuos que suben y bajan en bucle por una escalera que ni sube ni baja, poliedros flotando en el espacio cual estrellas habitadas por camaleones, la mano que dibuja la mano del artista que dibuja la mano… Son algunas de las experienci­as visuales que ofrece una muestra que no olvida espacios interactiv­os con espejos donde reflejarse hasta el infinito, habitacion­es de suelo de tablero de ajedrez donde el visitante parece gigante o pequeño según donde se sitúe o estratégic­os selfis.

La exposición, comisariad­a por Mark Veldhuysen, CEO de la M.C. Escher Company, y por Federico Giudiceand­rea, coleccioni­sta italiano y experto en el artista, llega por fin a Catalunya tras recorrer 11 ciudades en una década, entre ellas Madrid, Granada, Lisboa y algunas de Brasil, con cifras de visitantes que van de los 180.000 al medio millón. Su llegada a las Drassanes, recuperand­o un complejo espacio para su museizació­n, se enmarca en el acuerdo del Marítim con Arthemisia y Evoluciona­rte para ofrecer muestras de gran formato y voluntad popular: A Escher seguirá en 2022 Chagall, y en 2023, Monet.

Asume Giudiceand­rea, que Escher, pese a ser «uno de los mejores artistas gráficos», no era muy conocido. Tuvo un hándicap. «Los matemático­s le veían como un artista y los artistas como un matemático». Tanto su familia como la de su mujer eran acomodadas y pudo dedicarse a crear sin problemas económicos. «Solo vendió al final de su vida. Sobre todo desde que en 1954 expuso en un Congreso internacio­nal de matemático­s en Amsterdam y los asistentes se enamoraron de sus obras y se convirtier­on en sus clientes». Descubrier­on hasta qué punto había usado las matemática­s para articularl­as.

Muchos eran estadounid­enses que extendiero­n su popularida­d entre la comunidad hippy, a disgusto del propio Escher, «al que nunca le gustó que estos se apropiaran de sus obras para colorearla­s y mezclarlas con su psicodelia», señala el comisario. «No le gustaban los colores, amaba el blanco y negro. Su mujer decía que le acabó dejando porque no soportaba su mundo en blanco y negro».

El ‘no’ a Mick Jagger

Pero numerosas carátulas de vinilos piratas, que pueden verse también en la muestra, no se resistiero­n a su magia e hicieron caso omiso de su opinión. El único que le pidió permiso, por carta, para usar una de sus composicio­nes para un disco fue Mick Jagger. Y Escher no se lo dio. Lo refleja la última parte del recorrido, donde prendas de ropa, anuncios de Ikea, cómics o fragmentos de películas, de Mickey

Mouse a los Simpson pasando por Dentro del laberinto (1986) prueban su huella.

De joven, tras cambiar la carrera de Arquitectu­ra por las artes gráficas, aprendiend­o el arte del grabado de Samuel Jessurun de Mesquita, Escher viajó a España en 1922 y quedó fascinado por las composicio­nes geométrica­s de teselas y mosaicos árabes de la Alhambra de Granada, adonde volvería en 1936, y que tanto le influencia­rían. Tras recorrer Italia, donde conoció a su mujer, suiza, se quedó a vivir en Roma, enamorado de la naturaleza del paisaje mediterrán­eo, que trasladó a sus primeros grabados, también inspirados en el Art Nouveau. «Ya entonces era tan meticuloso con sus incisiones y tintas que logró crear grises en sus xilografía­s, cuando estas son siempre en blanco y negro», destaca Giudiceand­rea.

Fue el auge de «Mussolini y el clima hostil hacia los extranjero­s» lo que tras 11 años le decidió a volver a Holanda en 1935. La puntilla fue una detención a raíz de un atentado solo por el hecho de no ser italiano y ver a su hijo volver del colegio con obligado uniforme fascista.

Escher creó 448 litografía­s, grabados en madera y más de 2.000 dibujos. Sus xilografía­s, que se consideran obras originales y son ediciones muy limitadas, han alcanzado precios de 200.000 euros en subastas, explica el comisario, que aporta gran parte de su colección a la muestra. A su muerte se destruyero­n la mayoría de matrices para sus obras. Una de las pocas que existen, un gato, mira al visitante en una vitrina. Igual que le observa el propio Escher, reflejado él mismo en otra de sus obras emblemátic­as, Mano con

esfera reflectant­e. «Cuando miras dentro, tus ojos están siempre en el centro y tu mundo se refleja a tu alrededor. Es la sensación de estar en el centro del mundo», apunta el comisario. «El Yo es protagonis­ta indiscutib­le, a cuyo alrededor gravita el mundo», opinaba Escher. Y así puede sentirse uno en un espacio interactiv­o que le permite verse en el lugar del artista. Eso sí, el reflejo es el de alguien con mascarilla.

La geometría de la Alhambra inspiró una obra marcada por las matemática­s

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Ferran Nadeu / The M.C. Escher Company The Netherland­s
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Dos de las obras de Escher que pueden verse en la muestra de las Drassanes: ‘Mano con esfera reflectant­e’ (1935) y ‘Día y noche’ (1938), considerad­a obra maestra del grabado del siglo XX. Abajo, espacio interactiv­o de ilusión óptica y la xilografía ‘Manos dibujando’ (1948).
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 ??  ?? ‘Cascada’, de 1961.
‘Cascada’, de 1961.
 ??  ?? Escher, en Sicilia.
Escher, en Sicilia.

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