La posición del PSC
Andábamos casi todos equivocados cuando decíamos que todo el pescado estaba vendido y que hasta el 9-N nos tocaría columpiarnos en un aburrido compás de espera. ¡Han pasado tantas cosas! Hechos de gran magnitud que no podíamos imaginar ni prever. Quizás todavía vendrán otros más inesperados, no lo sabemos. Ciertamente, las últimas elecciones no cambiarán nada en Europa donde, como se ve, es más importando el mariscal Draghi que la tropa de Bruselas y la oficialidad del Consejo. Contra lo que algunos ilusos, despistados o demagogos nos querían vender, Europa no cambia de rumbo. En cambio, las consecuencias de los resultados en algunos países provocan descalabros de envergadura.
Si el bipartidismo español no hubiera salido tan trasquilado de las urnas, es probable que el Príncipe hubiera tenido que esperar una temporadita para ser Felipe VI. Sobre el fulminado Rubalcaba, ya está todo dicho. Que Navarro se haya visto empujado a dimitir en vez de cumplir con sus afirmaciones y obligaciones demuestra que la sombra de las europeas es más alargada de lo que presumimos. Ahora el PSC, o los dos o tres, o quizás sobre todo uno, que lo manejan sin osar ponerse al frente, deberá reafirmar su posición contraria el proceso soberanista o replantearse la relación con el PSOE. Esta es la clave, no el nombre del sustituto. Por lo visto, la primera secretaría del PSC se ha convertido en el cargo político menos codiciado del mundo mundial. ¿Cómo se explica? Reculamos por las vías del tren.
La primera secretaría de los socialistas es el cargo político menos deseado del mundo
Después de la famosa sentencia contra el Estatut, el catalanismo –único motor de la Catalunya de los últimos dos siglos– consumó un cambio de carril que se preparaba desde años atrás. Del vial del pragmatismo reformista surgió una bifurcación en dirección a la soberanía. Al PSC le costó asumir que no era posible avanzar mucho trecho con un pie a cada lado de la bifurcación. Al final, y este es el mérito de Navarro, condenó la vía soberanista, como corresponde al que siempre ha sido una filial del PSOE, más o menos gesticuladora o molesta pero fiel.
Ahora bien, si la vía reformista, ahora llamada federal, se difumina en la niebla, extremo que tiene pinta de ser constatado en el congreso del PSOE, el PSC se verá abocado a eternizar el brindis de Navarro con el PP y C’s o bien a distanciarse del PSOE. Por mucho que los soberanistas del PSC se empeñen en hacer castillos en el aire, si ahora no conquistan su partido y lo cambian de vía, trabajo digno de Hércules por no decir de Sísifo, pueden abandonar toda esperanza, toda, de reconstruir el tren cuando acabe de descarrilar en las municipales del año próximo. El cambio de Pere Navarro por Núria Parlon, si se consuma, será una forma de acelerar, o de disimular, para asegurar este desenlace.