Joan Triadú, todavía
El día que corresponda, no se podrá escribir la historia cultural de este país (o de la cultura del país, que viene a ser lo mismo) durante la segunda mitad del siglo XX sin hablar de Joan Triadú. Él fue y sigue siendo uno de los emblemas de la fe y la constancia (para algunos, la tozudez) sin las cuales tantas cosas se habrían perdido y tantas otras se habrían quedado en la oscuridad de los años de plomo, los 40 y los 50, y aun en la media tiniebla de los sesenta. Una fe y una constancia a veces ciegas, siempre tozudas, que muchos creíamos (y querríamos) hoy ya superadas y que últimamente, cada día más, al leer el diario o escuchar las noticias nos tememos que tengan que volver a estar en la base de la agenda político-cultural de los próximos años.
«Todo se tiene que hacer como si fuese la última vez», decía Triadú. De aquí su rigor y su famosa exigencia, que era, de entrada, autoexigencia: una buena com-
Fue él quien primero me habló de Proust, Faulkner y Carson McCullers
binación para romper el tópico a menudo asociado al militantismo. Como también ayudaban a romper tópicos, en su caso, que fuese de fuera de Barcelona, el humilísimo origen familiar, el interés por la alta literatura y por la cultura popular, la suma de catalanismo encendido y fervorosa lectura y difusión de la mejor literatura internacional... A él fue a quien escuché hablar por primera vez de Proust, Faulkner o Carson McCullers, nombres de los que después, en algún caso, no me volverían a hablar en toda la carrera. Y en parte es por él por lo que hoy escribo originalmente estas líneas en catalán.
De todo esto habla Llegir com viure, la exposición recién inaugurada en el Palau Robert, en el paseo de Gràcia, donde se quedará hasta el 28 de abril (después irá a Vic, Sant Cugat, Granollers y L’Espluga de Francolí). La han comisariado con competencia y estima Susanna Àlvarez y JoanJosep Isern, que hacen hablar a Triadú a partir de sus artículos, de las Memòries d’un segle d’or y de la correspondencia. No le hacen decir nada que no hubiese escrito. Por esto nos invitan a leer como él vivió: con atención, con ilusión, con constancia. Todavía, y por muchos años más.