El Periódico - Castellano

Políticos: creemos en su palabra

- ENRIC Hernàndez DIRECTOR @Enric_Hernandez

Los antecedent­es nos demuestran que todos los partidos están igualmente comprometi­dos en la lucha contra la corrupción. Al menos, de palabra. Tan pronto como estalló el caso Filesa, hace ya veinte años, el PSOE ofreció a las restantes fuerzas un «compromiso» para combatir la corrupción y evitar su uso como arma política. Y, tras esquivar el caso Naseiro, José María Aznar hizo bandera de la regeneraci­ón democrátic­a ante los escándalos que presagiaba­n el ocaso de Felipe Gon

zález. Pero volvamos al presente. Este lunes, Josep Antoni Duran

Lleida, aún a la espera de la sentencia definitiva del caso Pallerols, propuso consensuar unas nuevas «reglas de juego» sobre la financiaci­ón de los partidos, el trato a dispensar a los políticos imputados y las comisiones de investigac­ión. Y ese mismo día Mariano Rajoy, tras desvelarse la fortuna que su extesorero Luis Bár-

cenas expatrió a Suiza y el (supuesto) cobro de sobresueld­os en negro por parte de dirigentes del PP, volvió a proponer, como Aznar dos décadas atrás, «un gran pacto contra la corrupción». ¿Qué más muestras precisan, incrédulos ciudadanos, para volver a creer en la palabra de nuestros responsabl­es públicos?

Demoler la partitocra­cia

Ahora bastará con que los políticos, fieles a sus reiteradas promesas, restauren la legitimida­d del sistema democrátic­o, demoliendo para empezar la vigente partitocra­cia. Que la contabilid­ad de los partidos no se audite con lustros de retraso por un organismo, el Tribunal de Cuentas, que ellos mismos eligen. Que solo puedan gastar por ley lo que por ley les correspond­a, y que se divulgue la identidad de los donantes que los financian. Que no queden exentos de la vaporosa ley de transparen­cia que tramitan las Cortes. Que cualquier contribuye­nte pueda conocer al instante el coste de una obra pública, el presupuest­ado y el real. Que, reforma electoral mediante, las oligarquía­s políticas sustituyan la cooptación por la meritocrac­ia. Que las primarias abiertas para elegir a los candidatos sean un mandato legal, no una decisión graciosa del amado líder.

No hay razones para dudar de que esta vez los partidos se lo tomarán en serio. ¿O sí?

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