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Begoña VARGAS «Allí estaban encerrados y llenos de mierda, aquí hay glamur»

- INÉS ÁLVAREZ

Su atractivo es indudable, con ese rostro de rasgos exóticos y un cuerpo fibrado cubierto por piel dorada, pero Begoña Vargas (Madrid, 1999) es más que un físico, y apunta a ser la Penélope Cruz de la Generación Z, por ponerle una etiqueta, algo que nos gusta tanto a los periodista­s. Solo tiene 24 años y ya ha mostrado su talento en las series La otra mirada, Alta Mar, Paraíso y Bienvenido­s a Edén y en la película Las leyes de la frontera, que le ha valido nominacion­es a varios premios. Ahora ha dado un gran salto internacio­nal con Berlín, donde da vida a Cameron, una chica que podría ser su amiga.

Cameron es una kamikaze, muy impulsiva… ¿Le gusta?

– – Es una mujer muy libre, algo que admiro mucho, porque los humanos tendemos a juzgarnos mucho y sobrepensa­r lo que hacemos. Cameron es pura, hace lo que siente y va a tope, al 100% en todo. Y tiene carácter. Siento que con cualquier cosa que diga la va a liar. Es una tía de 22 años que ha vivido muchas cosas, pero lo que le pasa en la serie supondrá un crecimient­o personal. Es un personaje muy atractivo, también, por el abanico de posibilida­des que tiene. Es una tía muy fresca, pero tiene algo de oscuridad; es compleja, pero divertida. Tiene muchas facetas y puedes jugar con muchas cosas.

Uno no puede evitar que le recuerde a Tokio.

– – Tokio es un personaje increíble al que admiro y también, un montón, a la actriz que lo interpreta, Úrsula Corberó. Pero ese es un personaje que ya está hecho. Hemos intentado jugar a hacer otra cosa, una mujer diferente. Ambas son tías que tienen fuerza y carácter, sí, pero es otro contexto de tía distinto. Cameron tiene cosas parecidas a mí en cuanto a personalid­ad. Este personaje es mucho más cercano a mí que otros que he hecho. Siento que somos parecidas a nivel de cabeza, porque es una tía a que le va muy rápido, está pensando muchas cosas siempre, y es muy activa. Y yo soy un poco así. Me cae muy bien. Seríamos mejores amigas.

¿Cómo ha preparado el papel?

– Con nada en concreto, porque no requiere cantar o cosas así. Como cualquier otro: cómo anda, como se expresa, desde dónde viene todo lo que le pasa, sus contradicc­iones, también a nivel físico... Porque tiene algo como muy sensual, pero no provocado, sino natural. Bueno, hay algunas cosas en francés, pero muy poquito. Nada del otro mundo.

Para las escenas de acción han contado con un plató virtual.

– Me ha tocado bastante plató virtual y ha sido una maravilla. Yo había trabajado anteriorme­nte con croma, pero no es lo mismo hacerlo con una pantalla verde, en la que te debes imaginar lo que ocurre a tu alrededor, a que tengas una imagen real en vivo, en movimiento y tú, como actriz, en ese presente del personaje, puedas mirar hacia un lado y ver todo lo que está pasando, aunque no sea una imagen real. Ha sido una herramient­a que nunca había probado y es muy interesant­e, porque te ayuda mucho como actriz. Julio (Peña) y yo nos hemos salvado de mucho frío, porque en la escena del aeródromo podríamos haber muerto de congelació­n a -5 grados. Sin embargo, ahí estábamos con un ventilador maravillos­o a lo Beyoncé.

«Siento que Cameron y yo somos parecidas, porque es una tía a la que la cabeza le va muy rápido»

«`La casa de papel' la veía en mi casa sola comiendo palomitas. Y antes, con mi hermano. Ahora flipa»

¿Les dejan aportar cosas al personaje o ya estaba muy escrito ?

– – Es una serie que viene de un éxito mundial y que tiene un código muy claro. Aunque es un código distinto, es similar. En los ensayos nos contaban: esto es lo que queremos hacer y el código que queremos tener. Aunque hay veces que es complicado, porque tú también estás pensando en tus cosas del personaje y te vas del código. Pero siempre están ahí para tenernos en el mismo sitio. Yo así me siento muy tranquila. Además, los compañeros éramos una piña y eso ayuda un montón. Tú les aportas y ellos te aportan a ti. Y eso en escena es superenriq­uecedor.

¿Ha pasado por un casting?

– Evidenteme­nte. Y no me fui contenta. Me dije: no te lo van a dar. Y cuando pasó un tiempo y dijeron que sí, flipé. Es que es de estas veces

que no te lo esperas y la vida te sorprende. Fue como: ¡qué bien, pero esto es grande, vamos a darlo todo y hay que hacerlo lo mejor posible!

¿Supuso una presión entrar en un proyecto con tal precedente?

– – Obviamente eres consciente de dónde te estás metiendo y puede haber algo de presión, pero los directores y todo el equipo nos ha aportado mucha seguridad. Además, es como que hacíamos otra cosa, sabíamos que no estábamos haciendo literalmen­te La casa de papel. Al principio te pones un poco nervioso, puedes sentir la presión, pero cuando empezamos a rodar, vimos que todo fluía, te relajas y disfrutas.

¿Cómo ve el cambio de tono?

– Hay como varios géneros y me parece divertido que en una secuencia de repente estás supermal, supertrist­e por algo que le ha pasado al personaje; en otra estás vacilando y en otra, como: ¡Dios mío, lo que estoy sintiendo! Es un viaje. Y con respecto a La casa de papel cambia que allí estaban encerrados en un sitio y llenos de polvo y mierda, y en las últimas temporadas era superbélic­o, a tope, mientras que aquí coge otro tono. Esto también me parece guay, porque el robo es más de guante blanco, como ilusionism­o, y tiene un poco más de glamur. Se desarrolla en París... Es otro código.

¿Ya era fan de La casa de papel?

–Sí. Cuando salía una temporada me la veía en casa sola comiendo palomitas o pipas. Yo soy más de cine, me engancho más a una peli, que me va a durar como mucho dos horas, que a una serie. La serie me tiene que gustar mucho para que me vea los 8, 10 o 12 capítulos. Pero La casa de papel me pareció una fantasía. Antes de Netflix la veía en Antena 3 con mi madre y mi hermano.

– Su hermano flipará al verla ahora en Berlín.

– Sí, los dos. Además, el pequeño, de 16, quiere ser actor también. Entonces es como: ¡wow, qué guay!

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ATRACTIVA. La actriz une a su impresiona­nte físico un talento natural para la interpreta­ción.

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