Adiós, paisaje
Esta tarde tengo que dar una conferencia en Villar de los Navarros y en breve otra en Fuendetodos, por lo que deberé hacer la misma carretera. Que, estando fatal, la verdad, me encanta por su soledad, sus colores y paisajes, y por la espiritual omnipresencia de aquel Goya que de niño iba y venía en carro a Zaragoza admirando los «campicos», según los llamaba él, en los que abundaba la caza...
Ahora, en cambio, sólo abundan los molinos.
Sus espantosas figuras, como tridentes clavados a la tierra, han tomado esa comarca, invadiéndola con su antiestética colonización y arruinando sus bellezas panorámicas. Ya no se disfrutan los horizontes puros, las pardas lomas de las sierras, la limpia estepa, el suave verdor de las laderas y hectáreas de cereal, afeadas por aspas que para unos simbolizan riqueza material y para muchos inmaterial pobreza de tierra arrasada.
Otros destructores medioambientales se han sumado a los constructores de molinos para proponer llenar los embalses aragoneses de placas fotovoltaicas. No son, como hasta ahora, capitalistas o multinacionales, sino el presidente del Gobierno, su ministra Ribera y los técnicos del Ministerio de
Transición Ecológica, en cuyas cabezas se ha alumbrado la siniestra idea de cubrir los pantanos con placas solares. Crimen medioambiental que piensan perpetrar «por decreto».
De llevarse a cabo esta brutal, despiadada, inútil e interesada agresión ecológica, enclaves tan maravillosos como el embalse de Búbal se verán degradados por la instalación de espejos flotantes que transformarán su lámina de agua en un bodrio industrial. No sólo Búbal, unos cuantos embalses más se aprestan indefensos a recibir este castigo de parte «del progreso».
El presidente Azcón se ha opuesto a estos planes del Gobierno central, y con él la práctica unanimidad de las Cortes aragonesas. Con una duda: de la ambigüedad manifestada hasta la fecha por sus principales fuerzas, responsables últimas de la instalación de molinos y placas en lugares donde nunca deberían haberse autorizado, ¿cabe esperar ahora una garantía conservacionista?
Tenemos espacio, viento y sol, sostienen los defensores de las «renovables», ¡pongamos molinos, generemos y vendamos electricidad!
Pan para hoy, hambre para mañana... Y adiós, paisaje.