Ni miedo ni gaitas
El Zaragoza, escocido aún por el batacazo ante el Burgos, visita Asturias con la obligación de lavar su imagen y la opción de sellar definitivamente la salvación
El bofetón fue mayúsculo. De esos a mano abierta que escuecen de lo lindo durante un buen rato. Dolió más aún por inesperado y porque fue delante de toda su gente. Pero la competición obliga al Real Zaragoza a dejarse de lamentos, lamerse las heridas tras la caída ante el Burgos y volver a competir. Sin miedo ni gaitas. Como las de Asturias, buen sitio para volver al camino. Al bueno. El opuesto a la senda trazada a ciegas ante el Burgos y que condujo a los aragoneses a la enésima decepción del curso.
Se presenta el Zaragoza en Oviedo con lo justo y un poco menos. Hasta ocho bajas tiene el conjunto aragonés después de que Manu Vallejo y Lluís López hayan sido los últimos en sumarse a una lista negra de la que solo sale Lecoeuche. Así que Víctor, aunque quisiera, tampoco podrá cambiar mucho respecto al equipo que se llevó el descomunal tozolón frente al Burgos. Apenas, si acaso, un par de modificaciones y una de ellas por obligación como consecuencia de la caída en combate de Lluís, cuyo puesto entre el trío de centrales será cubierto por Jair, que viene de estar desafortunado de lo lindo tras relevar al catalán en el descanso del último partido.
El otro cambio, previsiblemente, afectará al carril zurdo, donde Valera dejará su puesto a Zedadka para ganar en consistencia defensiva ante la rapidez en los costados de un Oviedo que afronta la cita inmerso de lleno en la pelea por el ascenso a Primera División. En la portería, por si alguien tenía algún atisbo de duda, Víctor se encargó de despejarlas todas al pregonar a los cuatro vientos que el cambio de guardián efectuado ante el Burgos no fue baladí. «Jugarán Cristian y diez más», aseveró.
En el centro del campo y la delantera no se prevén variaciones, entre otras cosas, porque tampoco hay demasiadas opciones sanas. Liso, que apenas ha entrenado con el equipo después de pasarse gran parte de la semana trabajando con la selección sub-19 junto a Terrer (también en la convocatoria del primer equipo), parece destinado a seguir acompañando a Azón en vanguardia. La verticalidad del juvenil es gloria bendita en un equipo con una carencia extrema de improvisación, desborde y rapidez, cualidades que adornan el fútbol de siempre del aragonés. Moya, Mesa y Grau, si Víctor no da la sorpresa con Terrer, volverán a integrar una medular huérfana de la energía de los lesionados Francho y Guti y de la templanza del talismán Marc.
Carrión, por su parte, no podrá contar con el uruguayo Santiago Homenchenko, que afronta su último partido sancionado, ni con los lesionados Rodri Tarín, David Costas, Mario Hernández y un Luismi que, aunque ya trabaja con el grupo, todavía no ha completado ninguna
sesión de entrenamiento. En principio, el técnico recuperará el equipo que ganó con suficiencia en Huesca, con la única duda de que Dubasin pueda tener su oportunidad en el ataque. El exzaragocista Borja Bastón, en principio, esperará en el banquillo.
La ocasión, de nuevo, la pintan calva para un Zaragoza beneficiado por los resultados de los rivales directos en la maldita lucha por la supervivencia. Sobre todo, tras la derrota del Alcorcón en Ferrol, lo que mantiene la renta de cinco puntos de los aragoneses respecto al descenso a expensas de que una victoria del Villarreal B ante el Amorebieta unida a una derrota de los aragoneses en Oviedo pudiera reducirla a cuatro.
Pero lo verdaderamente relevante es que una victoria lo dejaría todo resuelto ya que serían ocho los puntos que separarían al Zaragoza del pozo con apenas nueve por jugarse. Es decir, asunto finiquitado para afrontar los tres últimos partidos del enésimo curso asqueroso con la tranquilidad que otorgaría haber salvado, otra vez, el pellejo. Nada que celebrar, en todo caso.
Porque lo de hoy en el Tartiere, donde solo han ganado dos equipos, es, ante todo, una cuestión de orgullo. El Zaragoza, dañado por las bajas y por su propia inconsistencia, tiene una deuda pendiente con el honor.