Cataluña llega al 12M con un pulso Illa-Puigdemont y sin pactos claros
Las sumas posibles para gobernar la Generalitat pueden condicionar también el devenir del mandato de Sánchez, al estar abocado a sobrevivir con el apoyo de ERC y Junts en el Congreso
Los catalanes acudirán mañana a las urnas sin haber logrado aclarar quién quiere gobernar con quién. La política de pactos ha sido la principal incógnita de la campaña electoral menos procesista del procés, que se cerró ayer con un pulso entre Salvador Illa y Carles Puigdemont por la investidura, con ERC pendiente del papel decisivo que le reserve el escrutinio, con el PP ante el reto de adelantar a la extrema derecha de Vox y con la duda de si la xenófoba Aliança Catalana obtendrá representación en el Parlament.
El temor a una repetición electoral no se ha dilucidado porque el abanico de opciones para la configuración del Govern anda por vías que hasta la fecha eran intransitables. Y es que Illa no descarta gobernar en solitario y en minoría, pero necesitará del concurso de ERC o de Junts para lograrlo dando por hecho el sí de los Comuns; y Puigdemont queda pendiente de que la suma independentista sea posible sin la participación de Aliança Catalana para lograr su «restitución». Ante esta dualidad, Esquerra puede tener la
llave para desbloquear una u otra presidencia si Junts le adelanta en el podio, pero elegir entre Illa o repetición electoral puede romper las costuras del partido, como le puede suceder al PP si solo de sus votos depende impedir que el expresidente vuelva a serlo.
Las miradas, en todo caso, no solo se han centrado en Cataluña. Mañana también se la juega el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que inauguró la contienda reflexionando sobre su continuidad. El orden en el podio y las sumas posibles en la Generalitat pueden condicionar el devenir de su mandato, al verse abocado a sobrevivir con el apoyo de los 14 diputados de ERC y Junts en el Congreso. Si Illa gana y gobierna sin el independentismo, tendrá el aval que necesita a su estrategia de desjudicialización, pero el voto soberanista puede subir de precio; si el candidato socialista pacta con Esquerra o con JxCat sin la participación del otro, el que quede fuera de la ecuación exigirá su compensación en el Congreso; y si el independentismo repite su alianza, sin el PSC, puede prever una negociación bilateral, pero con menores riesgos que por separado al encontrarse a los dos actores en la misma mesa.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, se ha implicado incluso más que Sánchez en esta campaña, señalando Cataluña como una «prioridad», siguiendo el mantra de que para llegar a Moncloa se necesitan buenos resultados en la autonomía, y con el objetivo de superar a la extrema derecha para hacerse con el cuarto puesto, hasta el punto de emular su lema En defensa propia, apostando por votar «en legítima defensa» ante la delincuencia que vincula a la inmigración ilegal y las okupaciones. Feijóo también ha visto en esta campaña la oportunidad de inaugurar el duelo con Sánchez en las europeas del 9 de junio, anunciando su lista electoral, con Dolors Montserrat a la cabeza, en Barcelona, comprometiéndose a luchar contra la amnistía desde las instituciones europeas.
Pero el transcurso de esta quincena no ha respondido al pulso procesista
como esperaban algunos cuarteles políticos en Madrid, porque los partidos catalanes han centrado su pugna en los retos que afronta Cataluña en materia de autogobierno, especialmente la financiación. La apuesta independentista por un referéndum acordado, lejos de la unilateralidad de 2017, ha exhibido cómo ERC y Junts han centrado su rivalidad en quién obtiene más réditos de la negociación con Sánchez y, por ende, en quién es el referente del PSOE en Madrid. Incluso se ha escenificado la competición por hacerse con el electorado convergente y al que espera acoger tanto JxCat, como el PSC y ERC, aunque el expresidente Jordi Pujol haya anunciado su voto al candidato de Junts.
En la diana
Illa ha estado en la diana del resto de rivales políticos al despuntar en las encuestas, y solo ha tenido que sortear el exabrupto del sindicalista que cierra su lista, Matías Carnero, contra Puigdemont. Pero cierra la campaña logrando equilibrios sobre sus prioridades a la hora de elegir un socio gubernamental, tras haber abierto la puerta a Junts que Puigdemont se apresuró a cerrar, y la demoscopia indica que puede superar los 40 escaños y ver rentabilizada la estrategia de la desinflamación.
Puigdemont tampoco se ha salido del guion de campaña, fiándolo todo a la emocionalidad con la que promete su regreso a Cataluña gracias a la amnistía e insistiendo en el pulso con los socialistas que le ha permitido ir creciendo a medida que pasaban los días. El candidato de Junts no ha aclarado la hoja de propuestas que reserva a los catalanes, pero ha esquivado los dardos de Aragonès, quien sí detectó que su campaña no podía ser únicamente programática ante la épica que destilaban Sánchez y Puigdemont.
El presidente salió a morder para rentabilizar sus políticas, centrándose en el escudo social para concentrar un votante progresista que mira al PSC y que detesta a Junts. Está por ver si eso les permite recortar la distancia entre el segundo y el tercer puesto. Hay otro sorpaso posible, el del PP a Vox. Los populares han redoblado su ofensiva para convencer a los votantes de Cs de que el partido puede desaparecer y que sus votos sean en balde.
Pero, al final, cada voto cuenta y mañana se verá por qué partido se decantan los indecisos, que suponen un 20% de los votantes.
El PP busca atraer votantes de Cs y superar a la extrema derecha para hacerse con el cuarto puesto