La lana que nadie quiere (ni gratis) sobrepasa a los pastores aragoneses
El mercado de este material está «muerto» y los ganaderos se lamentan por las dificultades a las que se enfrentan para deshacerse de él, por lo que se acumula en los almacenes
Hubo un tiempo en el que la lana era un material preciado y en el que los ganaderos veían en el pelo de sus ovejas un pequeño tesoro del que poder sacar partido una vez esquilado su ganado. Con el tiempo, el precio de la lana servía para cubrir los costes de las labores de los esquiladores. En los últimos años, esa operación ya se tornaba deficitaria hasta haber llegado a una situación crítica en la que la lana de las ovejas ya no vale nada. Y ni siquiera eso es lo peor, el verdadero drama para los pastores es que no tienen forma legal de deshacerse de ella.
El resultado de esta serie de circunstancias es el siguiente: la lana aragonesa, que nadie la quiere ni regalada, desborda los almacenes y las parideras de la comunidad. «El mercado de la lana está muerto», afirma sin titubeos Carlos Bernués Dieste, responsable de las Secciones de Esquileo y Lana en el Grupo Cooperativo Pastores. La apocalíptica frase de Bernués llega tras un proceso gradual de disminución del precio de esta materia prima que, además, vivió su máximo revés en la pandemia cuando China, el mayor importador de lana aragonesa, cerró todas sus fronteras por la expansión del coronavirus. La sustitución de la lana en el mercado textil por materiales sintéticos, sumado a que su uso para tapicerías y filtros de automóvil ha quedado como algo «residual», ha acabado por rematar una situación que amenaza con convertirse en insostenible.
Porque además, se pague a un precio competitivo o no se quiera ni regalada, lo cierto es que a la oveja, por temas higiénicos, hay que seguir esquilándola. Desde 2002, la lana está catalogada como Sandach (Subproductos de origen Animal no Destinados A Consumo Humano). «Eso quiere decir que no puede ser tratada ni almacenada de cualquier manera y hay que seguir una serie de requisitos legales», explica Bernués. Por lo que, a lo que ya, actualmente, es un negocio deficitario, se le suma la complejidad de deshacerse de un producto que ha perdido prácticamente todo su atractivo. «Solo tiene algún valor la lana de mejor calidad», subraya Bernués.
Los datos así lo reflejan, ya que solo se vende el 10% de esta materia prima por un precio medio de «entre cinco y diez céntimos por kilogramo», cuando en su momento álgido, la lana superó el euro por kilo en el mercado. ¿Dónde está ese 90% de lana que no se vende y de la que es muy difícil desprenderse? Acumulada «donde cada ganadero puede». Al no venderse, nadie la recoge y para los pastores es «un verdadero sufrimiento» deshacerse de ella. Solo de la temporada de esquileo de este año, ya hay más de 300 toneladas hacinadas en cualquier rincón de las instalaciones de los dueños de las ovejas. «Además, hay ganaderos a los que no les han ido a recoger la lana ya en años anteriores y que la tienen aún almacenada, lo que podría suponer un volumen de 1.500 toneladas», advierte el responsable de las Secciones de Esquileo y Lana en el Grupo Cooperativo Pastores, que reconoce que los almacenes de su empresa están «a rebosar».
No salen los números
«Ya no cabe más. Si nosotros estamos así, el resto estará incluso peor porque nosotros somos una cooperativa. Nadie puede saber exactamente cuánta lana hay en Aragón, pero seguro que nos sorprenderíamos», alerta Bernués. Cada kilo de esa lana ha sido cortado por los esquiladores, con un coste medio de 1,5 euros por cada oveja esquilada, una cifra que se mantiene bastante estable a pesar de las complicaciones que vive el sector. Por su denominación de Sandach , la lana no se puede tirar a los vertederos, no se puede quemar ni abandonar en escombreras. «Si te pillan dejándola en la calle, el Seprona te denuncia», asegura Bernués. La solución momentánea, por tanto, pa
sa por su almacenaje. Una práctica que, sumado al incordio para el ganadero, acaba teniendo sus consecuencias. «Donde hay lana, hay ratas y ratones y, además, campan a sus anchas», recalca el representante de los pastores.
Ante tal problemática, el sector reclama «soluciones rápidas» y apunta al Gobierno de Aragón como el que debe proporcionar remedios efectivos. «Hay conversaciones, pero la cosa no acaba de arrancar. Al final, como
siempre, llegaremos tarde y mal», afirma Carlos Bernués.
Una de las posibles salvaciones para el conflicto de la lana puede llegar a través del Sarga. (Sociedad Aragonesa de Gestión Medioambiental). «El Gobierno se
comprometió a atajar el problema a finales de marzo. De momento, no ha retirado ni un gramo de lana.Conozco ganaderos que incluso pagarían porque alguien se la quitara de en medio de una vez», subraya Bernués.