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De joven la reina buscaba la silueta ‘lady’ y clásica pero logró un estilo definido que la distinguía del resto de líderes poderosos Su sempiterno bolso era su código
La última imagen de Isabel II fue el pasado martes, cuando encargó a la primera ministra Liz Truss formar gobierno desde Balmoral. Pese al bastón que la acompañaba y una mano manchada de hematomas (tan típica de la vejez), la soberana se mostró como una adorable anciana con una encantadora sonrisa y una apropiada y patriótica falda de tartán escocés que combinaba con una fina rebeca beige y una blusa azul cielo (look, por cierto, por el que mataría cualquier moderna retro urbana de hoy). Su aspecto, por tanto, no era malo para una mujer de 96 años que se antojaba eterna. Además, comprobamos que aún tenía humor para pintarse los labios de rosa (a excepción de los mensajes televisivos, siempre se maquilló ella misma).
En la que ya es su última instantánea, Isabel II portaba su sempiterno Launer colgado del antebrazo. Obviamente, no metía las llaves de palacio ni dinero; pero le servía para comunicarse con sus asistentes. Si al conversar se lo cambiaba de mano era porque deseaba finalizar el encuentro. Si lo dejaba sobre una mesa, a los cinco minutos quería acabar aquella reunión. Y si en mitad de la conversación dejaba su bolso en el suelo, estaba pidiendo socorro a su personal para que la sacaran de algún apuro. No era el único código indumentario en su atuendo. Como monarca prefirió no hablar mucho, pero a través de su atuendo podía enviar muchos mensajes.
Como sucedía con Merkel, con los outfits de la soberana británica se podía conformar toda la carta Pantone. Vestir de colores alegres no solo tenía un componente psicológico –en su discurso al inicio del confinamiento apareció de verde esperanza y rindió también un homenaje a los sanitarios–; a seguridad le servía para identificarla al instante entre la multitud. No era supersticiosa, el amarillo era su color favorito. Los sombreros (contaba con 5.000 tocados) iban a juego cromáticamente y aunque es un accesorio muy british, para ella era como ponerse la corona de reina. Le recordaba que debía servir al pueblo.
Pero este uniforme compuesto por vestido y abrigo a conjunto se instauró definitivamente al cum
Atuendo cómplice plir 50 años. De joven, la reina buscaba la silueta lady y clásica. Pero si no quieres pasar de moda, no sigas las tendencias. Si hiciéramos un repaso a la historia del poder, los líderes que logran la posteridad tienen un estilo definido que los distingue del resto. Isabel II decidió entonces crearse un atavío atemporal con el que se la recordara para siempre. Sin embargo, sus aficiones eran el campo, la caza, los caballos y pasear a sus perros y
El amarillo era