Refundar el Partido Popular
blo Casado, actual presidente, solo sabe tirar balones fuera. La defensa de los miembros de la dirección del PP se basa en un argumentario simplón: ellos no estaban allí cuando sus conmilitones de la generación anterior mangoneaban con absoluta indecencia en la sede de la calle Génova, en las Comunidades de Madrid, de Valencia o de Mallorca y en los ayuntamientos de Alicante o de Valdemoro. Esto no es del todo cierto, pues notables dirigentes actuales (García Escudero o Arenas) ya lo eran hace veinte años.
En esa línea, Pablo Casado ha declarado que él no negocia ni habla con delincuentes, pero una información del diario El Mundo lo cuestiona, pues el actos tual consejero de Justicia de la Comunidad de Madrid, aunque entonces era juez de la Audiencia Nacional, lo que es incluso peor, se entrevistó una docena de veces con un representante de Bárcenas, siendo ya Casado presidente del partido.
El delincuente Luis Bárcenas, un tipo detestable que nunca debería haber sido promovido a un cargo público, puede hundir definitivamente a este partido. Todo dependerá de si sus amenazas de esgrimir pruebas irrefutables para inculpar a Mariano Rajoy y a José María Aznar se basan en documentos incontrovertibles, o son meras conjeturas.
Con Ciudadanos (aunque disminuido) y el PSOE restándole vopor el centro y Vox quitándole más de tres millones y medio por la derecha, el PP se ha situado en una posición dificilísima, y no parece, por ahora, que Casado sea el timonel capaz de sacarlo de semejante atasco. Son muchos los politólogos que abogan por una refundación del PP, e incluso piden que cambie de nombre y de sede (la de la calle Génova está llena de fantasmas corruptos); pero es muy probable que no sea suficiente con un lavado de cara y manos, una muda limpia y un domicilio nuevo. Mientras siga aferrado a semejante lastre, el PP no remontará de su caída; la decisión debería quedar en manos de sus militantes.