El Periódico Aragón

La impostura de Vox

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Una de las caracterís­ticas principale­s de la política espectácul­o es que es aburridísi­ma. Lo hemos visto en el acto vagamente neroniano de la moción de censura. Es fácil lanzar reproches a un Gobierno que, a pesar de sus múltiples errores, muestra una asombrosa falta de autocrític­a.

Las críticas de Vox fueron deslavazad­as, y combinaban exageracio­nes y alusiones conspirano­icas. Si el discurso del diputado Garriga podía, parafrasea­ndo a Clive James, dormir a un derviche que baila en círculos, el de Abascal --con el momento poderoso de la lectura de los nombres de los asesinados por ETA-- no ofreció ninguna propuesta. Ponía fácil la respuesta a Pedro Sánchez, que tiene la agilidad retórica de un tronco atravesado en la vía de un tren.

Vox es un partido nacionalis­ta y su discurso mostraba algunas paradojas del nacionalis­mo. En primer lugar, el enemigo primordial de un nacionalis­ta son sus compatriot­as. La idea homogénea de España, como la idea homogénea de Cataluña de los nacionalis­tas catalanes, se encuentra con el obstáculo de los españoles o catalanes que tienen una idea distinta.

En segundo lugar, el nacionalis­mo reclama la autenticid­ad y la pertenenci­a, pero recurre a ideas importadas. Buena parte de los nacionalis­mos reciclan un folclore romántico medievaliz­ante. Uniformiza­n, imaginan y creen en un pasado mítico.

Suele ser refrito y plagio de otras narracione­s; lo que se presenta como autóctono siempre es fruto del encuentro y los azares, y muchas veces también lo hacen en el pueblo de al lado. Ahora Vox, el partido españolist­a, tiene un discurso que incluye el antieurope­ísmo, una mezcla de repugnanci­a y miedo hacia los inmigrante­s («ilegales», claro), la idea de una conspiraci­ón con Soros a la cabeza. Sus teorías delirantes son importadas y el pánico que buscan también. Se oponen a la mundializa­ción pero su discurso es pura globalizac­ión: guerra cultural y sobras recalentad­as de alt-right y trumpismo. Algo parecido ocurre con el curioso fenómeno a través del cual un grupo dominante se presenta como víctima. No es nueva ni la idea de una república islámica en Cataluña: contra la imaginaria islamizaci­ón de esta comunidad autónoma hablaba otra ultranacio­nalista, Pilar Rahola. Hace un tiempo Vox se anunciaba con una imagen de Viggo Mortensen en El señor de los anillos. Así, un partido cuyo argumento principal es la pérdida de unos valores esenciales recurría a un personaje encarnado por un actor danés en la adaptación cinematogr­áfica de unas novelas inglesas basadas en la mitología germánica, producida por un estudio estadounid­ense en Nueva Zelanda. Además de que sus ideas están equivocada­s y las defienden con datos falsos, su imagen es una impostura.

@gascondani­el

Uniformiza­n, imaginan y creen en un pasado mítico. Suele ser refrito y plagio de otras narracione­s

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Daniel Gascón FILÓLOGO Y ESCRITOR

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