El Periódico Aragón

La independen­cia es cosa suya, señorías

- Antón

PROFESOR DE CIENCIAS POLÍTICAS

ELosada

mpecemos por una afirmación radical y cierta. Si hoy un juez en España no es independie­nte será porque no le viene en gana. La ley le garantiza la independen­cia y les sobran los recursos para defenderla. Si la justicia española se ha politizado ha sido porque sus señorías lo han permitido y les ha salido a cuenta. No ha sido el sistema de elección de los miembros del gobierno de la justicia el que la ha convertido en otro escenario para la confrontac­ión partidista, con el derecho como daño colateral, víctima del fuego amigo. La verdadera razón debe buscarse en aquellos gobernanEu­ropa tes que han preferido dejar la política en manos de los jueces a asumir el coste de gestionarl­a, pero también en el deseo de algunos magistrado­s por hacer carrera y hacer política desde la seguridad y el confort de su posición jerárquica.

Plantear como una supuesta excepciona­lidad española la dicotomía entre jueces buenos y profesiona­les, que quieren hacer su trabajo con independen­cia, frente a políticos malos e intervenci­onistas que se lo impiden resulta tan burdo como falso. En ningún país democrátic­o relevante se mantiene un sistema de elección dejado exclusivam­ente a sus señorías, como quiere Ciudadanos. Si algo hemos aprendido es que existe algo aún peor que el partidismo de las fuerzas políticas: el de las asociacion­es judiciales. La selección del Consejo General del Poder Judicial a través de una votación del órgano que representa la soberanía popular, el Parlamento, no solo refuerza su legitimida­d democrátic­a, sino que actúa como un imprescind­ible mecanismo de control ante los excesos corporativ­istas. En predominan los sistemas de elección mixtos, con una cuota elegida por el legislativ­o y otra por el judicial; en el Reino Unido los nombran el ministro de Justicia y su graciosa Majestad; en EEUU los propone el presidente, y en Grecia los designan por sorteo; en ninguna de esas democracia­s rige, como aquí, la presunción de culpabilid­ad sobre la dependenci­a de los elegidos. En primer lugar, porque a ningún primer ministro se le ocurriría, por ejemplo, dejar el asunto escocés en manos de un juez. En segundo lugar porque la independen­cia representa la mejor manera de hacer carrera judicial, no la subordinac­ión.

Cierto es que la puesta en es- cena de nuestro sistema resulta manifiesta­mente mejorable. Más allá de los requisitos fijados por ley, debería establecer­se un sistema de audiencias públicas que trascienda las negociacio­nes discretas en cerrados despachos. Solo así se podrá eliminar la imagen de trapicheo entre partidos, tan fácilmente manipulabl­e por demagogos a derecha e izquierda. Otro tanto cabe decir respecto a la elección del presidente. No se trata de la idoneidad del candidato; es un jurista conservado­r pero dialogante y su nombramien­to trae como consecuenc­ia una renovación que equilibra el tribunal del procés. Se trata de dejar que lo elijan los vocales y no convertir en otro apaño una votación legítima, útil y democrátic­a.

Sistemas mixtos

Manuel Marchena

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ÁNGEL DÍAZ Manuel Marchena.
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