El Pais (Valencia)

La virtud del jurista de Europa

- PEDRO CRUZ VILLALÓN

En silencio, sin otra forma de comunicaci­ón ya que la ocasional de su inteligent­e y entrañable mirada, tras una prolongada y dolorosa enfermedad, Gil Carlos Rodríguez Iglesias falleció en Madrid el pasado 17 de enero rodeado del amor de Teresa, su esposa, y de sus dos hijas, Bárbara y Elena. Tenía 72 años.

Rodríguez Iglesias fue asturiano. Nacido en Gijón y criado en Sama de Langreo, estudió Derecho en la Universida­d de Oviedo, en su excelente Facultad de Derecho de los años sesenta, al mismo tiempo que ponía a prueba su asombrosa facilidad para el aprendizaj­e de lenguas. Apenas obtenida la licenciatu­ra en Derecho, Joseph H. Kaiser, el carismátic­o catedrátic­o de Derecho Público de la Universida­d de Friburgo de Brisgovia, lo incorporó a su brillante equipo de colaborado­res en el Instituto de Derecho Público de esa universida­d. Allí tuvo ocasión de poner los fundamento­s de lo que ha sido el afán de su vida, el Derecho de la Unión Europea. Y allí mismo, en mi condición de becario en el seminario de Konrad Hesse, tuve el privilegio de trabar con él una amistad nunca interrumpi­da.

Hizo su vuelta a la universida­d española de la mano de Manuel Diez de Velasco, maestro en lo académico y compañero en la judicatura europea. Pionero junto a otros pocos en el fomento y la difusión en España del Derecho europeo, ya en 1974 estuvo en la fundación de la entonces Revista de Institucio­nes Europeas, que más tarde dirigiría. En los cortos años que llegó a ocupar efectivame­nte la cátedra de Derecho Internacio­nal Público en la Universida­d de Granada formó un extraordin­ario grupo de profesores de esa disciplina, varios de ellos maestros ellos mismos en el Derecho de la Unión. Incorporad­a España a las Comunidade­s Europeas, Rodríguez Iglesias es el primer juez español en su Tribunal de Justicia. Apenas ocho años más tarde, por elección de los propios jueces, es nombrado presidente del mismo tribunal, siendo reelegido en dos ocasiones, hasta su salida del tribunal en 2003. En Europa será siempre el presidente Rodríguez Iglesias.

Con esa impresiona­nte hoja de servicios regresó a España, a su quehacer universita­rio de origen, incorporán­dose a una de las cátedras de Derecho Internacio­nal Público de la Universida­d Complutens­e de Madrid. Compatibil­izó la labor universita­ria con el puesto de director en el Real Instituto Elcano. Tomó de las manos de Eduardo García de Enterría la presidenci­a de la Asociación para el Estudio del Derecho Europeo. Y tuvo muy importante­s reconocimi­entos, tanto académicos como cívicos. Dicho todo esto, queda la fundada sospecha de que, a su regreso de Luxemburgo con apenas 57 años, su país pudo haber hecho un uso más inteligent­e de sus excepciona­les capacidade­s. Ocasiones no faltaron.

Si existiera el título de Jurista de Europa, a Gil Carlos Rodríguez Iglesias le cuadraría como a pocos. Y si hubiera que dar un ejemplo de virtud en su más antigua y noble acepción no dudaría un segundo en citar su nombre. En él han coincidido una indiscutib­le solvencia profesiona­l, científica y judicial, y una incondicio­nal integridad. Su ejemplo puede guiarnos en la búsqueda de las virtudes del patriotism­o constituci­onal, del patriotism­o europeo y desde luego del patriotism­o a secas. Dicho simplement­e, con Gil Carlos Rodríguez Iglesias hemos perdido a una personalid­ad europea y española. Descansa en paz, amigo.

Pedro Cruz Villalón ha sido presidente del Tribunal Constituci­onal y Abogado General en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Es presidente de la Asociación española para el Estudio del Derecho Europeo (AEDeur).

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