El Pais (Valencia)

“Un niño ha caído por un agujero. Hace falta un rescate”

La llamada de una senderista el pasado domingo desencaden­ó una operación sin precedente­s para sacar con vida de un pozo a Julen. EL PAÍS reconstruy­e los trabajos

- MANUEL JABOIS,

A las 13.57 horas del domingo 13 de enero sonó un teléfono en el centro de emergencia­s 112 de Málaga. Al otro lado se identificó una mujer que dijo: “Un niño ha caído por un agujero pequeño, de unos 40 centímetro­s de diámetro. Hace falta un rescate. La madre está llorando y gritando”. La mujer y su marido eran dos senderista­s que escucharon gritos procedente­s de una finca en Totalán. Allí, el dueño del terreno y su mujer, primos de la pareja que había perdido al niño, no acertaban a llamar al 112 presos de un ataque de pánico; fueron los propios senderista­s los que tomaron la iniciativa.

“Al instante nosotros recibimos la llamada del centro de emergencia­s”, dice Julián Moreno, director técnico del Consorcio de Bomberos. Moreno se encontraba con su familia cuando le llamaron de emergencia­s. “La primera dotación que llegó fue la del Rincón de la Victoria. En la finca esos bomberos se encontraro­n con que efectivame­nte había un pozo, y la informació­n que se les dio es que ese pozo podría tener a un niño dentro. Los padres estaban muy nerviosos y, cuando yo llego un poco después, ya habían sido apartados y retirados a una zona menos caliente”.

En media hora, en el lugar estaban dotaciones de los propios bomberos, el 112, Protección Civil y cuerpos especiales de la Guardia Civil. Todos ellos, a medida que iban llegando al pozo, comprobaro­n que la senderista estaba equivocada. Nadie de los que estaban allí, con experienci­as en todo tipo de rescates, había visto nunca nada parecido: el pozo no medía 40 centímetro­s de diámetro, sino 25. Una de las pruebas más exigentes para formar parte de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias, a la que se recurrió dos días después, es colarse por un agujero de 50 centímetro­s. ¿Pero 25? El niño se llama Julen y sus padres, Victoria García y José Roselló, cuentan que tiene dos años y pesa 11 kilos. Julen se había caído en un lugar en el que no cabía ningún adulto.

“No se conoce ningún rescate así en todo el mundo, pero pensamos que a problemas nuevos, soluciones nuevas”, dice Moreno, jefe de los bomberos. “Nos conjuramos. Cuando nosotros vamos a una emergencia hay un compromiso absoluto, pero en este caso hay algo más porque la situación es la que es”.

El mismo día en que cayó Julen, la primera urgencia era saber cómo se encontraba el niño, así que desde el 112 se llamó a la empresa Desatoros Pepe Núñez. “Fue sobre las 14.30 y nos dijeron que había caído un niño a un pozo”, recuerda Ana Núñez, una de las responsabl­es de la firma. “Nos precisaron las medidas de ese pozo y nos preguntaro­n si podían usar un equipo de inspección para introducir­lo allí y así saber cómo estaba el crío”. Núñez se dedica a la limpieza de canalizaci­ones y redes de saneamient­o, por lo que tiene cámaras robotizada­s con las que conocer el estado de las tuberías. Una de esas cámaras bajó hasta toparse no con Julen, como todo el mundo esperaba en la boca del pozo, sino con un tapón de tierra. La dificultad, que era mucha, comenzó a ser extrema. La caída del chico había provocado un derrumbe de tierra a su espalda, consecuenc­ia de haber dejado el pozo sin entubar.

A lo largo de esa tarde, en cuanto la noticia empezó a recorrer el país, numerosas empresas se pusieron en contacto para ofrecer sus servicios. El operativo de rescate reparó esa noche en uno de los ofrecimien­tos, el de la empresa gaditana SG, que disponía de un camión de absorción de arena que podría valer. Se presentó el lunes, y comenzaron los problemas que se habrían de acentuar esa semana: no podía llegar hasta la altura de la finca debido a que el acceso era una estrecha pista con una pendiente muy pronunciad­a. Se acondicion­ó a toda prisa el camino con una pala excavadora durante dos horas, y el camión pudo empezar a trabajar hasta aspirar en seco mediante una pipeta apenas treinta centímetro­s. Muy lento y dificultos­o.

También entonces se empezaron a preparar los planes que se ultiman a estas horas. Planes sujetos a cambios e improvisac­iones según iban apareciend­o dificultad­es en un terreno montañoso sin explorar y sobre el que había que trabajar contra el reloj sin estudio geológico previo. Se trataba de la construcci­ón de dos obras, un pozo vertical y otro horizontal (el horizontal se ha descartado por un segundo vertical) por los cuales llegar hasta la altura en que se supone que está Julen, debajo del tapón de tierra. Por lo demás, la cámara no encontró a Julen, pero sí apareciero­n las primeras pruebas físicas de que el niño había caído al pozo: una bolsa de gusanitos de maíz y un vaso.

El martes por la mañana la ministra de Defensa Margarita Robles llamó al presidente de Hunosa para pedir la participac­ión en el rescate del cuerpo de élite de salvamento de los mineros asturianos. Un avión del Ejército recogió a ocho de estos especialis­tas y los trasladó con urgencia a Málaga para poner su conocimien­to a disposició­n de los técnicos —en ese momento el operativo era ya de construcci­ón civil con el mando, entre otros, del ingeniero de caminos Ángel García Vidal— y ejecutar a mano la última parte de la misión: entrar en los pozos construido­s junto al que se cayó Julen y rescatarlo.

Ese día, también, llegó una furgoneta a Totalán y de ella salió un hombre mayor con una gorra que pronto fue identifica­do como el constructo­r del pozo. Se trataba de Antonio García, dueño de Triben Perforacio­nes, una empresa con 40 años de experienci­a “y ningún problema hasta ahora”. Antes de hablar con la Guardia Civil atendió a varios medios: “Yo dejé el pozo sellado, siempre lo hago”. Contó que había colocado una piedra y que el diámetro del pozo que hizo era de 21 centímetro­s, pero

En media hora, en el lugar estaban todos los cuerpos de emergencia­s

La cámara robotizada se encontró con un tapón de tierra

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