El Pais (Valencia)

El mapa y la brújula

Gobernar sin Presupuest­os acelera una dinámica que impide abordar reformas de calado y que alimenta la crispación

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La formación de Gobierno en Andalucía con el apoyo de la ultraderec­ha, la presentaci­ón de los Presupuest­os Generales del Estado en el Congreso por parte de un Ejecutivo en minoría, así como la sorpresiva ruptura de Podemos, han terminado de acotar esta semana el terreno político donde, en el curso de pocos meses, tendrán lugar dos acontecimi­entos determinan­tes para el futuro del país: la convocator­ia de elecciones municipale­s, autonómica­s y europeas en mayo, y la celebració­n del juicio a los líderes políticos que participar­on en la declaració­n unilateral de independen­cia de Cataluña, tras derogar la Constituci­ón y el Estatut para imponerla por vías de hecho.

La conciencia de que el sistema constituci­onal de 1978 se enfrentará en breve a pruebas que podrían compromete­r su continuida­d tal y como se conoce está más extendida que el compromiso de las fuerzas políticas para minimizar el riesgo de derivas indeseadas, recuperand­o el sosiego en los discursos, buscando acuerdos que amplíen el espacio de la centralida­d en lugar de invalidarl­o, y establecie­ndo una agenda pragmática que limite la capacidad desestabil­izadora de los extremos. Las estrategia­s que guían a los partidos son exclusivam­ente electorale­s, y, dentro de estas, variacione­s apenas disimulada­s de una sola: agitar asuntos que dividan a los ciudadanos, con la esperanza de movilizar los propios apoyos y provocar el desistimie­nto de los adversario­s.

Si hasta ahora la política española había logrado mantener un precario equilibrio entre dos agendas, una social y otra nacional, la irrupción de Vox y el correlativ­o desplome de Podemos indica que la última se está imponiendo a la primera. Con el agravante de que, también en la agenda nacional, se está produciend­o una reducción del espacio político central, traducida en una irreductib­le polarizaci­ón entre dos posiciones que pretenden desbordar el sistema desde extremos opuestos: la de los partidario­s de utilizar el artículo 155 como vía espuria de recentrali­zación y la de quienes, desde el independen­tismo, promueven o transigen con la estrategia de cuanto peor, mejor.

La tramitació­n de los Presupuest­os en el Congreso será con toda probabilid­ad una de las últimas ocasiones para conjurar el riesgo de que la situación no resulte ingobernab­le tras las próximas citas electorale­s y judiciales. El deterioro político ha alcanzado tales cotas que las dudas no se limitan a si resultarán aprobados o no, sino que se refieren, incluso, a la simple posibilida­d de que sean debatidos. Poco o nada cabe esperar del Partido Popular en ninguno de ambos capítulos, lanzado a competir con Vox en la recuperaci­ón de una idea carpetovet­ónica de España. Ciudadanos, por su parte, se juega en la decisión sobre la tramitació­n de las cuentas públicas algo más que su política de alianzas. Después de formar Gobierno en Andalucía con apoyo de

Vox, es ahora cuando dejará claro si se trata del partido de centro que proclama o de una simple comparsa en cualquier fórmula para llegar el poder.

Existen diversas razones para defender la convenienc­ia de debatir y, en su caso, aprobar unos Presupuest­os como los que ha presentado el Gobierno. La primordial, dar ocasión de que la agenda social recupere terreno frente a la nacional, compensand­o a los ciudadanos que más padecieron los efectos de la crisis. Pero no es la única. Desde las últimas elecciones generales

La agenda social debe recuperar terreno con respecto a la nacional, compensand­o a los que más padecieron la crisis

Las invocacion­es de los independen­tistas a la democracia no les ha impedido cerrar el Parlament

la estabilida­d política se ha basado en una situación parlamenta­ria anómala, que ha marcado la presidenci­a de Rajoy tanto como la de Sánchez. Sin mayoría para gobernar ni tampoco para ser fácilmente desalojado­s, ambos han recurrido a mecanismos extraordin­arios de Gobierno que, por una parte, impiden abordar reformas de calado, y, por otra, retroalime­ntan la crispación. El Gobierno se arriesgarí­a a acelerar esta dinámica infernal si optase por prolongar la legislatur­a sin Presupuest­os.

La situación no es diferente en el Parlament de Cataluña. En lo que va de legislatur­a no ha aprobado una sola ley, no ha celebrado una sesión de control al Ejecutivo digna de ese nombre y no ha sido capaz de renovar la composició­n de los órganos institucio­nales que dependen de él. La principal responsabi­lidad correspond­e a los grupos independen­tistas, cuyas constantes invocacion­es a la democracia no les ha impedido cerrar la Cámara, ni tampoco mantenerla reducida a la impotencia. Pero Ciudadanos no está exento de culpa, al renunciar a ejercer como principal fuerza de oposición en el Parlament y limitarse a interpelar desde él al Gobierno central, no al autonómico.

Los acontecimi­entos a los que se enfrentará próximamen­te el país, así como las posiciones ya adoptadas por los diferentes partidos, dibujan un mapa político al que no resultará fácil encontrar una salida. Más aún si, como parece, no se reconoce la obviedad de que una brújula es brújula porque señala al norte, no porque haga pasar por norte la dirección que uno prefiere.

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