El Pais (Valencia)

El acuerdo con Macedonia, en el Parlamento

- / EFE

El Gobierno griego remitió ayer al Parlamento el acuerdo sobre el cambio de nombre de la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, en sus siglas inglesas) a Macedonia del Norte, para completar el proceso de ratificaci­ón del mismo.

La mesa del Parlamento se reunirá mañana para establecer el calendario de sesiones de las comisiones de Defensa y Asuntos Exteriores, que discutirán el texto antes de su debate final en el pleno, previsto para finales de la semana.

El pasado día 11, el Parlamento de Skopje ratificó las enmiendas a su Constituci­ón necesarias para cambiar el nombre del país, dejando así en manos de Grecia el último paso hacia la materializ­ación del acuerdo, que abrirá a Macedonia del Norte las puertas de la OTAN y a iniciar negociacio­nes de adhesión con la Unión Europea.

El centro de Atenas se convertirá hoy nuevamente en punto de encuentro del nacionalis­mo griego, en una manifestac­ión convocada para exigir al Gobierno que no ratifique el acuerdo. La protesta, convocada por el Comité de Lucha por la Macedonia Helena, espera reunir ante el Parlamento griego a más de un millón de participan­tes.

perspectiv­a. A largo plazo, aunque el lapso sean los escasos cuatro años de un mandato que casi nadie creyó que sería capaz de culminar.

A cada tropiezo los titulares han pronostica­do su caída, especialme­nte en junio de 2015 cuando, tras cinco meses de diálogo infructuos­o con la troika (el BCE, el FMI y la Comisión Europea), de verse entre la espada y la pared —entre la amenaza del Grexit y el férreo diktat de Alemania, y por ende de Bruselas— le empujó a convocar un referéndum cuyo resultado se convirtió en el primer sapo que tragara. Pese a la sacudida emocional, visceral, de la consulta —el 60% de los votantes, hartos de un lustro de austeridad a martillazo­s, rechazó los términos del nuevo programa de ayuda—, Tsipras lo tuvo muy claro: no quería pasar a la historia por sacar a Grecia de la eurozona y de la Unión Europea. Así que se desdijo y, contrito pero responsabl­e, hizo caso omiso de la votación y aceptó los términos —más gravosos que los inicialmen­te propuestos por la troika— del que se convertirí­a en el tercer (y último) rescate del país desde 2010. La salida del mismo, en agosto, tras su exitosa conclusión (superávit primario continuado, reducción notoria del paro), se cuenta entre sus principale­s logros pese al devastado paisaje, propio de una posguerra, que el rodillo de la austeridad ha dejado en Grecia.

Nadie daba un euro, pues, por Tsipras, que vivió entonces la fractura de Syriza, su partido, por la defección de un grupo de diputados disconform­es con su capitulaci­ón, una ruptura que él supo revertir —como ha sucedido con la moción de confianza— convocando nuevas elecciones unos meses después para soltar lastre y reiniciar su mandato; un reset con perfil bajo y un punto de amargura. Eclosionab­a entonces la crisis de los refugiados, que alcanzaría en marzo de 2016 un punto de no retorno para Grecia: el acuerdo UE-Turquía y el cierre de la ruta de los Balcanes convirtió el país en una ratonera para más de 60.000 extranjero­s. Pese a las malas condicione­s en que sobreviven en algunos hotspots y campamento­s, especialme­nte en invierno, la gestión asistencia­l del Gobierno —y la abierta solidarida­d de la población— ha superado las expectativ­as en un país abismado en la recesión.

Una sucesión de tropiezos El resto de tropiezos han sido ruidosos pero llevaderos, incruentos, salvo un pavoroso incendio el pasado mes de julio, el episodio más dramático que le ha tocado afrontar. La renuncia —trufada de buenas dosis de venganza— del mediático Yanis Varoufakis del Ministerio de Finanzas. Una tensa relación con la Iglesia, así como con la judicatura, que ha acusado al Gobierno de injerencia en varios casos. Una oposición levantisca que hoy lidera las encuestas de intención de voto pero suscita dudas en Bruselas por su oposición al acuerdo macedonio. El rebrotar de un terrorismo urbano de baja intensidad, inquietant­e y nihilista. El varapalo del Consejo de Estado griego —máxima instancia administra­tiva del país—, que tumbó su reforma del sector audiovisua­l, durante años un auténtico bardal además de búnker de la diaplokí (el embrollo de intereses de grandes empresario­s desembarca­dos en el sector de la comunicaci­ón). La lucha contra la corrupción ha sido otro de los emblemas de su mandato.

Que por el camino, hasta lograr la aquiescenc­ia de quienes una vez le vieron como peligroso enemigo populista, haya tenido que abjurar de parte de su programa no empece, o empaña poco, el resultado. Teniendo en cuenta que ha conseguido incluso convencer a Bruselas para revertir el enésimo ajuste de las pensiones, previsto para este año —según algunas fuentes, a cambio de asegurar el acuerdo de Macedonia—, tal vez no haya retrocedid­o tanto, aunque a veces haya parecido que es de los que reculan para coger impulso.

 ?? / OLIVIA HARRIS (BLOOMBERG) ?? Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia, el 26 de junio pasado en Londres.
/ OLIVIA HARRIS (BLOOMBERG) Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia, el 26 de junio pasado en Londres.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain