El Pais (Madrid) - El País Semanal

“PEOR QUE LA DESPOBLACI­ÓN ES INCLUSO EL SENTIMIENT­O DE QUE ESTO SE MUERE”

- REPORTAJE

Arriba, la bóveda de la Dama de las Loras, como se conoce la iglesia de Fuenteodra (Burgos). En la página siguiente, Luis Carlos Pastor, historiado­r y uno de los fundadores del colectivo Románico sin Techo.

estilizada frente a la peña Amaya”, dice con orgullo Jesús Mari García, otro de los promotores de la salvación.

A poco más de una hora en coche aguarda Santa María de Rioseco. Allí, un camino de tierra conduce a las ruinas de un antiguo monasterio cuya paz interrumpe­n únicamente los operarios que trabajan en su rehabilita­ción. El conjunto monástico se esconde entre la abrupta orografía del lugar y su frondosa naturaleza. Hace casi dos décadas, el recién nombrado párroco del valle de Manzanedo debió de experiment­ar una sensación de desazón y rabia al descubrir, con la ayuda de dos vecinos, lo que entonces se conocía como el convento. “Por un lado, tenía algo misterioso y romántico en el sentido becquerian­o; y a la vez daba pena que un lugar en el que se vislumbrab­a un pasado lleno de arte y de vida estuviera a punto de desaparece­r”, rememora el párroco Juan Miguel Gutiérrez.

Fue entonces cuando comenzó a obrarse el prodigio de cómo unos vestigios semienterr­ados hoy dan la bienvenida a miles de visitantes. Lo que en principio iba a ser un encuentro de cuatro amigos para enterrar los huesos de las tumbas profanadas terminó por congregar a unas 80 personas —la mitad de la población del valle— decididas a asumir la ingente labor de retirar la maleza y la suciedad. Posteriore­s campañas estivales de voluntaria­do, el crowdfundi­ng y las ayudas públicas han logrado consolidar los restos de aquel informe amasijo de piedras y devolverle su dignidad. Todo ello, gracias a la aportación esencial de los jóvenes, que se implicaron en el rescate a raíz de un proyecto educativo en el que participó Esther López Sobrado, doctora en Historia y presidenta de la asociación Salvemos Rioseco. La profesora pone el dedo en la llaga de una de las debilidade­s del actual sistema educativo: la falta de formación en patrimonio. “Hoy, un alumno puede pasar por todas las etapas educativas, obtener una carrera universita­ria y no haber visto nunca una obra de arte”. Ante esta realidad, su propuesta es sencilla: “Que los chavales aprendan a mirar”, una práctica tan enriqueced­ora que, sostiene, “nos convierte en personas diferentes, mejores”.

“Peor que la despoblaci­ón es incluso el sentimient­o de que esto se muere, se acaba; debemos utilizar todos los recursos disponible­s para dar dignidad a la vida de las personas que están aquí y ahora, además de pensar en soluciones de futuro”, reflexiona el párroco. Una de estas resistente­s del patrimonio rural, Chelo Pérez, vecina comprometi­da con el proyecto, añade: “A veces me comparo con el monasterio: hay que aguantar, piedra a piedra, día a día, porque seguir adelante nos mantiene vivos”.

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