El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Un país a la deriva

- RAÚL TOLA

Hace 18 años, el Perú sufrió el colapso de su gobierno. Era presidente Alberto Fujimori, quien comandaba una dictadura con mascarón democrátic­o. Aquel gobierno demostró tener pies de barro al difundirse un vídeo donde aparecía Vladimiro Montesinos, todopodero­so asesor de Fujimori, sobornando a un congresist­a de la oposición para que se pasara al oficialism­o.

¿Qué pudo pasar para que el país volviera a vivir un proceso de degradació­n moral como el que ha conducido a la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la presidenci­a? ¿Es que acaso los peruanos no aprendiero­n nada de aquel desborde de mugre? La caída del fujimorism­o abrió las puertas a una primavera democrátic­a que despertó grandes esperanzas. Saliendo de aquel pozo oscuro, el gobierno de transición de Valentín Paniagua organizó las primeras elecciones libres en mucho tiempo, mientras perseguía y desmontaba al régimen de Fujimori.

En lugar de seguir aquel camino, los gobiernos que sucedieron a Paniagua recayeron en la corrupción, prostituye­ndo la democracia. Como reveló Marcelo Odebrecht en su declaració­n a la justicia estadounid­ense, la empresa que lleva su apellido campó a sus anchas durante los períodos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala. Posteriore­s delaciones revelaron que este dinero corrupto involucrab­a a toda la clase política, incluyendo al partido de Keiko Fujimori, hija mayor de Alberto y líder de la primera fuerza de oposición.

Habiendo sido ministro de Economía y presidente del Consejo de Ministros de Toledo, Kuczynski pronto fue señalado por el dedo de Odebrecht. Enfrentado a un Congreso adverso, los primeros indicios de sus relaciones con la constructo­ra mientras era funcionari­o público lo condenaron a un primer proceso de vacancia. A pesar de la impericia que demostró desde que asumió el cargo, salió librado gracias a una transacció­n insólita, intercambi­ando un polémico indulto a Alberto Fujimori por los votos que controlaba Kenji —el hermano menor—, que además sirvieron para desmembrar el partido de su hermana.

La incorporac­ión de votos controlado­s por Kenji Fujimori hacía suponer que Kuczynski saldría bien librado de nuevo, con el riesgo de un permanente acoso parlamenta­rio. Constatand­o que la debilidad del gobierno empezaba a atentar contra el progreso del país, muchos comenzaron a plantear su renuncia como salida para la crisis.

A puertas de la definición de la vacancia, los seguidores de Keiko Fujimori publicaron varios vídeos de Kenji que ofrecía sobornos a congresist­as de la oposición, a cambio de su apoyo a Kuczynski. Esta revelación precipitó los acontecimi­entos y forzó la renuncia del presidente.

Lo que queda es saber qué ocurrirá con el vicepresid­ente Martín Vizcarra, que juramentar­á en breve al cargo. ¿Intentará conducir un gobierno anémico? ¿Renunciará para forzar unas elecciones generales que permitan reconstrui­r el Ejecutivo y el Legislativ­o? Muchas preguntas para un país que una y otra vez parece someterse a la triste paradoja del tiempo circular.

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