El resignado apoyo a la oposición inexistente
La cuarta parte de ciudadanos rusos que no votó a Putin observa con inquietud el monolítico panorama político
Los “esfuerzos para incrementar la participación durante la jornada electoral predominaron sobre la campaña de los contendientes”, según constató la misión de observadores de la OSCE. Estos denunciaron las detenciones de activistas que cuestionaron la legitimidad de las elecciones y la presión sobre los candidatos. Tal era el miedo del Kremlin a la abstención de la ciudadanía, que los funcionarios de la administración del Estado y de las compañías estatales, así como los maestros fueron obligados a votar y a rendir cuentas de su votación a sus superiores, según múltiples fuentes independientes entre sí.
Los medios de comunicación del Estado dieron a Putin una “presencia dominante” y crearon una desigualdad de condiciones. “Una elección sin competición real, como la que hemos visto aquí, no es una elección”, manifestó Michel Georg Link, el coordinador especial y el jefe de los observadores a corto plazo de la OSCE. Por su parte, Jan Petersen, de la misma misión observadora, dijo que Putin y el resto de los candidatos parecían estar en “dos planetas diferentes”.
A los nuevos desafíos de la observación electoral se refirió José Ignacio Sánchez Amor, observador de la OSCE y portavoz del grupo socialista del Congreso español. “Las amenazas para las elecciones ya no son el pucherazo o la misma jornada electoral, sino que tienen que ver con fake news, posiblemente con ataques y ciberintrusiones en los sistemas electorales, algunos muy vulnerables”, zanjó. favor de la integración en Rusia. El pasado domingo, la participación en la república de Crimea fue de un 71,55%, es decir casi diez puntos menos que en 2014 y votaron por Putin un 92,15%. En Sebastopol, la participación fue del 71,44%, es decir más de 18 puntos menos que en 2014, y el resultado de Putin fue de 90,19%.
Estos bajones en el atractivo de las urnas rusas en la península, cuya conquista tanto enorgullece al jefe del Estado ruso, pueden tener diversas explicaciones, entre ellas que los datos de 2014 estuvieran “hinchados”, que la población se ha relajado algo en este tiempo o que tal vez hay un mayor número de insatisfechos por los problemas cotidianos con los que lidian los peninsulares. Diana, actriz de 30 años, votante de Vladímir Zhirinovski, ayer en Moscú. Acaba de salir de uno de los ensayos de su compañía de Teatro y, apresurada, Diana se dirige a una cita en el centro de Moscú. Es actriz y tiene varios proyectos en marcha. Ninguno va todo lo bien que desearía. “En los últimos tiempos todo lo que tiene que ver con el arte o la cultura está empeorando. Sobre todo los espectáculos y exposiciones un poco fuera de circuito. El Gobierno de Putin penaliza todo lo que no sean las grandes compañías que fomentan un determinado discurso y eso empobrece el panorama cultural”, explica cubriéndose el cabello muy rubio con un pañuelo y una abrigada capucha para escapar del frío.
Diana es parte de ese casi 24% de personas que no votó por el presidente ruso, que el domingo arrasó en las elecciones. La arista, de 30 años, apostó por Vladímir Zhirinovski. “Sabía que no tenía posibilidades, pero creo que era importante que se notase que, aunque débil, también hay oposición”, comenta. Era la primera vez que votaba por el candidato ultranacionalista, que quedó tercero (5,6%).
El diagnóstico de Diana —a quien como a la mayoría de personas que hablan sobre política le incomoda dar su apellido— es bastante certero. La oposición a Putin ofrece un panorama fragmentado desunido que, además, no ha supuesto ninguna competencia para el líder ruso, de 65 años. Aquellos que han votado por sus contendientes lo han hecho sabiendo que sus votos tendrían escaso significado pero con el afán de demostrar que no solo existe Vladímir Putin, que inicia su año 19 en el poder con su mejor resultado de su historia. Son una mezcla de voces disidentes, hastiadas de la previsible política rusa y que han querido dar un voto de castigo al presidente, y de quienes, aunque no están en desacuerdo con las políticas del antiguo espía del KGB, creen que no es bueno para Rusia que se perpetúe en el poder.
“Yo voté por Grigori Yavlinski, pero todo estaba decidido antes incluso de que se convocasen las elecciones. En realidad no hay opciones”, afirma Ilya. Tiene 18 años y se ha estrenado Allí, paseando sobre la nieve, Konstantin y Olga, de 50 años, practican una de sus aficiones, la fotografía. Ambos votaron por Pável Grudinin. El multimillonario candidato por el Partido Comunista obtuvo el 11,8% de los votos (unos 8,6 millones de apoyos). “No tenemos nada en contra de Putin, es muy buen político, pero no nos agrada su equipo. Preferimos el programa de Grudinin, más orientado hacia el interior de Rusia”, explica Konstantin. Uno de los argumentos que le ha costado más apoyos al líder ruso. “Creemos en él”, apunta a su lado Olga. Como su esposo considera que un cambio en el sillón presidencial sería muy positivo.
Los intereses y esfuerzos de Putin en la política Exterior —por ejemplo su intervención en Siria— es algo que también ha llevado a Eugen a votar por Grudinin. “Además, creo más en el poder local, en hacer política para los rusos”, dice el artista de 45 años. “La economía está mejorando, pero necesita un empujón y un cambio”, añade. Al hombre, con un gorro negro calado hasta las orejas y barba de hipster le inquieta que Putin no tenga una oposición real que, afirma, es lo que hace mejorar la política.
A Ludmila fue el programa económico lo que le atrajo de Grudinin, que prometía la nacionalización de las ramas básicas de la industria, los bancos o las comunicaciones. “No me gusta su historia estalinista, pero es un buen hombre de negocios”, sostiene esta profesora de Economía de 70 años. “Casi toda mi familia ha votado por Grudinin, excepto mi padre que a sus 102 años lo ha hecho por Putin”, dice la profesora. “No es un voto tirado a la basura, yo creo que puede ser un buen primer ministro y es una forma de resaltarlo”, dice.
También lo cree Maxim. Emprendedor de 38 años, ha sido el impacto de las sanciones lo que le ha alejado de Putin. Explica que negocios como el suyo, un moderno punto de café, están sufriendo el castigo de la UE y EE UU por anexionarse Crimea. “Desde entonces no puedo importar parte de los envases que usaba, que son los mejores y solo se fabrican en EE UU”, se lamenta.