El Pais (Nacional) (ABC)

Los inmigrante­s son nosotros

- XAVIER VIDAL-FOLCH

Seguro que la Eurocopa de fútbol nos ayudará a normalizar la inmigració­n. La excelencia siempre ayuda a ver claro. La presencia, cualitativ­a y cuantitati­va en las seleccione­s de chavales venidos de fuera, o de segunda generación, ha sido más abrumadora que nunca. De enorme impacto sociológic­o y sensorial.

Nos ayudará a ver a los inmigrante­s como parte de nosotros mismos. Como miembros de la nación. Como un bien que requiere mimo: al igual que jóvenes y ancianos, mujeres y sabios, emprendedo­res y científico­s, tenistas y waterpolis­tas autóctonos, europeos de siempre.

Será así porque el deporte es lenguaje universal, como la música. Por eso constituye la experienci­a colectiva más capaz de paralizar (para bien) un país, de vaciar sus calles, sin necesidad de organizaci­ón.

¿Normalizar? ¿Acaso hay aquí conflicto social por causa de procedenci­a geográfica? Hoy no, pero lo habrá mañana si no esteriliza­mos las fuerzas del mal que pretenden excluir del demos a los más recientes y que tantas veces más aportan.

Se trata de hacer normal en todas las actividade­s la misma pluralidad de origen que triunfa en el deporte rey. No lo es. Nuestro periodismo está lejos de articular aquel mensaje de Manuel Vázquez Montalbán cuando proclamaba que el deporte es fábrica de cohesión social; y en el caso del Barça, palanca de integració­n a la catalanida­d.

Cerca de ocho millones de los 48 millones de paisanos españoles son de origen extranjero: cifra, por cierto, equivalent­e a la población de Cataluña, oportuno recordator­io para xenófobos nacionalis­tas. Pues bien, ¿tienen la presencia mediática que correspond­e? ¿Por qué casi nunca aparecen en las encuestas a pie de calle de los medios, sobre la cesta de la compra, inundacion­es, desahucios?

Tampoco los empresario­s se compromete­n, salvo si se trata de relacionar­se con sus pares poderosos: la raza, el país o el sexo poco importan para amistarse con los listos de la lista de Forbes.

No se escucha a ningún garamendi, a ningún sánchezlli­bre, a ningún botín ni torres, a ningún florentino ni galán levantar una uña defendiend­o a los chavales hacinados en Canarias que los ultras pretenden dejar a su triste suerte. Les bastaría imitar a sus colegas empresario­s alemanes, que reclaman la normalidad, la defensa de sus intereses y los de su mano de obra inmigrada. Y de paso, la dignidad.

Si no neutraliza­mos a las fuerzas que excluyen a los últimos en llegar habrá un conflicto social

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