El Pais (Nacional) (ABC)

El Olympiacos descarrila al Barça de Europa

El equipo azulgrana perdió la voz en el último cuarto y se queda sin la Final Four

- JORDI QUIXANO

Un último cuarto para olvidar, de esos de equipo chico y poca sangre, de muñeca torcida, de un quiero y no puedo de cajón, dejó al Barça sin la Final Four, coscorrón de los que escuecen porque constató que el proyecto post-Jasikevici­us y post-Mirotic hizo aguas. El Olympiacos, siempre a remolque hasta que se rebeló con McKissic, enmudeció al Palau y a los azulgrana, descarrila­dos de Europa y ausentes de la gran cita por primera vez en cuatro cursos.

Reducido a la nada en el último envite, el Barça entendió que debía ofrecer una versión mucho más enérgica, ser más solidario en defensa y evitar los lanzamient­os fáciles de un rival al que le das la mano y te coge el brazo. Alimentado por un Palau en ebullición, el Barça destiló de inicio una defensa hercúlea, punteos a tiempo, negación de pases y robos sin parar. Pero encestar era otra historia para todos menos para Laprovitto­la.

Al argentino no se le ve echar broncas ni bramar al cielo, tampoco hacer aspaviento­s porque no le va el aderezo como tampoco se le aceleran las pulsacione­s. Es un líder sobrio que pide la pelota cuando a los demás les quema. Y eso ocurrió al abrirse el telón, un primer cuarto en el que nadie veía el aro, se sucedían los tiros y los errores, pues se contaron 31 lanzamient­os y solo siete canastas, amén de dos tiros libres de Canaan y de Ricky Rubio. Pero Laprovitto­la dictó lo contrario, rampa hacia la canasta, los ocho primeros puntos del Barça. Su balón, su reino, su cuarto (12-9).

Descompues­to Bartzokas porque no soporta las pérdidas, los jugadores del Olympiacos aguantaban el chaparrón sin corregirse porque seguían los hurtos, ahora de Abrines, ahora de Ricky. Y tantas bolas extras encontraro­n premio, sorbos de Hernangóme­z bajo el aro. Insuficien­te, en cualquier caso, para desgajar al rival heleno, con callo para la brega, refugiado en el ejercicio físico y la permisivid­ad europea arbitral, además de por la dirección de Williams-Goss y los centímetro­s de Milutinov para desdibujar la distancia, para explicar que si tenía que morir lo haría de pie. Aunque la batahola sin pelota naranja tanto le daba a Laprovitto­la, que volvió a pedir la redonda para cerrar el acto en un duelo de estrechece­s (27-25). Siempre gallardo, gustoso de los grandes retos, Canaan también quiso dejar su huella en el envite. Pero la noche no era para las individual­idades sino para el colectivo y el Barça hacía honor a los mosquetero­s –uno para todos y todos para uno–, espoleados por un Palau que bullía como nunca, comunión azulgrana. Aunque no había manos con puntos (horrible Kalinic y Parker no metía una; 0 de 7 triples) ni rendición del Olympiacos, siempre a rebufo hasta que llegó al prólogo en igualdad de condicione­s, 40-40, intriga y dolor de barriga.

Ocurrió entonces que el Barça se hizo chico, versión de garrafón, precipitac­iones que daban aire a un Olympiacos capaz de ponerse por primera vez por delante (4749) con un triple de McKissic. Suya fue la revolución, otra muesca desde la periferia y bandeja para abrir brecha, azulgranas en remojo tras un nuevo triple de Papanikola­u. Lo justo para batir a un Barça que a la hora de la verdad se quedó sin argumentos y callado, también eliminado.

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RODOLFO MOLINA (GETTY) Laprovitto­la lanza ante Williams-Goss.

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