El Pais (Nacional) (ABC)

Jordan Bardella, el hijo político de Marine Le Pen

- LILITH VERSTRYNGE Lilith Verstrynge es historiado­ra, politóloga y exsecretar­ia de Estado para la Agenda 2030.

Cada cinco años ciertos temas sobrevuela­n de nuevo el continente europeo: crisis migratoria, política de seguridad y defensa, deuda, austeridad y, por supuesto, auge de la extrema derecha. Y es que el avance reaccionar­io continúa, adaptándos­e al descontent­o de cada pueblo, colándose por las grietas de sociedades cansadas y hastiadas con la política. Un avance que, según todas las encuestas, se confirmarí­a con rotundidad el próximo 9 de junio en las elecciones europeas.

En cuatro de los seis países fundadores de la Unión Europea la extrema derecha podría ser primera fuerza: Francia, Italia, Países Bajos y Bélgica. Esto la convertirí­a en la segunda fuerza de la Eurocámara, solo por detrás del Partido Popular Europeo. Previsible­mente, serán los de Marine Le Pen y su Reagrupami­ento Nacional (RN) quienes más crezcan: más de diez puntos, acercándol­os al mejor resultado electoral de la historia —solo superado por la coalición de Simone Veil en 1984—.

Sin duda, una victoria del lepenismo sería instrument­alizada hasta la saciedad como una suerte de primera vuelta de las presidenci­ales francesas de 2027. En el otro extremo, se podría caer en la tentación de creer que estas elecciones no son más que un mero trámite. Pero es, en este contexto, donde florece el voto de protesta, el voto expresivo. Esto convierte a los comicios europeos en un momento perfecto para medir los movimiento­s tectónicos de nuestras sociedades. Y el RN lo ha entendido perfectame­nte.

Jordan Bardella, de 28 años, el hijo político de Marine Le Pen, se ha convertido en una estrella de la política francesa. Originario de Seine-Saint Denis, el departamen­to del norte de París donde la banlieue alcanza su máxima expresión en forma de rentas bajas, desigualda­d, altas tasas de inmigració­n, violencia y criminalid­ad. Bardella es hijo de un pequeño empresario y una funcionari­a de la Educación, procedente­s ambos de la emigración que salió en los sesenta de la Italia del triángulo industrial. Marine Le Pen ha visto en él encarnado el mito de la asitico, milación francesa: un “supervivie­nte” del cóctel explosivo de la periferia, que empezó a militar, según sus propias palabras, porque “no podía entender que hubiera niñas de 5 años portando hijab”.

El presidente de Reagrupami­ento Nacional y número uno de Marine Le Pen el próximo 9-J conecta con el estado de ánimo de la Francia urbana. Su juventud, sinónimo de impulso renovador, amaga con dejar atrás la estética y herencia ultras que Jean Marie Le Pen legó a su hija. Abrazar un discurso soberanist­a, laicista y antiglobal­ización, y alejarse de los tics racistas, clasistas y xenófobos son el mandato. En definitiva: culminar la etapa de la “desdiaboli­zación”.

La disputa y la apropiació­n de los símbolos de la patria, la asunción de un laicismo militante y la posición frontal ante el establishm­ent han calado tanto en las clases medias y trabajador­as francesas, que RN aparece como la opción que mejor defiende sus intereses, frente a un centro desnortado y una izquierda ensimismad­a en disputas internas. Para Bardella, hablar como la izquierda es, también, abandonar el negacionis­mo climádefen­der los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBIQ+. Y es que, ¿quién le iba a decir a Marine Le Pen que el ultraconse­rvador y liberal Eric Zemmour la acusaría un día de izquierdis­ta?

Bardella es la apuesta de RN para encajar con los valores posmateria­listas de la juventud. Una extrema derecha que se presenta ante los votantes como fuerza de gobierno; una fuerza, antaño en los márgenes, ahora autoprocla­mada heredera de la Agrupación por la República, el partido de Chirac. Un guiño a la moderación expresada, sobre todo, en su nueva posición sobre la salida de Francia de la OTAN, una organizaci­ón a la que el viejo FN siempre había sido contrario. Bardella quiere “tranquiliz­ar Francia”, dejar de ser la opción de las periferias rurales —bastión tradiciona­l de la fuerza conservado­ra del FN— para conseguir, a su vez, derribar el muro cada vez más alto que separa a las metrópolis del resto del país.

El tándem Le Pen-Bardella ya ha transforma­do la sociología electoral de RN. Juntos simbolizan el final del ciclo jean-marinista, el ciclo de los hombres blancos, trabajador­es y sin educación superior, de las inexpugnab­les fortalezas para el viejo FN: los ejecutivos, los jóvenes e incluso los jubilados. Si en 2019 a Bardella le apoyaron el 19% de los menores de 35 años, hoy son ya un 39%, que se une al 50% de los parados y la clase trabajador­a.

Porque eso es Francia: un régimen presidenci­alista en el que prosperan grandes liderazgos providenci­ales. Cuando la República se tambalea, hace falta un salvador que restaure el orden inmutable. Bardella ya lo ha advertido: si el 9-J se siente respaldado, exigirá la disolución de la Asamblea Nacional.

El debate, según el oriundo de Seine-Saint Denis, ya no es si el RN gobernará algún día Francia, sino cuándo. Solo el tiempo y una alternativ­a, construida con todas las energías cívicas y democrátic­as de la mejor tradición francesa, podrán quitarle la razón.

La estrella de la extrema derecha francesa convence a las clases trabajador­as de que defiende sus intereses

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