El Pais (Nacional) (ABC)

Narváez deja sin rosa a Pogacar

El favorito ataca en el último muro pero acaba tercero tras el ecuatorian­o y Schachmann

- JON RIVAS

No gana Pogacar y se hunde el ciclismo, o eso parece. Llega a la salida del Giro de Italia, en las afueras de Turín, con siete victorias en 10 días de competició­n y a Tadej le cae en la espalda el gran peso de la maglia rosa, como si lo tuviera que llevar encima de oficio, aunque sea su primera vez. A él no le importa, sonríe tranquilo como casi siempre. Son lo demás quienes dicen cosas como, “a ver qué podemos hacer”, y dan por supuesta la segunda parte de la frase: “Detrás de Pogacar”.

El recorrido que bordea el Po y la capital del Piamonte es el escenario de una obra de teatro que representa solo Pogacar rodeado de figurantes. Todos esperan que el fenómeno esloveno comience a recitar su libreto. Es en la Maddalene, cuando se pone en fila el UAE, y todos los domésticos de Pogacar se turnan para aumentar el ritmo. No hay nadie en el pelotón que no espere el hachazo habitual del campeón, pero no llega. Se descuelgan los kilómetros hasta la cima, y Pogacar prefiere esperar. Empiezan las especulaci­ones, los cuchicheos entre los analistas. Que si está, que si no está.

Se reanudan las especulaci­ones en el descenso y se acrecienta­n las dudas porque los más aguerridos se estiran por delante y cogen ventaja. Tadej, a la cola del pelotón, alimenta los rumores, los cuchicheos. Pero si no tiene un plan para los kilómetros finales, lo improvisa, que bueno es él. Queda una última oportunida­d en el muro de San Vito, y es ahí donde baila. A cuatro kilómetros de la llegada, con mil metros de ascensión durísima por delante, comienza a dar hachazos a sus pedales, y no causa pasmo en el grupo porque todos le conocen.

Simplement­e, se van quedando atrás, impotentes ante el majestuoso poderío del ciclista tocado por una varita mágica. Solo le aguanta Jonnhy Narváez, el ciclista ecuatorian­o enrolado en el Ineos. A unos metros se retuerce Max Schachmann, el tozudo berlinés del Bora, empeñado en alcanzar la cabeza. Lo hace en el descenso hacia la meta. Un trío letal camino del primer jersey rosa.

En la llegada, Pogacar es demasiado ambicioso y lanza el embalaje desde muy lejos. Narváez es más paciente y le aguanta para superarle en la meta. También Schachmann supera al campeón en el último metro. Suficiente para disparar los rumores, los comentario­s, que se disiparán, o se dispararán con la segunda etapa que termina en el Santuario de Oropa, 11,8 kilómetros de ascensión al 6,2% de pendiente media, con rampas máximas del 14%. Fue allá donde Pantani escribió una de sus últimas páginas bellísimas en el Giro de 1999, cuando sufrió un pinchazo en el comienzo de la subida y tuvo que remontar a todo el pelotón para vencer en solitario. Por él tañeron las campanas del Santuario, como seis años antes por Miguel Indurain, perseguido­r implacable de Ugrumov, que no pudo arrebatarl­e el rosa pese a su esfuerzo.

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LUCA ZENNARO (EFE) Narváez celebra su triunfo al cruzar la meta junto a Pogacar, que fue tercero.

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