Sumar se enfrenta a otra prueba de fuego en el País Vasco
Yolanda Díaz busca cambiar el paso en un contexto complicado a escala nacional, tras el fiasco en Galicia
“Sumar ha venido para quedarse”, proclamó Yolanda Díaz ante unas 1.500 personas el 23 de marzo, en el cierre de su primera asamblea en Madrid. Dos semanas después, en los compases iniciales de la campaña vasca, la situación es incierta. Ante un auditorio de 200 personas en Vitoria, en un tono más grave del habitual, la vicepresidenta segunda del Gobierno reconocía ayer que España atraviesa un momento “muy difícil”, de “crisis de representación sin precedentes”. Con un EH Bildu fuerte, que ha hecho propio parte de su discurso más social, y la izquierda nacional a la izquierda del PSOE dividida en dos candidaturas —Elkarrekin Podemos y Sumar—, la viabilidad de su proyecto en Euskadi está en el aire. La posibilidad de un nuevo fracaso en las urnas tras quedarse fuera del Parlamento gallego, un trauma aún demasiado reciente, amenaza con dejar muy tocado el partido y minar el liderazgo de la ministra de Trabajo a tan solo mes y medio de las elecciones europeas, auténtica prueba de fuego para los de Díaz en este ciclo electoral.
“No sirve lo de atrás, estamos en una permanente lucha en estos momentos entre mantener el statu quo, hacer lo mismo de siempre, o avanzar”, insistió Díaz, desmarcándose de los socialistas en una de las dos únicas intervenciones que tendrá en la campaña. Tras el desplome en su comunidad de origen, adonde se desplazó hasta en cinco ocasiones, la dirigente ha optado en Euskadi por un perfil mucho más bajo. La encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER otorga a la lista de Sumar el 3% del voto y un escaño, mientras que la formación de Ione Belarra, que se presenta coaligada con la ecologista Alianza Verde y obtuvo seis diputados en 2020, se quedaría en el 2,8%. El del próximo 21 de abril vuelve a ser un examen de alto nivel. Los comicios llegan después de un congreso de Sumar que ha evidenciado la falta de movilización entre los ciudadanos de izquierdas —solo 8.179 personas votaron las listas a la dirección— y con la organización de Díaz apenas empezando a articularse. El contexto político también es complicado, con un debate público a escala nacional que no sale de la amnistía y la corrupción.
La vicepresidenta forjó un liderazgo fuerte basado en la gestión al frente del Ministerio de Trabajo durante la pandemia y apoyado en las célebres respuestas a PP y Vox en las sesiones de control al Gobierno en el Congreso —el ya mítico “le voy a dar un dato” que rescató esta semana en el Senado—, pero ahora la actividad legislativa se ha ralentizado y Díaz casi nunca tiene quien le pregunte en la Cámara baja los miércoles, lo que la resta visibilidad. A la vez, la falta de proyección en el Gobierno, que sin Presupuestos para este año lastra las opciones para impulsar las políticas que abandera Sumar, complica su posición ante un PSOE que, para algunos, les está asfixiando. “Si tanto nos preocupa la corrupción, actuemos contra ella”, apremió Díaz en el acto de Vitoria, después de anunciar que presentará una ley integral contra estos delitos y denunciar la estrategia del “y tú más” que cree que ejerce el bipartidismo. Su formación ha intentado alejarse del ruido, pero el mensaje no acaba de calar y su papel está desdibujado.
“Peso territorial”
A la espera de las catalanas del 12M, donde los sondeos muestran la resistencia del espacio, Sumar intenta ahora cambiar el paso. “Euskadi necesita un ciclo político nuevo, mirar al futuro, abrir las puertas a un tiempo nuevo”, insistió la vicepresidenta. En la dirección sostienen que no hacen una lectura nacional de ninguna elección autonómica, una forma de desvincularse de un hipotético mal resultado en las urnas, y defienden sus opciones.
Fuentes de Sumar replican que, a diferencia del contexto gallego, en el País Vasco sí “existe un espacio consolidado con peso territorial” que ha tenido representación desde el inicio de la democracia, en los ochenta con el Partido Comunista de Euskadi y Euskadiko Ezkerra, una década después con Ezker Batua y recientemente con las distintas alianzas en torno a Podemos.
La plataforma se define allí como un espacio “progresista, verde, feminista, vasquista y en defensa de los derechos de los trabajadores”, que busca ser el que decante las políticas hacia la izquierda y saque al PNV del Gobierno. Frente a la fortaleza de la izquierda abertzale entre el electorado más joven —una generación para la que el terrorismo no ha sido un elemento central de la situación social vasca—, Sumar redobla esfuerzos en los votantes de 30 a 55 años, con mayor foco en las mujeres, donde obtiene más respaldo. La formación llega además a la convocatoria electoral con una candidata, Alba García, designada mucho antes que en Galicia, aunque su gran problema es que es la menos conocida de todos los aspirantes.
“Todo el que se podía ir a EH Bildu ya se ha ido y hay un 6% de votantes a la izquierda [reflejado en los sondeos] que nunca va a apoyarles. La clave es quién se queda con los votos de este espacio”, reflexiona un dirigente de Sumar. En la pugna con la formación fundada por Pablo Iglesias, los de Díaz se ven con ventaja por su presencia en el Gobierno y tratarán de jugar la baza de la gestión. Entre los ejes de la campaña se encuentran la reducción de la jornada laboral y la subida de los salarios, políticas que promueve directamente la ministra de Trabajo y un terreno en el que la formación se mueve con comodidad. Frente a las críticas por un aparente pinchazo en los últimos tiempos, Ernest Urtasun, portavoz de Sumar y ministro de Cultura, defendía esta semana a la vicepresidenta. “El efecto Díaz son los datos del paro”, sostuvo en RNE el mismo día en que se conocían las cifras de desempleo en marzo, con 193.585 nuevos cotizantes al sistema y más cerca que nunca de alcanzar por primera vez el hito de los 21 millones de afiliados a la Seguridad Social.
Con todo, pese al buen comportamiento del mercado laboral, nadie oculta su preocupación por los resultados de unos comicios que se juegan en clave nacionalista, muy centrados en la competición entre el PNV y EH Bildu, y que dejan poco margen al resto. “Ser o no ser. El éxito o fracaso está en conseguir o no la representación. Es cierto que la aspiración es mínima, pero suficiente como para hablar de unos buenos resultados en sus primeras elecciones”, resume Itziar García Carretero, consultora y analista de comunicación pública, quien añade que Díaz “no puede permitirse” quedar fuera.
Voces de peso en la coalición izquierdista reconocen que no entrar en el Parlamento vasco haría mucho daño al partido y constataría su “debilidad” tan cerca del importante examen de los comicios europeos, que darán una idea de cómo se distribuyen los apoyos en la izquierda, ya que
La falta de Presupuestos dificulta la apuesta por la gestión
La clave es quién recoge el voto de izquierda que nunca elegiría a EH Bildu
tendrá enfrente a Irene Montero como candidata de Podemos. “Si se produce [el 21-A] un nuevo fracaso como en Galicia, el proyecto completo sale cuestionado”, analizan en una de las formaciones que integran Sumar. Y añaden en tono muy crítico: “La gestión con los partidos, el ruido y las divisiones se asemejan a un Podemos 2.0 que reproduce los mismos errores pero desde otras coordenadas”.
Un resultado peor del previsto en los comicios europeos “dificultaría” el camino hacia la segunda asamblea, que se celebrará en otoño, y en la que se terminarán de definir las relaciones con el resto de fuerzas políticas, opinan las mismas fuentes. Por eso, la prueba en Euskadi es crucial para los de Díaz. Por delante, dos semanas para convencer a un electorado que ya mostró una cierta fortaleza en las generales, cuando Sumar —con Podemos dentro—, obtuvo el 11,1% de los votos.