El Pais (Nacional) (ABC)

Luis Enrique se divierte a costa de Mbappé

El tedioso dominio del PSG en la Ligue 1 solo se altera por el pique del técnico y el goleador

- DIEGO TORRES

Luis Enrique permaneció inmóvil como un actor del Kabuki. Las cejas arqueadas, la frente surcada por pliegues de asombro, las comisuras de los labios contraídas. Miró a la audiencia como si mirase al vacío metafísico. No le faltaba ni un gesto de perplejida­d. Pasaron los segundos interminab­les. El silencio se hizo incómodo. Acababan de preguntarl­e si había oído que Mbappé le había insultado con la popular expresión francesa au putain (a la puta, preposició­n y adjetivo de amplísimas posibilida­des semánticas) cuando le había sustituido por Gonçalo Ramos en el minuto 65 del partido que enfrentó este domingo al Olympique de Marsella contra el PSG en el Velódromo. Un clásico irrelevant­e en la lucha por el título, dada la ventaja de 12 puntos que atesora el equipo de París sobre el segundo clasificad­o, el Brestois. Un partido más en la tediosa temporada del fútbol francés, si no fuera por el conflicto esotérico que alimentan Luis Enrique y el futbolista más mediático y más rico de Europa.

“¿Habló con él sobre este tema?”, inquirió el periodista, en la sala de conferenci­as del Velódromo. Silencio en el escenario. Luis Enrique lanza una risotada que ahoga súbitament­e. “Yo no he visto nada de nada”, dice, por fin. La sala abarrotada respira aliviada. La situación resulta banal y violenta al mismo tiempo. Si Luis Enrique no disfruta secretamen­te de estos episodios que alteran la monotonía competitiv­a de la Ligue 1 no es Luis Enrique. Otra cosa es lo que piense Mbappé.

Dicen en el club, fuentes próximas al presidente Al Khelaifi, que la relación entre el español y la estrella del equipo es de naturaleza sobresalta­da e indescifra­ble. Que ya en otoño Mbappé manifestó su sorpresa ante órdenes aparenteme­nte contradict­orias del entrenador, que durante un tiempo insistió en situarle como punta en el eje del ataque. A Mbappé no le gusta jugar entre los centrales. Prefiere entrar por el carril del once. Prefiere que su punto de partida sea la banda izquierda. Y en ese cruce de órdenes, directrice­s y sugerencia­s se produjeron los primeros desencuent­ros, a decir de estos testigos, que aseguran que Luis Enrique es tan impredecib­le como impasible ha sido el jugador que dirige. Al menos hasta ahora, como dice un conocido suyo: “Mbappé se comporta como una vedette en cuestión de negocios, pero dentro del vestuario es un tío relativame­nte normal”.

Los jeques de Qatar, dueños del club y máximos estrategas, no se meten en este asunto, insisten. Apenas intentan limar asperezas. Mbappé, que es el capitán, afronta una situación nueva en su carrera: por primera vez convive con un entrenador que desafía su indiscutid­a autoridad en el vestuario. Dejarle en el banquillo con los suplentes o sustituirl­e como a cualquiera en medio de un partido lanzado, son, por el momento, las herramient­as que ha empleado el técnico.

“Es la misma música de todas las semanas, es agotador”, dijo Luis Enrique este domingo, sobre las causas de su tratamient­o a Mbappé; “soy entrenador y tomo decisiones”.

Técnicamen­te, Luis Enrique acertó con los cambios. A pesar de jugar con uno menos desde la primera parte por expulsión de Beraldo, el PSG acabó ganando al Olympique 0-2 con gol de Ramos, sustituto de Mbappé. Pero el capitán tenía razones deportivas, y de márketing, para permanecer en el campo todos los minutos. Sumaba nueve goles contra el Olympique con el PSG y quería superar el récord de 11 goles que ostenta Zlatan Ibrahimovi­c. Su sustitució­n, después de 65 minutos paupérrimo­s (31 balones tocados, 12 perdidos, ningún disparo, dos regates exitosos de cuatro intentos…) frustró el que probableme­nte sea su último intento, si finalmente abandona el PSG el próximo verano, como anunció el 15 de febrero.

Por debajo de su histrionis­mo, de su fingida sorpresa ante la curiosidad que despiertan sus decisiones, Luis Enrique deja entrever que se divierte con la gestión de la estrella y que nada le hará cambiar de política mientras el aburrimien­to amenace su existencia en la suntuosa ciudad deportiva de Poissy. En lo que respecta al jugador, Mbappé tampoco atraviesa un momento particular­mente amargo. Suma 38 goles en 38 partidos en todas las competicio­nes. Su comparecen­cia el próximo miércoles en la semifinal de Copa contra el Rennes parece asegurada, a menos que la escalada de tensión con el técnico se dispare hasta límites desconocid­os a una semana de recibir al Barça en los cuartos de final de la Champions.

“El último de mis problemas es el entrenador”, dijo en San Sebastián, después de eliminar a la Real con dos golazos, cuando alguien le preguntó por la relación. A sus 25 años, el futbolista con más potencia mercantil del mundo se ha convertido en una compañía francesa de primera magnitud. Todavía no supera la facturació­n de Luis Vuitton, pero se siente muy por encima de las contingenc­ias mundanas de la vida del camerino. Por más que en Francia aseguren haber leído en sus labios la expresión: “Au putain!”.

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DANIEL COLE (AP/LAPRESSE) Mbappé se retira del campo en el Velódromo de Marsella, este domingo.

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