El Pais (Nacional) (ABC)

Socorro para el fútbol español

- / JOSÉ SÁMANO

Los vertidos del caso Negreira, el pestilente prestige derramado sobre el fútbol español, tiene en vilo a un sector ya de por sí afligido ante semejante mancha de desprestig­io universal. El fútbol patrio navega con más turbulenci­as que galas sobre el campo. Sin grandes estrellas, con el Barça y el Madrid tan poco versallesc­os, predominan las mesas redondas por la fetidez de las sospechas arbitrales, los sainetes del VAR, los arrestos al iracundo Vinicius, el juego vietnamita de Gavi, las chusqueras grescas de los dirigentes institucio­nales… Más ruido que fútbol, del que seduce, no del que da carrete para las broncas de bar o de plató. Falta un relato futbolero, mayor esplendor.

Ya ni con clásicos por delante. El último fue deprimente. El líder, el Barça, portada eterna del antiresult­adismo, se ancla hoy golito a golito con las cuerdas como refugio. El gen culé, el estilo por delantera, es ahora una cuestión menor. El Madrid, resultadis­ta como ninguno, ya no tiene el marcador como coartada. Hoy le alejan nueve puntos de un rival tan efectivo como desteñidas están sus esencias. Un Barça que en la semifinal copera remitió a los tiempos de trinchera de Nereo Rocco, Helenio Herrera o José María Maguregui. Enfrente, un Real desconcert­ante, un día porque sí, otro porque no, en el que no enhebran los pretoriano­s y los opositores.

Los dos grandes vectores del fútbol español ciñen sus debates a la caducidad o no de Benzema, Modric y Kroos; al bajonazo prematuro de Ansu Fati y la renovación o no de Busquets. Uno cuelga de Vinicius, el otro de Araujo. No despega Ferran, no acaban por consolidar­se Camavinga y Tchouameni. Está en al aire el futuro de Nacho, Ceballos y Asensio. A Lewandowsk­i (34 años) le queda tan poco recorrido como a Benzema (35). Y Hazard, el último fichado con alfombra hollywoodi­ense , ya no tiene un pase. Pese al último chasco con Mbappé, al Real, aun con el Bernabéu 3.0 en volandas, se supone que le queda tesorería para perfilar otro ciclo, levante o no la 15ª —capaz sería, pese a su bacheado tránsito—. El Barça apenas cuenta con calderilla, calce o no un doblete doméstico.

Tras 24 jornadas en España, 26 en la Premier y la Ligue 1, 25 en la Serie A y 23 en la Bundesliga, Manchester City, Bayern y PSG —todos con 66 tantos—, Arsenal (59), Nápoles (58), Mónaco (55) y Marsella (49) brindan más que Barça (46) y Madrid (47). En la segunda escala española tampoco se ha dado un estirón. El tercer máximo goleador es el Atlético (38), tan productivo en vanguardia como el encomiable Girona. Dos ilustres, Sevilla y Valencia, se angustian en la zona siberiana de la clasificac­ión.

No hay apenas fosforesce­ncia. La Liga, salvo excepciona­les palancas, por fin está regulada con mano firme en lo financiero, pero precisa más fútbol y menos bronca. El vacío de Messi y CR es infinito, no son tiempos de zidanes y los iniestas no florecen cada mes. La inmensa mayoría de los clubes, que no pueden abrirse paso en los grandes mercados, debieran enfatizar la formación, la del barrio y la académica.

Hay otros actores que ayudarían a mejorar el juego. En manos de los árbitros está que haya mayor fluidez y menos crispación. Faltan árbitros exfutbolis­tas, aunque fueran de patio de colegio. No todo es falta, no todo es tarjeta, no todo requiere una infinita monserga. Y claro, ayudaría sonrojar al futbolista trampa que tanto abunda. Los datos de Opta son tan elocuentes como inquietant­es. La Liga no solo tiene el menor promedio goleador entre las cinco grandes (2,42 por partido). Lidera el ranking de amarillas (4,97), el de rojas (0,40 —¡20 en la Premier por 97 en España!—), el de faltas (26,42 por encuentro) y con el mayor tiempo total de partido (98,15 minutos) es la de menor tiempo efectivo (53,62). En juego, la Liga. Sobrevuela la Superliga.

Suficiente­s evidencias para el socorro. Y para releer a Eduardo Galeano: “Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico una linda jugadita por amor de Dios. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece”.

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