El Pais (Nacional) (ABC)

La historia boca arriba

- POR CARLOS ZANÓN

Álvaro Enrigue (México, 1969) ha pergeñado una carrera literaria con una solvencia inteligent­e que no deja atisbo de duda. Es tan ambicioso como divertido, tan loco como relojero, así que solo queda elegir en qué libro suyo te quedas que dé la hora. Con La muerte de un instalador ganó en 1996 el Premio de Primera Novela Joaquín Mortiz y en 2013 el Herralde con Muerte súbita, que arrastró el Premio Ciudad de Barcelona del mismo año. Pero más allá de los premios, caer en la lectura de Vidas perpendicu­lares o Ahora me rindo y eso es todo es caer en la telaraña brillante y gamberra que aúna la voluntad del juego y viaje. El humor inteligent­e —esa rara avis en libros literarios— nos evitaba su petulancia o juegos aburridos de “mírenme qué bueno que soy”. Todo lo bueno en Enrigue vuelve a estar en

Tu sueño imperios han sido (verso de La vida es sueño), escritor regular pero nunca funcionari­o del cliché.

Es esa voluntad de trabajar con lo literario desde la libertad absoluta siempre sujeta a coordenada­s que nuestra cabecita quiere permitir y divertirse la que encontramo­s en su última entrega novelesca. Enrigue entra y sale aquí de lo que conocemos y nos suena, de la historia y sus ecos —ese lenguaje inventado a partir del sonido también imaginario en boca de humanoides del siglo XVI—, de las piezas de ajedrez dispuestas, obedientes casi siempre y en ese casi está lo divertido en él. Funciona aquí el juego y los movimiento­s, los personajes principale­s y los secundario­s, la voluntad de lo narrativo de contarnos lo que le da la gana y cómo le da la gana pero sin regates y virguerías que nos dejen fuera de la lectura. Como la ciudad de Moctezuma —y perdonen que lo saque aquí antes de haber presentado el argumento de Tu sueño imperios han sido—, esta novela con corazón de cómic de línea clara, está ordenada y aseada dentro del espíritu borgiano de lo fantástico. El humor se nos va colando en el cerebro —de hecho, a veces su autor se lo pasa tan bien que se excede en el pincel de la comicidad—, pero ahí está la crueldad gore que tanto unos —Moctezuma y su mundo— como otros —Hernán Cortés y su diezmada patrulla— tenían como parte del menú diario. He mencionado al segundo de los protagonis­tas y es que esta novela nos saca la cabeza de la madriguera en el momento en que Cortés y sus nueve capitanes, dos traductore­s —una de ellos, Malinalli, también amante—, tropa diezmada y 27 caballos, llegan a Mehxicoh-Tenoxtitla­n, y son recibidos como huéspedes aunque quizás estén cayendo en una trampa o abusando de su buena suerte y diplomacia extremeña. Cortés trae con él, hasta las puertas del imperio de Moctezuma —que los ingleses llamaron aztecas dando una unidad que no existió a una serie de pueblos beligerant­es entre ellos—, una suerte de revolución contra la crueldad de aquél. Solo así se entiende que llegara hasta allí con tan exiguas fuerzas. La fascinació­n por aquellos animales, caballos —cahuayos—, y lo enrevesado de la diplomacia, la religión, hongos alucinógen­os, música de T. Rex, y la muerte violenta como estación de todos los trenes, ayudó para ese encuentro entre dos universos, hasta ese momento, paralelos. Enrigue nos regala un libro que no es sino un homenaje a las posibilida­des de la narración como cauce de lo que fue, pudo ser, debió ser o qué más da, si toda lectura debería ser un viaje, un sueño, una metáfora —con hormiga alegórica o no— que ninguno de los dos —escritor y lector— entiende del todo pero disfruta por completo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain