El gesto de Junqueras que nunca llega
El presidente gira tras las andaluzas y busca un freno al secesionismo que salve la mayoría de la moción de censura
El Congreso vivió ayer la agonía del espíritu de la moción de censura. La petición de la fiscalía de 25 años para Oriol Junqueras y otros presos independentistas abrió el primer gran boquete en la nueva mayoría, y el fracaso del PSOE y Podemos en las elecciones andaluzas parece haber dado la puntilla a esta etapa política inédita en la historia de España.
En teoría, a nadie le interesa acabar con esta mayoría. Lo dijo claro Aitor Esteban, portavoz del PNV, partido clave para echar a Mariano Rajoy. “Vienen tiempos oscuros”. Nadie, ni el PSOE, ni Podemos, ni el PNV, ni PDeCAT ni ERC, quiere ir a elecciones anticipadas ahora que la derecha podría volver al poder si suman PP, Ciudadanos y Vox como en Andalucía. Por eso en los discursos había una última llamada a salvar la mayoría. “Aún estamos a tiempo”, le dijo Joan Tardà a Sánchez. Carles Campuzano pidió volver al espíritu de la moción de censura para “no dar el triunfo a Vox”. Y Esteban pidió un último impulso para sacar adelante los Presupuestos. Todos claman contra la muerte de esta nueva mayoría, pero nadie sabe cómo salvarla.
Si la sesión del Congreso, con el duro discurso de Sánchez contra el independentismo, mostró el cambio de rumbo, la celebración del Consejo de Ministros el 21 en Barcelona puede ser, según temen miembros del Gobierno, el día de la ruptura definitiva si los independentistas humillan al Ejecutivo con un gran boicot.
En el Gobierno siguen esperando un gesto de Oriol Junqueras, el líder de ERC. Que tome el mando, muestre el pragmatismo que todos le suponen e impida que Quim Torra, al que el Ejecutivo ve ya como un instrumento que ayuda al PP y Ciudadanos, sea el gran protagonista de la escena. Pero ese giro no llega. Y Sánchez, presionado por unos barones y alcaldes socialistas que temen que Cataluña se los lleve a ellos también por delante en mayo, ya no tiene más margen.
Los ministros trasladan en privado un agotamiento total. Lo han intentado todo para apaciguar Cataluña: ha habido 22 reuniones de alto nivel con la Generalitat. Pero Torra, Gabriel Rufián y otros protagonistas de las posiciones más duras “le hacen la campaña cada día al PP y a Ciudadanos”, se quejan. Mientras, los independentistas insisten en que nadie puede pedir moderación cuando sus líderes están en la cárcel y algunos en huelga de hambre.
Todos apelan a sus razones, pero la mayoría de la censura está al borde de la quiebra. Sánchez, experto en sobrevivir cuando parece imposible, apretó ayer para forzar un giro final de los independentistas. En la última parte del debate todos suavizaron posiciones. Pero cada vez parece más inevitable la ruptura.
Era un día importante, todos los sabían. Sánchez preparó mucho un discurso duro de fondo y forma. Tardà agregó dramatismo con la idea de que el juicio del procés “será uno de los grandes desastres de la historia de España, como el de Annual [una derrota militar española el 22 de julio de 1921 cerca de la localidad marroquí de Annual]”.
Quien lo tenía más claro era la oposición, que ya se ve en La Moncloa si una enorme movilización de la izquierda no lo impide. Pablo Casado subió a la tribuna sin papeles, crecido después de las andaluzas. Y logró un aplauso larguísimo de los suyos tras dar por acabado a Sánchez. Albert Rivera también lo trató como un cadáver político y pidió el voto a los socialistas molestos, como si la campaña ya hubiera empezado.
Incluso Pablo Iglesias dio por hecho que la derecha puede volver al poder. Y lanzó un último llamamiento a salvar la mayoría y los Presupuestos. “Todos sabemos lo que tenemos que hacer”, dijo enigmático, pidiendo a Sánchez nuevos gestos en Cataluña mientras desde el PSOE le reclaman lo contrario.
La oposición ha logrado su objetivo, con la ayuda de Torra: colocar el foco en Cataluña. En el PSOE y en Podemos saben que si el eje sigue ahí, lo tendrán muy difícil. Sánchez se dedicará ahora, con el salario mínimo y medidas sociales, a intentar cambiarlo. Pero cada vez parece más difícil. La campaña ya empezó, ahora falta ponerle fecha a las elecciones.
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