La UE considera inaceptable el plan de May para el Brexit
El rechazo de los 27 a la propuesta británica debilita aún más a la primera ministra ante su partido
La cumbre europea en Salzburgo dio la espalda a las pretensiones de la primera ministra británica, Theresa May, de pactar un Brexit blando. Los 27 se negaron a prolongar una negociación que, según el calendario fijado por Bruselas, debe concluir en octubre. El presidente francés, Emmanuel Macron, consideró “inaceptable” la oferta. Y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, remachó: “Si no hay trato en octubre, Reino Unido se prepara para una salida sin acuerdo”.
Este cerrojazo ha trastocado los planes de May. La primera ministra llegó a la cumbre con una suerte de ultimátum para obligar a los europeos a aceptar su plan de salida. Y aireó una campaña para responsabilizar a la UE de un posible descarrilamiento de las negociaciones que aboque a un Brexit salvaje el próximo 29 de marzo. Pero el órdago ha tenido un efecto bumerán y ha dejado a la primera ministra en una delicadísima posición a solo unas semanas del congreso de su partido, en el que se jugará el liderazgo de los conservadores, cada más alejados de ella. Además, el abismo de un Brexit sin acuerdo podría tener consecuencias devastadoras para la economía británica.
Ni alivio temporal ni árnica diplomática. La cumbre europea en Salzburgo ha rechazado con cajas destempladas los ruegos de la primera ministra británica, Theresa May, de pactar un Brexit blando y los 27 se han negado a prolongar una negociación que, según el calendario fijado por Bruselas, debe concluir en octubre. La cumbre coloca a Londres ante el abismo de un Brexit sin acuerdo de devastadoras consecuencias para la economía británica. Y deja a la primera ministra ante la tesitura de rehacer unas propuestas que ya le costaron una crisis de gobierno o arrojar la toalla y dejar que decidan las urnas.
La tremenda presión sobre Reino Unido incluso ha avivado la posibilidad de un segundo referéndum que zanje la profunda brecha abierta en la sociedad británica por la consulta de junio de 2016. La hipótesis circula desde hace meses en los pasillos comunitarios, pero ha estallado a la luz del día durante las calurosas jornadas en la ciudad austriaca.
May llegó a la cumbre con una suerte de ultimátum para obligar a los europeos a aceptar su plan de salida, conocido como Chequers. Y aireó una campaña para responsabilizar a la UE de un posible descarrilamiento de las negociaciones que aboque a un Brexit brutal el próximo 29 de marzo. Pero el órdago ha tenido un efecto bumerán y ha dejado a la primera ministra en una delicadísima posición a solo unas semanas del congreso de su partido, en el que se jugará el liderazgo de los conservadores.
“Todos estamos de acuerdo en que el plan Chequers tiene elementos positivos, pero el marco económico planteado no funcionará, entre otras cosas, porque corre el riesgo de socavar el mercado único”, sentenció el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, tras la reunión de ayer de los 27 países de la Unión sin presencia de May.
El presidente francés, Emmanuel Macron, líder del ala dura del club comunitario, se mostró mucho más implacable. Macron calificó de “inaceptable” el plan de May y arremetió contra los adalides del Brexit desaparecidos en esta recta final de la negociación. “Quienes decían que se podía vivir fácilmente en Europa, que todo iba a ir bien y que habría un montón de dinero de vuelta, fueron unos mentirosos”, atacó.
La jefa del Gobierno británico defendió su propuesta en la cena del día anterior, donde sí se le permitió exponer sus argumentos. Pero la propia escenificación mostraba su posición de debilidad. May tuvo que esperar a que los representantes de los 27 hablasen largo y tendido sobre la gestión de flujos migratorios. Y solo al final pudo plantear sus demandas. “Según mis cálculos, le concedieron unos siete minutos”, apunta una fuente
europea pendiente del reloj durante la cena.
El breve alegato de May sirvió de poco y su impacto fue aún menor. Al día siguiente, a la hora del almuerzo, los 27 dejaban clara su indiferencia hacia las amenazas de la primera ministra británica y cerraban filas con el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, partidario de mantener una presión sin cuartel sobre Reino Unido.
Los 27 ni siquiera aceptaron
la propuesta más condescendiente de Tusk, a favor de aplazar de octubre a noviembre la cumbre definitiva sobre el Brexit para dar un alivio temporal a May. “En octubre, esperamos el máximo progreso y resultados”, cedió Tusk. “Y solo entonces decidiremos si se dan las condiciones para convocar otra cumbre en noviembre”.
Fue a Donald Tusk a quien correspondió el trago de comunicar el duro veredicto a May en
una reunión bilateral. La baqueteada líder encajó el plazo con un desafío: “Si no llegamos a un trato en octubre, Reino Unido se prepara para una salida sin acuerdo”, advirtió después ante la prensa. Pero la primera ministra británica admitió que deberá presentar nuevas propuestas “en breve” sobre el punto más conflictivo, que atañe a la libre circulación entre las dos partes de Irlanda después del Brexit.
El momento de la verdad
May abandona la ciudad austriaca con la obligación de rehacer su último plan de salida (Chequers), con el que pretendía reservar a Reino Unido ciertos privilegios en la libre circulación de mercancías y un veto de facto en la futura legislación comunitaria, sobre todo, en la relativa al sector financiero.
El no ha sido tajante, como proponía Barnier. Y en su asediado refugio de Downing Street, May deberá rumiar en apenas cuatro semanas una alternativa que convenza al mismo tiempo a los 27 socios de la Unión Europea y a los dos bandos nacionales que piden su cabeza, unos porque desean un Brexit tajante y sin miramientos y otros porque desean dar la vuelta al Brexit y permanecer en la Unión Europea.
“El problema en Londres es que la escena política está dominada por los extremos, así que deberán buscar una fórmula para resolver el embrollo”, pronostica un alto cargo europeo presente en Salzburgo. “Estamos en la hora de la verdad para Reino Unido”, enfatizó en conferencia de prensa el presidente francés, Emmanuel Macron.
Y la cita austriaca, lejos de ofrecer un respiro como esperaba May, redobla la presión sobre un país dividido entre quienes desean una salida definitiva y sin miramientos y quienes aspiran a dar la vuelta al Brexit y permanecer en la Unión. Bruselas se muestra cada vez más convencida de que el incruento conflicto deberá dirimirse tarde o temprano en las urnas. Y en Salzburgo el sordo murmullo ha cobrado vida con la referencia de varios líderes europeos a la posibilidad de un segundo referéndum en Reino Unido.